Crónica de la beatificación de los mártires de Almería (I)

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

A continuación presentamos una crónica de la emocionante experiencia vivida por esta diócesis almeriense en este fin de semana. La víspera de la solemnidad de Anunciación del Señor, la beatificación de los Mártires de Almería y la Misa de acción de gracias.

Las Primeras vísperas del atardecer del 24 de marzo

Almería se ha vestido de fiesta mayor para celebrar la memoria heroica de los Mártires que dieron su vida por Cristo en la persecución religiosa de los años treinta del pasado siglo XX en España. Eran las 8, 30 horas cuando comenzaba la celebración en la iglesia Catedral de Almería de las Vísperas de la Anunciación del Señor, título de la Catedral de Nuestra Señora de la Encarnación, habitualmente «Catedral de la Encarnación». La celebración se abría con el canto procesional de la luz, tradicionalmente el canto que abre el lucernario, al encender las lámparas antes del oficio vespertino, mientras el atardecer da paso a la vigilia que comienza con el canto de las Primeras Vísperas. Encendido el cirio el diácono José Antonio Rodríguez Castaño, ordenado en la solemnidad de san José, cantaba su mostración a los fieles. Símbolo lleno de expresividad en sí mismo, su luz es la luz de Cristo resucitado que ilumina las tinieblas.

Las Vísperas eran las de la Anunciación y el motto interno de su canto orientaba suavemente a la preparación de la beatificación de los 115 mártires de Almería. El monitor advierte introduciendo a los fieles en la dinámica de la celebración: «Cristo es el sol: su presencia permanente alienta nuestra vida. A pesar de las tinieblas, él nos sigue iluminando… Él es la luz que nos ilumina, y así lo que esta tarde vemos a través del signo, cuando mañana, nos reunamos para la Eucaristía y celebremos el memorial de su encarnación, lo veremos radiante de la plenitud del sacrificio eucarístico y, cuando celebremos la glorificación de nuestros mártires, aumentará nuestra fe en nuestro destino».

El sacrificium laudis (sacrificio de alabanza) del lucernario termina con el encendido de las lámparas que se colocan sobre el altar. El Obispo invoca el auxilio de Dios y comienza el canto de las Vísperas. Himno y antífonas han sido compuestas por el joven organista de la Catedral de Almería Miguel Angel Ferrón Buendía. Las oraciones sálmicas siguieron al canto de cada salmo, recitadas por un Obispo, un presbítero y un diácono. La homilía del Obispo diocesano Mons. González Montes a la lectura breve de la primera carta de san Juan acompaña esta crónica.

Manuel Fanjul, director de «Libros litúrgicos» responsable de ceremonias litúrgicas de la Conferencia Episcopal Española, y Victoriano Montoya, canónigo maestro de ceremonias de la Catedral han cuidado esmeradamente el desarrollo y el ritmo estas hermosas vísperas, en las que se introdujo la veneración de las reliquias de los mártires colocadas bajo el altar, la urna de la confessio martyrum con reliquias de san Indalecio y las reliquias del Obispo Diego Ventaja Milán y compañeros mártires, ya beatificados por san Juan Pablo II en 1993.

Esta veneración litúrgica tiene lugar en la incensación del altar al canto del Magníficat. El obispo y los diáconos que le acompañan, tras la incensación de la cruz, se arrodillan ante la confessio, el Obispo inciensa la urna de las reliquias y prosigue con la incensación del altar.

Acompañaron al Obispo en las primeras vísperas algunos de los obispos llegados a Almería para la Beatificación de los Mártires. La catedral estaba llena de fieles, los bancos habían dispuestos al modo coral formando una gran nave con la incorporación del Coro catedralicio, ocupado por el Cabildo, el Seminario y una coral de voces blancas dirigida por Alejandro Torrente, director de la orquesta joven y coro de Roquetas de Mar.

Había comenzado uno de los acontecimientos religiosos que marcará la historia diocesana de Almería, de honda repercusión sobre el tejido social y cultural de esta dinámica provincia de Andalucía Oriental.

La Velada de recepción de peregrinos y preparación a la Beatificación

Los peregrinos y fieles almerienses se apresuraron tras las vísperas en la catedral a tomar un tentempié para poder estar a las nueve horas en el Auditorio de Roquetas de Mar, donde tenía lugar la Velada de recepción de peregrinos y preparación a la Beatificación. Los obispos, ya en su mayoría en el «Seminario Casa de Espiritualidad Reina y Señora» de Aguadulce se apresuraban para llegar a tiempo a la cita. El cardenal de Sevilla, Mons. Amigo y el cardenal arzobispo de Valladolid y Presidente de la Conferencia Episcopal Española, con el Obispo de Almería flanqueaban al Legado Pontificio, el cardenal Angelo Amato, seguidos del arzobispo Castrense, los obispos de Orense, Tortosa, Jaén, Palencia, Solsona y auxiliar de Madrid.

Al llegar al auditorio el Legado del papa Francisco fue recibido por el Alcalde de Roquetas de Mar y miembros de la Corporación, a los que saludó acompañado de los obispos españoles, para escuchar a continuación el himno de la Ciudad del Vaticano y el himno nacional de España. En el auditorio no cabía nadie más. José María Sánchez, sacerdote diocesano, se estrenó como regidor de escena, condujeron el guion Daniel Valverde, profesor de secundaria y almeriense en Jerez y Verónica Ruiz, jefa de informativos de COPE-Almería. Se sucedieron las marchas procesionales, los testimonios de algunos familiares de los mártires, y la confesión de fe y el arte maravilloso de la gitana de cuerpo entero María José Santiago, que cantó a Emilia Fernandez “la Canastera de Tíjola”, mártir del Rosario.
La velada sobrepasaba las doce de la noche cuando ponía broche de oro el estreno del Himno a los Mártires de Almería, compuesto por el compositor almeriense, Mons. Bernardo Ávila Ortega, capellán de honor de Su Santidad y sacerdote muy estimado en la diócesis. Sonaba el pegadizo estribillo del himno:

“Dichosos mártires de Almería,
sembradores de paz, testigos de Cristo,
signos de amor: abridnos caminos,
enseñadnos a vivir la fe con pasión”.

Era tarde y había que dormir de prisa. Esperaba la madrugada de la Beatificación en el Palacio de Congresos y Exposiciones de Roquetas de Mar, el escenario perfecto que la Cámara de Comercio ofrecía a la multitud de fieles que esperaban tomar parte en la experiencia religiosa de gracia y alegría de la Beatificación.

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