Mensaje de Mons. D. Rafael Zornoza Boy emitido en El Espejo de la Iglesia de Cádiz y Ceuta el 5 junio 2020.
La Iglesia española reza este domingo por los monjes y monjas contemplativos, que fielmente han orado y trabajado durante la pandemia por el bien de todos. Es lo que han hecho siempre y lo seguirán haciendo, según su vocación, calladamente, en silencio. La solemnidad de la Santísima Trinidad el domingo 7 de junio es la festividad escogida para orar por quienes oran continuamente por nosotros. Es la Jornada por la vida contemplativa, la Jornada Pro orantibus donde recordamos que los monjes, las monjas y la vida eremítica ofrecen su vida en alabanza continua a la Santa Trinidad y su oración de intercesión por la comunidad cristiana y el mundo entero. En España hay 751 monasterios con 8.731 contemplativos. Los monasterios femeninos son 716 y 35 los masculinos.
Hemos de gradecer a Dios esta forma de consagración que necesita la Iglesia. Igualmente, reiteramos nuestra estima y nuestro compromiso para conocer mejor la vocación contemplativa que nos acompaña y a la que queremos acompañar en el corazón de la Iglesia y de cada persona bautizada. Muchos han llamado la atención haciendo mascarillas durante la epidemia o colaborando con trabajos por los demás desde su silencio. Pero todo eso no es más que un pequeño gesto de su gran generosidad y entrega constante.
«Con María en el corazón de la Iglesia» custodian una dimensión imprescindible. La Virgen María y la Iglesia constituyen el marco para la vida consagrada. María es modelo de esperanza para todos los consagrados. La Virgen es un signo para la vida consagrada contemplativa, porque está llamada, como ella, a habitar el corazón del cuerpo místico de Cristo, de la Iglesia y, con amor materno, acompañar a sus hijos e hijas en todo momento, sobre todo en la desgracia.
La vida contemplativa –como María en medio de la comunidad de los discípulos, como el corazón en el centro del cuerpo humano– permanece «escondida» de todo y de todos, pero presente en todo y en todos. No constituye un miembro entre otros, sino que representa aquello que vivifica y sostiene a todos los miembros: el amor. María es memoria primerísima del amor de Dios en Jesús; la vida contemplativa es memoria singularísima del amor de Jesús en la Iglesia. Por eso, el lugar de la vida consagrada contemplativa coincide con el lugar de María, Madre de Dios y Madre de la Iglesia: cada una a su modo, ambas constituyen el corazón del cuerpo místico de Cristo, ese motor en el que se recoge y se expande la sangre que vivifica a todos los hombres con la fuerza del amor divino.
Recordemos y oremos, pues, por tantos hombres y mujeres consagrados a la vida de contemplación, que es al mismo tiempo una vida oculta y fecunda para el mundo y nos muestra la luz de Dios, sobre todo cuando la oscuridad se cierne sobre la humanidad. Recordamos que la vida consagrada contemplativa custodia fervorosamente la realidad central de la fe, que es el amor de Cristo, que mantienen viva la confianza en ese Dios que, por puro amor nuestro se encarna para salvación de todos. Hemos de agradecer también a las personas consagradas contemplativas que despiertan a su alrededor la paciencia y la perseverancia de quien se sabe acogido por las entrañas compasivas de Dios Padre en toda circunstancia, aun en medio de grandes sufrimientos, como los presentes. Irradian al mundo la alegría de vivir según el Evangelio, según la gracia del Espíritu.
Os invito conocer nuestros siete monasterios diocesanos en Cádiz, San Fernando, Chiclana y Medina; y conocer a las monjas, su vida y su compromiso y fidelidad. En esta Jornada Pro Orantibus pidamos a Dios que los guarde. Bendigamos al Señor por la vocación consagrada contemplativa, y pidamos hoy por tantos hermanos y hermanas nuestras que viven, oran y misionan en tantos monasterios esparcidos por nuestra geografía y por todo el mundo.