El Obispo diocesano ordenará a seis nuevos diáconos para la diócesis de Almería

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

La ceremonia comenzará a las 11:30 horas, en la S.I. Catedral de La Encarnación.

El próximo 3 de abril, monseñor Adolfo González Montes, Obispo de Almería, conferirá el sagrado orden del diaconado en la Santa y Apostólica Iglesia Catedral de La Encarnación a los seminaristas Mariano Carlos Delgado García, Andrés Francisco Rodríguez Quesada, Raul del Águila Gázquez y Antonio Jesús María Saldaña Martínez. Y con carácter permanente a los seglares Antonio Asensio Montoya y Jesús Ginés García Aíz.  

Según el rito de la ordenación al diaconado, el primer aspecto del ministerio diaconal, es el ministerio de la palabra. Después de haber invocado sobre los ordenandos " el Espíritu Santo", continua el Obispo orando, "para que fortalecidos con tu gracia de los siete dones desempeñen con fidelidad su ministerio" (Oración Consecratoria, Ordenación de Diáconos, España). Una vez revestidos de estola y dalmática, reciben de manos del Obispo uno a uno, los Santos Evangelios, con estas palabras: "Recibe el Evangelio de Cristo del cual has sido constituido mensajero; convierte en fe viva lo que lees, y lo que has hecho fe viva enséñalo, y cumple aquello que has enseñado" (Ritual de Ordenes, España). 

El ministerio del diaconado viene sintetizado por el Concilio Vaticano II con la tríada: ministerio (diaconía) de la liturgia, de la palabra y de la caridad. De este modo se expresa la participación diaconal en el único y triple munus de Cristo en el ministro ordenado. El diácono es maestro, en cuanto proclama e ilustra la Palabra de Dios; es santificador, en cuanto administra el sacramento del Bautismo, de la Eucaristía y los sacramentales, participa en la celebración de la Santa Misa en calidad de ministro de la sangre, conserva y distribuye la Eucaristía; es guía, en cuanto animador de la comunidad o de diversos sectores de la vida eclesial. De este modo, el diácono asiste y sirve a los obispos y a los presbíteros, quienes presiden los actos litúrgicos, vigilan la doctrina y guían al Pueblo de Dios. El ministerio de los diáconos, en el servicio a la comunidad de los fieles, debe colaborar en la construcción de la unidad de los cristianos sin prejuicios y sin iniciativas inoportunas, cultivando aquellas cualidades humanas que hacen a una persona aceptable a los demás y creíble, vigilante sobre su propio lenguaje y sobre sus propias capacidades de diálogo, para adquirir una actitud auténticamente ecuménica.

El diácono, desde el momento de su ordenación ya recibe del Obispo sucesor de los apóstoles el mandato de anunciar el Evangelio. Esto conlleva un cambio en lo más profundo de su ser. En la persona del diácono el soplo del Espíritu Santo se une ahora a su aliento físico para que lo que predique y enseñe no sea mera voz humana. Desde ahora la prédica y enseñanza del diácono ha de ser voz de Cristo, Dios y hombre verdadero.

El modo propio de la actividad diaconal, en virtud del sacramento del orden, ya no es el modo propio laical, tampoco es el sacerdotal. Pero no deja de ser sagrado. Es el diaconal: servidor en Cristo-Siervo.  

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