DOMINGO V TIEMPO ORDINARIO

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Lecturas: Is 58, 7-10. Surgirá́ tu luz como la aurora. Sal 111. El justo brilla en las tinieblas como una luz. 1 Cor 2, 1-5. Os anuncié el misterio de Cristo crucificado. Mt 5, 13-16. Vosotros sois la luz del mundo.

¿Acaso vamos a realizar algún concurso gastronómico o un test de personalidad? Recuerda querido bautizado que portas la gracia de Dios. Nunca seremos “desgraciados sino agraciados” (referencia título). Al igual que los discípulos somos gente sencilla y sin embargo estamos llamados a una gran misión. Las breves parábolas de la sal y de la luz de este domingo completan la proclamación de las bienaventuranzas. Sal de la tierra, luz del mundo nos hablan de la totalidad de los seres humanos y de la creación (tierra/mundo). Este mensaje del sermón de la montaña es universal. Quienes siguen a Jesús están convocados a un exigente requerimiento. Sigue siendo una llamada urgente a los cristianos de hoy.

El grano de sal es diminuto pero enérgico. Aporta sabor y salvaguarda los alimentos de la putrefacción. Desde antiguo se utilizó para fraguar alianzas como signo de permanencia. En el terreno bíblico es símbolo de sabiduría para los creyentes. Nuestra sabiduría es la Palabra de Dios… Jesucristo. Un sabor nuevo que impregna la vida de los discípulos y que debe salir de la tentación de pretender encerrarla en el salero. Este don ha de mezclarse y dar sabor allí donde nuestra presencia se haga visible. En un mundo “soso” se precisa ser sal ante la corrupción de las estructuras. Hay una demanda de la misma en la familia, escuelas, empresas, medios de comunicación, universidad, cultura, economía, política, iglesia… No podemos instalarnos en la queja por lo mal que las cosas se presentan, no podemos culpar al otro. Esta responsabilidad es nuestra, de cada uno. Debemos ser sal…sal y contagia al mundo con el sabor del Evangelio.

El texto de Isaías nos recuerda cómo surge la luz en nuestra vida y Jesucristo nos hace visible cómo ser luz que refleja al que es la aurora del mundo: “comparte tu pan con el hambriento, abre tu casa al pobre sin techo, viste al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano”. Entonces cicatrizarán nuestras oscuridades: “Cuando renuncies a oprimir a los demás y destierres el gesto amenazador y la palabra ofensiva, cuando compartas tu pan con el hambriento y sacies la necesidad del humillado …entonces brillará tu luz en la tiniebla”. No te demores…enciende la luz del Evangelio.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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