La Comunidad fundada por la Madre María Campillo Hurtado celebró ayer, 12 de septiembre, el 30 aniversario de la aprobación diocesana como Hermanas Misioneras de la Sagrada Familia. Han sido treinta años de intenso ardor apostólico en diversos campos pastorales, especialmente entre los jóvenes, los ancianos, de servicio misionero en parroquias… En la celebración de la Eucaristía pidieron por todas las hermanas, presentando a Nuestro Señor la necesidad de ayuda de lo Alto, dado que es muy reciente la muerte de la Madre Fundadora, para que no les falte el ánimo y la confianza en Dios y su labor apostólica siga ajustándose a proyecto fundacional. La Misa tenía un entrañable sentido por ser el día del onomástico de la fallecida fundadora.
Considerando estos eventos y la reciente celebración del Capítulo extraordinario que ha tenido lugar el pasado sábado 8, el Sr. Obispo ha querido estar junto a las Hermanas para expresarles todo su apoyo como pastor de la Diócesis de Cartagena. Así, a las 6,30 de la tarde, en la Casa-madre de la pedanía murciana de Rincón de Seca, celebró Misa para la Comunidad acompañado de varios sacerdotes, entre ellos, el capellán y el confesor de la Comunidad. El Sr. Obispo resaltó en la homilía las cualidades y virtudes que caracterizaban a la Madre María Campillo, por las que destacó en su vida: la sencillez y la humildad, su gran fe en Cristo y el amor a la Madre de Dios. Les exhortó a todas las hermanas a imitar ese ejemplo de vida cristiana, fijándose en el modelo esencial de Jesús, tanto en el pesebre, como en la cruz. Invitaba a las hermanas a que le pidieran al Espíritu el coraje de los apóstoles para seguir con valentía la tarea encomendada, apuntando con gracia que si ésta fuera una obra humana y con abundantes medios económicos, habrían contratado al mejor equipo de marketing para asegurarse el éxito, pero le dijo, que eso no va a ninguna parte, porque se trata de una obra de Dios, que el éxito de ellas debe estar en una seria vida de oración, de sacrificio, de alegría y de esperanza; que deben vivir su vida de consagradas con coherencia, en la verdad de Dios y en su amor, que superen todas las tentaciones de quedarse en lo efímero y agarrarse a quien de verdad les va a salvar, Jesucristo; que si viven con transparencia y fidelidad su vida, imitando la fe de la Madre de Dios, no necesitaran propagandas, que de eso se encarga Dios.