El nuevo Arzobispo electo, tras su nombramiento, se dirige a la familia castrense. Muy querida familia castrense en España:
“Opus iustitiae pax” -“la paz obra de la justicia”- (Is 32,17; Jn 14,27). Éste es el lema episcopal que tomé hace ocho años cuando fui ordenado obispo y quiero que éstas sean mis primeras palabras al saludar a toda la Diócesis Castrense en España, en el día en que se hace pública la noticia de que el Santo Padre Benedicto XVI me ha nombrado vuestro Arzobispo.
En estos últimos tiempos he acompañado al Pueblo de Dios como Obispo de la Diócesis de Asidonia-Jerez, a la que he querido profundamente. Ahora la Divina Providencia me pone al frente de ese Arzobispado Personal Castrense, que recoge una tradición institucional de cuatro siglos, en los que la Iglesia ha desarrollado una actividad pastoral con abundantes frutos. Por todo ello y por lo mucho que se ha trabajado en las etapas más recientes, quisiera expresar un recuerdo agradecido hacia quien hasta hace un año ha sido vuestro Arzobispo, Mons. D. Francisco Pérez González. ¡Que el Señor le premie cuanto ha hecho al servicio de todos vosotros! Igualmente, mi reconocimiento al Arzobispo Emérito, Mons. D. José Manuel Estepa Llaurens, que ha entregado su vida en favor de la familia de las Fuerzas Armadas.
Saludo con todo afecto al que durante este año ha sido vuestro Ordinario Castrense, D. Ángel Cordero Cordero, que ha gobernado la Diócesis con sabiduría espiritual y pastoral durante el período de sede vacante; a los hermanos presbíteros, que seréis mis inmediatos y estrechos colaboradores; a los seminaristas y religiosas; a Sus Majestades los Reyes y a toda la Familia Real, y a los cristianos laicos pertenecientes a los tres Ejércitos, Guardia Civil y Fuerzas de Seguridad y Defensa, especialmente aquellos destacados en misiones en el extranjero.
Rogad a Dios por mí para que me conceda la gracia de ser un obispo “bueno, sabio y santo” según el corazón de Cristo, para que pueda apacentar esa grey con sencillez y cercanía, fomentando la cultura del diálogo y de la paz, y así el Evangelio de Jesucristo sea acogido como Buena Noticia para todos los hombres. Quiero ser un obispo de todos y para todos, “un hermano entre los hermanos”, un servidor de la Palabra, de la Eucaristía y de la caridad.
Confío fuertemente en la asistencia del Espíritu Santo, para que me haga instrumento de ayuda y consuelo hacia los más necesitados y alejados, a la vez que lleve una palabra de esperanza en las situaciones de dolor, en particular para las familias que han sufrido el zarpazo de la violencia y el terror en algún momento de sus vidas al servicio de España.
Desde estos momentos estáis en mi corazón y en mi plegaria. Os animo a trabajar en comunión con la Iglesia Universal y bajo la guía del Sucesor de Pedro, de esta manera mostraremos en todo momento y lugar la belleza de la fe católica. Es tiempo de sembrar, de mirar al futuro con confianza, sabiendo que la gracia de Dios nos precede y que nada ni nadie “nos podrá separar de su Amor” (Rom 8,39).
Todos estamos llamados a contribuir a que nuestra sociedad sea más humana, más fraterna; nosotros, los cristianos, lo hacemos desde la gracia del Evangelio de Jesucristo, que todo lo salva, lo redime y lo ennoblece.
Que María Inmaculada, Madre y Patrona, nos ayude a saber dar a conocer a su Hijo como Señor de la Paz y la Justicia.
Recibid mi más afectuoso saludo y mi bendición.
+Juan del Río Martín
Arzobispo electo Castrense en España
Jerez de la Frontera, 30 de junio 2008