Mons. Ceballos: “En la diócesis he tenido momentos gozosos y dolorosos”

Diócesis de Cádiz-Ceuta
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La diócesis de Cádiz y Ceuta es el resultado de la unión de la Gadicensis y Septensis bajo un único obispo titular, proceso que se inició en 1857 y culminó en 1933. Es sufragánea de la Archidiócesis de Sevilla y no tiene enclaves territoriales en otras diócesis ni de otras en su demarcación.

El lunes 25 de marzo se cumplen 25 años de la ordenación episcopal de nuestro Obispo emérito Mons. Antonio Ceballos Atienza. Dado que este año coincide con la Semana Santa, la celebración de la efeméride, se ha trasladado al lunes 8 de abril. Ese día, nuestro Obispo emérito concelebrará una Misa de Acción de Gracias en la Catedral de Cádiz, junto con Mons. Rafael Zornoza.

El lunes 25 de marzo se cumplen las bodas de plata de su ordenación Episcopal, ¿qué recuerdos tiene de ese día?

Efectivamente, ¡Veinticinco años de vida Episcopal! Son muchos recuerdos inolvidables e inenarrables e indescriptibles. Fue un momento de gracia vivido en el silencio y en la intimidad. Hace veinticinco años que la Santa Iglesia me hizo Obispo, aunque muy indigno y pobre… ¡Qué misterio de gracia y, a la vez, de confusión! La gracia de las ternuras de Jesús para conmigo «pastor et episcopus» para el que eligió para Obispo suyo… ¡oh, Señor mio, cuántas gracias te doy por haberme conservado fiel a este principio! Yo figuro, entre los pequeños y los pobres…

A los veinticinco años de distancia de mi vida episcopal, ¡Cuántas gracias ordinarias y extraordinarias recibidas! ¡Cuántas gracias, Dios mio! Esto debe mantenerme en una actitud de amor y humildad, y ante el recuerdo de mis culpas, como en una confesión, recito el MISERERE, que es mío, y el MAGNIFICAT que es todo del Señor…

Suponemos que un nombramiento así le coge a uno por sorpresa, ¿cómo se enteró de su elección para el Episcopado?

¡Sorprendentemente en todo! Sorprendentemente, por el día en que se me comunicó: 28 de Diciembre, Día de los Santos Inocentes. Sorprendente, por la hora: ocho de la mañana; sorprendente, en la forma de comunicación: estoy en Madrid, en mi habitación; suena el teléfono. Lo cojo y me preguntan ¿es usted D. Antonio Ceballos? «Sí». ¿Está usted solo en la habitación?, «sí». No cuelgue que le van a hablar. Era la voz del Sr. Nuncio que me pedía que fuera a hablar con él a Nunciatura antes de irme al encuentro que tenía en Majadahonda con unos 80 sacerdotes venidos de todas las partes de España.

Inmediatamente, me marcho a Nunciatura. El Sr. Nuncio me recibe y, después de un breve diálogo sobre otros asuntos, me dice: «El Santo Padre, Juan pablo II, le nombra Obispo de Ciudad Rodrigo (Salamanca). Le ruego me dé su respuesta» ¡Menuda sorpresa para mí! pues no esperaba nada de nada y ¡Día de los Inocentes! Era increíble, anduve dialogando con el Sr. Nuncio y me marché a mi misión, guardando este secreto pontificio. A los 20 días se hizo público mi nombramiento, como Obispo de Ciudad Rodrigo.

Su primera etapa como Obispo fue en la diócesis de Ciudad Rodrigo, ¿cómo recuerda su trayectoria en tierras salmantinas?

Como Obispo de Ciudad Rodrigo fui muy feliz. Fueron mis primeros años que con temor y temblor los inicié, tal y como soy, y he pensado seguir siendo. Con entusiasmo, humildemente, y trabajando con fortaleza en silencio y con mi divisa en el escudo episcopal, «in omnibus charitas» (en todo el amor).

Con todo el amor y con entrañas de misericordia, me puse a servir a mis diocesanos de Ciudad Rodrigo, en donde encontré afecto y cariño y también espinas… Sobre todo, por los pobres y el paro… La zona de Ciudad Rodrigo es una zona de Castilla pobre, frontera con Portugal, pero con gente entrañable y acogedora…

Entonces había un número de sacerdotes considerable y en cada parroquia había un sacerdote y pude estar cerca de ellos, de las religiosas y de los fieles. Fueron años verdaderamente gozosos, hablando pastoralmente, por todo lo cual doy gracias a Dios.

Tras esta primera experiencia, le nombran Obispo de Cádiz y Ceuta, ¿qué siente al recordar sus primeros pasos en nuestra diócesis?

También, el nombramiento de Cádiz fue para mí una sorpresa, dado que en Ciudad Rodrigo me iba muy bien.

La diócesis de Cádiz y Ceuta tiene otras dimensiones, en todos los sentidos. Pronto opté por el servicio a todos, sobre todo a los pobres. Han sido casi 18 años los que he estado presente en ella. Presente… presente… tan presente que no me moví en ese tiempo. Han sido unos años muy apasionantes. El conocimiento de la diócesis de Cádiz con sus dos bahías y puertos; y Ceuta con su bahía, puerto y frontera. Los trabajos con los sacerdotes en fraternidad sacerdotal, y con los laicos y religiosos en fraternidad apostólica. El Sínodo Diocesano. La aplicación del mismo y las grandes espinas de esta Diócesis, que he estado abrazado a ellas: el paro y las permanentes riadas de inmigrantes.

Realmente, que en este tiempo he tenido momentos gozosos y dolorosos, como son las muertes de jóvenes, niños y adultos en la travesía del estrecho de Gibraltar y las grandes manifestaciones del paro… y por otra parte, la Jornada Mundial de la Juventud fue un momento de alegría y de gozo.

Y ahora como sigo siendo Obispo emérito de Cádiz y Ceuta, rezo mucho por mis diocesanos y entono y canto mi pequeño Magníficat, contando ya con mis limitaciones y fragilidades, pero alegre y muy contento.

Imaginamos que habrá seguido, intensamente, la elección del nuevo Santo Padre, ¿cómo cree que influirá la personalidad del Papa Francisco en el episcopado español?

Es encantador. Un Pastor humilde, profundo, abierto y sencillo, amigo de los pobres; Pastor según el corazón de Cristo, Buen Pastor, valiente, generoso y cercano.

Los cardenales, iluminados por el Espíritu Santo, han elegido a un pescador de hombres en un tiempo de grandes desafíos.

Han elegido a un nuevo Papa, el Papa Francisco, del agrado de Dios, para esta Iglesia del siglo XXI, que venía siendo magníficamente dirigida, por el ministerio Petrino en manos del Papa emérito Benedicto XVI.

Este ministerio Petrino, hoy en manos del Papa Francisco hará mucho bien, no sólo a los obispos españoles, sino al episcopado del mundo entero: «Una Iglesia pobre al servicio de los pobres». Un signo de esperanza para mucha gente.

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