ESTADO DE EXCEPCIÓN, por Jesús Martín Gómez

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Lo reconozco, soy fumador. Llevo cerca de veinte años fumando. Comencé siendo un fumador social, solamente lo hacía cuando me bebía alguna cerveza o salía de fiesta. Poco a poco se ha ido convirtiendo en un hábito, hay días en que no lo hago y sigo igualmente bien, no me causa ansiedad el no fumar, ni necesito tener cigarrillos en casa, puedo pasar semanas o meses sin hacerlo, pero al final siempre vuelvo a caer. Una cajetilla me puede durar dos semanas o tres. Sin embargo, resulta que el momento del cigarro al final del día, cuando todo está ya en calma y he terminado mis obligaciones, a ser posible con alguna buena conversación o viendo el capítulo de alguna serie absurda que me aleje del ajetreo del día, lo disfruto enormemente y no estoy dispuesto a renunciar a él, por ahora. Es mi estado de excepción.

En su ensayo La sociedad del Cansancio, Byung-Chul Han, defiende la necesidad de la negatividad frente al exceso de positividad que reclama la vida activa y frenética en la que se desenvuelve la existencia de la mayoría de la humanidad. La positivización del mundo – defiende el filósofo- hace que este se vuelva pobre en estados de excepción, expresión que se populariza precisamente por lo cercana que se encuentra a su desaparición, cada vez hay menos o están normalizados. Así se explica que exista la imperiosa necesidad de detenerse, de la vida contemplativa, que no es pasividad sino capacidad de decir “no” a los estímulos para enseñorearnos sobre nuestra propia existencia. Si solo se posee la capacidad de hacer, pero no de no hacer, corremos el riesgo de caer en una hiperactividad mortal.

Se trata de reclamar la superioridad de la vida contemplativa que nos ayuda a detenernos y mirar, a valorar la ausencia de estímulos como el mecanismo que nos defiende del arrastre. En el fondo la hiperactividad es holgazanería, defendería Nietzsche, pues es más fácil dejarse llevar por la estupidez de la mecánica que resistirse a ella. Esta incapacidad para reflexionar está en la raíz de muchos de los males que toleramos como sociedad, porque al no detenernos nos volvemos sumisos, incapaces de reaccionar o cuestionar por nuestra comodidad. Habrá alguien que se preocupe de que las cosas funcionen, pensamos, otorgando a aquellos que deben solucionarlas el poder para que lo hagan sin que nos saquen de nuestro acostumbramiento.  Al final nos pasa como Esaú y vendemos la primogenitura de nuestra libertad por el plato de lentejas de la comodidad.

Jesús Martín Gómez

Párroco de Vera

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