Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, Jesús Catalá, en la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo celebrada en la Catedral de Málaga el 14 de junio de 2020.
(Catedral-Málaga, 14 junio 2020)
Lecturas: Dt 8, 2-3.14-16; Sal 147, 12-15.19-20; 1Co 10, 16-17; Jn 6, 51-58. (Ciclo A)
El pan eucarístico alimenta la caridad
1.- El antiguo pueblo de Israel fue conducido por el desierto en su camino hacia la tierra prometida, sufriendo hambre y sed, penalidades y enfermedades, con las que Dios lo purificaba, como hemos escuchado en la lectura: «Acuérdate de todo el camino que el Señor tu Dios te ha hecho andar durante estos cuarenta años en el desierto para humillarte, probarte y conocer lo que había en tu corazón: si ibas o no a guardar sus mandamientos» (Dt 8, 2).
La pandemia del coronavirus (Covid-19) está siendo una prueba de fuego para nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor. Nos ha trastocado la vida de manera convulsiva e inesperada; nos ha hecho palpar nuestra debilidad e inseguridad; hemos experimentado nuestra fragilidad y vulnerabilidad. Las cosas en las que la mayoría se apoyaba se han venido abajo; y ahora su vida está más llena de incertidumbres que de certezas.
Esta dura experiencia vital nos anima a dirigir de nuevo la mirada a Jesucristo, roca firme (cf. Lc 6, 47-48) y fundamento de nuestra existencia (cf. 1 Tm 1, 14; 2 Tm 1, 13), que no falla ni se derrumba nunca.
2.- Jesucristo entregó su vida por nosotros en la cruz y nos dejó como prenda de vida eterna su Cuerpo y su Sangre en el sacramento de la Eucaristía. Padeciendo por nosotros, nos dio ejemplo para seguir sus pasos, dando nuevo sentido a la vida y a la muerte.
El pan eucarístico alimenta la caridad. El Cuerpo de Cristo entregado y su Sangre derramada en la cruz, convertidos en el sacramento eucarístico, son alimento y fuerza para la entrega diaria al hermano necesitado.
El fiel cristiano, conformado a la imagen del Hijo, recibe las primicias del Espíritu (cf. Rm 8, 23), que le capacitan para cumplir la ley nueva del amor, pedida por Jesús: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros» (Jn 13, 34). Siguiendo los pasos del Maestro y participando en el sacramento eucarístico, podemos vivir la entrega diaria de amor. Difícil va a ser esa entrega, si no nos alimentamos con el pan eucarístico; porque este pan expresa la entrega del Señor por nosotros y nos invita a entregarnos.
La situación de pobreza y de exclusión social, que viven tantas personas en nuestra sociedad y en el mundo, interpelan nuestra conciencia y nuestro compromiso cristiano.
3.- En este tiempo de pandemia hemos visto infinidad de gestos solidarios, llenos de amor. Personas de diversas creencias, culturas, ideas, oficios y niveles sociales, se han puesto al servicio de una humanidad herida.
En esta solemnidad litúrgica del Corpus celebramos el Día de la Caridad con el lema: “El poder de cada persona. Cada gesto cuenta”.
Jesús nos invita a todos a caminar con Él (cf. Lc 24 13-35); su presencia sacramental entre nosotros es fuerza que da vida. Nos invita a ser solidarios, a construir comunidades cristianas de caridad, a vivir la esperanza, a acoger y escuchar al otro, a celebrar la fe, a ofrecer el perdón, a cuidar a los más frágiles, a denunciar las injusticias.
La persona humana crece con el amor y se hace más fuerte; y puede realizar gestos, aunque sean pequeños, que transformen la sociedad construyendo vida. Así lo ha prometido Jesús: «Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre» (Jn 6, 51); su cuerpo sacramentado es vida para al mundo; es vida para cada uno de nosotros cuando participamos de él.
La experiencia vital ante el sufrimiento nos ha empujado a salir de nuestro egoísmo, priorizando el bien común y la defensa de la vida; nos ha abierto el corazón a la compasión y la solidaridad. De este modo será posible hacer presente el Reino de Dios en una sociedad nueva, o mejor, renovada, donde la justicia, la paz y la fraternidad sean las coordenadas de nuestro mundo. Queridos fieles, tenemos grandes retos, pero debemos afrontarlos juntos.
Todos los cristianos formamos parte de Caritas, porque Caritas es la expresión de amor de la Iglesia católica. Y todos juntos estamos llamados a reconstruir la sociedad, transformando nuestro estilo de vida al estilo de vivir de Jesús.
4.- La Eucaristía es la fuente de donde brota la caridad, la comunión, la bondad, la verdad, la libertad, que son el distintivo del ser cristiano. Ella expresa el amor de Dios, que ama sin medida a los hombres en su Hijo. Participar en la Eucaristía compromete a vivir como Jesucristo, a amarnos unos a otros como Él nos ama.
El pan eucarístico alimenta la caridad; y ésta constituye el principio vital de la Iglesia, como Cuerpo místico del Señor. San Pablo nos recuerda: «Si no tengo caridad, nada soy. Si no tengo caridad, nada me aprovecha» (1 Co 13,23).
La caridad expresa la singularidad del amor cristiano: el amor brota de Dios, fuente inagotable de amor. Este amor se distingue otras actitudes. No se trata de mera filantropía, ni de un sentimiento de empatía hacia los hombres, ni de una simple prestación de servicios, ni puede reducirse a un voluntariado social. Todo pueden hacerlo gente no creyente.
La caridad cristiana es el amor mismo de Dios derramado en nuestros corazones. Hemos sido amados primero y ello nos permite amar al estilo de Jesús; esa es la diferencia entre el amor cristiano y otros altruismos. Dios es amor y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. «Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor» (1 Jn 4,8).
5.- Todo lo que nos suceda, salvo el pecado, no es bueno ni malo; depende si lo utilizamos para gloria de Dios y bien nuestro o lo desperdiciamos. Todos los eventos, que podemos calificar como “malos”, porque nos hacen sufrir, en sí mismos pueden ser elementos para purificar nuestro corazón y nuestro amor; y, por tanto, son buenos para nosotros. No juzguemos las cosas y los acontecimientos por el dolor que nos provocan; sino por la finalidad que el Señor desea. Podemos hacer de cada instante de nuestra vida un gesto de amor.
Este año, queridos hermanos, no podremos hacer la acostumbrada procesión de Corpus por las calles de la ciudad; pero llevaremos a Cristo eucaristía en nuestros corazones y lo haremos presente a través de nuestras obras de amor y en la vida de cada día. ¡Comprometámonos hoy en hacer procesión de Cristo-amor!
Pedimos a Santa María de la Victoria que nos acompañe, para llevar a Cristo a los demás y ser buenos testigos del amor de Dios a los hombres. Amén.