CRISIS DE IDENTIDAD ECLESIAL, por Jesús Martín Gómez

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Está claro que a lo largo de nuestra vida personal todos pasamos por momentos de crisis. La palabra puede asustarnos porque la escuchamos siempre rodeada de elementos o propiedades negativas. Pero normalmente las crisis personales, cuando las aprovechamos bien, parece que nos ayudan a crecer y tomar decisiones que nos hagan salir del caos en el que tal vez nos encontramos. En un plano global nos asustamos de que exista una crisis económica, política o de valores, pero en el fondo los sistemas están en continua evolución y es normal que en ellos aparezcan permanentemente coyunturas que produzcan cierta incertidumbre. Aunque, como siempre digo, la incertidumbre es la peor de las sensaciones, hay que reconocer que en la vida existen muy pocas seguridades, por no decir que no existe más que una.

En el momento actual la vida eclesial parece bascular entre dos modelos. En un lado, aquella iglesia que no tiene miedo a adaptarse al entorno, que evita hablar de pecado, arrepentimiento o compromiso, cuyos mensajes van más en la línea de lo emocional y la motivación. Se trata de un modelo fallido porque en realidad ha dejado de ser relevante, no ofrece más que lo que puede ser un grupo de autoayuda o entretenimiento, donde pasar el rato, haciendo una labor social más o menos relevante. En el lado contrario aquella iglesia que se ha refugiado en sí misma, con posturas inflexibles y aferrada a tradiciones, con minúscula y que hay que diferenciar de la Tradición, que no ofrece respuestas reales. Ambas posturas reflejan una crisis de identidad por ser una copia de la cultura dominante o por dejar de ser accesible para quienes necesitan a Cristo.

Aquello que define a la Iglesia es la relación con Cristo y la misión de evangelizar. Somos una comunidad de creyentes llamados a actuar. Las vías por las que influir en la sociedad son la verdad, la justicia y la paz. Añadamos a estas el amor sincero y desinteresado, que es la esencia del mensaje cristiano. Si buscamos aceptación, dejamos de lado el fin de ser luz del mundo y sal de la tierra; si nos encerramos en tradiciones, con minúscula, dejamos de impactar en él. La relación con Cristo debe llevarnos a cada uno a implicarnos activamente en nuestro entorno viviendo el evangelio con amor y convicción. Esto significa huir de toda afección excesiva por el mundo o de toda atalaya que nos aparte de él y no nos permita ver la vida real de la gente. La cuaresma es el tiempo de volver a la raíz y recuperar la fuerza del evangelio, purificando nuestra relación personal y comunitaria con Cristo, el único que puede recordarnos quiénes somos y para qué hemos sido llamados.

Jesús Martín Gómez

Párroco de Vera

Foto: Lucca Baggio

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