Encuentro diocesano de monaguillos

Carta Pastoral de Mons. Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla.

Queridos hermanos y hermanas:

El próximo sábado, se celebrará nuestra en nuestra Archidiócesis el Día del Monaguillo, jornada de convivencia festiva, en la que cada año participa un nutrido grupo de acólitos de nuestras parroquias. Tiene lugar en el Seminario Metropolitano de Sevilla y en ella se alternan juegos y diversiones con momentos de oración y convivencia de los monaguillos de nuestras parroquias. Por ello, me permitiréis que en esta semana me dirija especialmente a este grupo selecto entre los niños de nuestra Archidiócesis, que sirven al altar y que prestan un excelente servicio a nuestras parroquias.

Queridos monaguillos: os saludo con mucho afecto, al mismo tiempo que os invito a participar en el Día del Monaguillo de este año. Como vosotros, yo fui monaguillo en mi infancia, circunstancia de la que el Señor se sirvió para llamarme al sacerdocio. El Papa Benedicto XVI fue también monaguillo en las parroquias de Ascua y Traunstein, en su Alemania natal, como lo han sido muchos sacerdotes que vosotros conocéis. En los primeros días de agosto del año 2006 se celebró en Roma un encuentro internacional de monaguillos, en el que participaron cerca de cuarenta y cinco mil acólitos como vosotros. Fueron recibidos por el Papa, quien después de recordar sus vivencias como monaguillo entre los ocho y los doce años, invitó a los monaguillos de todo el mundo a ser amigos, testigos y apóstoles de Jesús.

En su discurso os dijo Benedicto XVI que vuestra relación con el Señor, realmente presente en la Eucaristía, no debe ser sólo exterior. Debe ser “íntima, profunda, de amistad realmente personal, capaz de dar sentido a la vida de cada uno de vosotros”. De lo contrario, no podréis dar testimonio de Él. Os invitó también a escuchar con gran disponibilidad la voz del Señor, que tiene algo que deciros. Tal vez está diciendo a alguno de vosotros: "Quiero que me sirvas de modo especial como sacerdote, convirtiéndote así en mi testigo, siendo mi amigo e introduciendo a otros en esta amistad". Si es así, escuchad con gran apertura de corazón la invitación del Señor y seguidla con prontitud.

El Papa os llama “apóstoles de Jesús”. Cuando servís al altar, estáis dando testimonio de que creéis que allí está presente el Señor, con su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad, con una presencia real, verdadera y sustancial, como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica. Si lo hacéis con actitudes de recogimiento, de auténtica devoción, que brota del corazón y se expresa en los gestos, en el canto, en las respuestas, si lo hacéis como se debe, y no distraídamente, de cualquier modo, entonces vuestro testimonio llega a quienes os contemplan y sois verdaderamente apóstoles del Señor. La amistad con Él tiene su fuente y su cumbre en la Eucaristía. Vosotros tenéis el privilegio de estar cerca de este sacramento admirable. Luchad contra la rutina. No os acostumbréis nunca a servir al altar. Hacedlo cada día como si fuera la primera vez, como si fuera la última vez, con la sorpresa y la emoción a flor de piel, con mucho amor al Señor que os concede el privilegio grande de tenerlo tan cerca. “Descubrid cada día -os dice el Papa- que [sobre el altar] sucede algo grande, que el Dios vivo está en medio de nosotros y que podéis estar cerca de él y ayudar para que su misterio se celebre y llegue a las personas”.

El Papa os pide que deis frutos de bondad y de servicio en todos los ámbitos de vuestra vida, en la familia, en la escuela y en el tiempo libre, y que el amor al Señor, que crece en vosotros cuando estáis junto a Él en el altar, lo entreguéis a todas las personas, especialmente a aquellas a quienes les falta amor, que no reciben bondad, que son ancianos, sufren enfermedades, son pobres o están solos.

El Santo Padre terminó esta conversación con los monaguillos presentes en la plaza de San Pedro y también con vosotros con esta invitación: “¡Sed siempre amigos y apóstoles de Jesucristo!”. Hago mía esta invitación del Papa, al mismo tiempo que os animo cordialmente a participar en el Día del Monaguillo de este año en el Seminario Metropolitano de Sevilla. Pedid a vuestros padres y a vuestros párrocos que os traigan. Ni ellos ni vosotros os arrepentiréis. Estad seguros de que volveréis contentos y felices a vuestras parroquias y a vuestros hogares. Os encomiendo a vuestro patrono, San Tarsicio, niño como vosotros, martirizado mientras llevaba la Eucaristía a los presos y enfermos de Roma en tiempo de persecución. Anunciad y entregad también vosotros al Señor a vuestros amigos para que lo conozcan y lo amen. Es el mejor servicio que podéis prestarles.

Para todos vosotros, para vuestros sacerdotes, para vuestros padres y hermanos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla  

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