«Si no me doy a conocer sobre quién soy, la relación no va a funcionar»

Entrevistamos a Fernando del Castillo, responsable del curso de “Amor, Comunicación y Sexualidad humana” que comienza hoy en la Casa de Juan Pablo II en la Zubia, para hablar sobre cuestiones de afectividad y amor humano en el momento presente.

Para quien no lo conozca, ¿en qué consiste este curso sobre de “Amor, Comunicación y Sexualidad humana”?

El objetivo del curso es poder crecer personalmente y en las relaciones humanas, tanto en la amistad, como con los hermanos, en la relación paterno-filial y muy especialmente en la relación de pareja, para aquel que la tenga. Hoy en día vivir el matrimonio y el noviazgo no es sencillo. Estamos viviendo una época de relaciones a veces de mucho apego, tóxicas. La pareja pasa por muchas etapas y es algo que conviene estudiar, estudiar bien el sentido y el significado del amor humano para no llevarse sorpresas.

¿Qué novedad aporta este curso en comparación con todos los cursos de sexualidad vigentes?

Nosotros hacemos mucho hincapié en la importancia de la comunicación dentro de lo que supone el lenguaje del cuerpo, el lenguaje de lo sexual. Hoy sabemos muy bien que la gran dinamizadora de la sexualidad humana es lo afectivo. Lo afectivo es lo que me afecta, entonces lo que más afecta al ser humano es sentirse en relación con el otro; cuando siento rechazo o desconfianza el cuerpo reacciona y lo sexual tampoco funciona. Estamos viendo mucho en terapia y en consulta clínica muchos problemas de pareja precisamente porque no saben comunicarse con el corazón, y así difícilmente se van a comunicar con el cuerpo. Lo sexual es una expresión de todo lo que hay dentro de nosotros, en las emociones, y eso pasa por cuerpo, corazón y cabeza. También lo que pienso y reflexiono sobre la sexualidad, y lo que decido hacer.

¿Qué supone para usted el lenguaje del sexo específicamente dentro de la vida conyugal?

La sexualidad, no solo en la realidad conyugal, sino que en cualquier realidad humana es fundamental, es algo propio del ser humano. Somos seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos. El sexo ha sido un tema tabú, un tema muy complicado durante muchos siglos y a veces hemos pasado a lo contrario, a convertirse en un tema permisivo, hipersexualizado. No solo es que la virtud esté en el medio, que siempre lo ha estado, sino que la sexualidad es algo que ya está incorporado de suyo y es muy importante no solo para la conyugalidad, para los casados, sino también para las personas que están solteras y son célibes. Estos cursos a veces los damos en noviciados, en seminarios… no solamente por lo que estamos viendo en las noticias de este reciente encuentro, con los temas de abusos sexuales por parte de sacerdotes, del clero o de personas religiosas, sino también por el lado contrario, de la hipersexualidad o el consumismo sexual. Ninguno de los extremos resuelve la cuestión. Ni es un tema de represión o rigorismo sexual, ni se trata de hacer lo que me dé la gana, lo que llamamos el relativismo moral.

Creemos que la sexualidad en lo respectivo a la salud, antropológicamente y psicológicamente es muy claro. Pero no siempre vivimos con una sexualidad sana. Traemos heridas. Heridas de nuestro niño interior. Estamos en unos índices de abusos sexuales muy grandes. Según el Consejo de Europa, el 25% de abusos sexuales se da en niñas y el 15% en niños. Pero si la vida psicoafectiva no está clara pues difícilmente lo vamos a vivir. Es verdad que los “mass media” nos lanzan un poco al consumismo sexual, igual que pasa con el alcohol y el tabaco, no les importa mucho la salud, les importa el dinero y hay que tener una cierta visión crítica para ver qué es lo que hay detrás de toda esta historia. Entonces, no creemos que se trate tanto de un tema de moral sexual, que también, sino que es un problema sobre lo que es el ser humano y de respetar la naturaleza y los ritmos de la relación. Por tanto, no solo es una cuestión importante para los cónyuges sino para cualquier persona.

Poniéndonos en el lugar de una pareja que acaba de empezar, ¿qué cree usted que sería lo recomendable para ellos a tener en cuenta en el tiempo actual?

Yo a una pareja de novios les diría que el noviazgo es lo que en el ámbito religioso llamaríamos el noviciado. O sea, es un momento muy importante para conocerse, no solamente en los cuerpos, no solamente en lo sexual, sino sobre todo en el corazón, es decir, donde realmente se juega el partido. El encuentro de la “Champions” en la relación de pareja es realmente en el corazón. Es en conocerte, conocer tus sentimientos, conocer los míos, darnos a conocer el uno al otro, y en esa entrega de la intimidad todo lleva sus procesos. Lo sexual no es más que una consecuencia en ese sentido de todo lo demás. Por eso nuestro curso se llama “Amor, comunicación y sexualidad humana”, porque en la comunicación está la clave, es el arco de mediopunto entre los otros dos factores. Quien sostiene realmente el amor y la sexualidad humana es la comunicación. La comunicación es básica para todo en la vida. Si no me doy a conocer sobre quién soy, la relación no va a funcionar. Cuando un matrimonio fracasa o se divorcia, no es por una cuestión sexual; es siempre la comunicación. No es un tema solo de malentendidos sino que no se han hablado muchas facetas que hay que hablar en el noviazgo. ¿Qué le diría yo pues a los novios? Pues que qué menos que hacerse un máster de dos años, yo a veces, ya más desde la pastoral familiar, yo echo en falta una buena pastoral del noviazgo. Qué menos que la gente se casara con un máster de dos años. Los cursos prematrimoniales de tres días no resuelven nada. Hoy nos pasamos toda la vida haciendo estudios, cursos y másteres, y a veces nos casamos con los puesto. Mucha gente se casa y se separa porque no hay estabilidad; no hay estabilidad emocional, no se conocen.

¿Cuánto tiempo llevan con este curso?

Mi mujer y yo empezamos esto nada más y nada menos que hace 26 años, en 1992. En aquella época no se hablaba de este tema. El tema de lo sexual, el tema afectivo era un tema tabú. Somos, junto con algunas experiencias como el “Teen Star” en Chile o las múltiples realidades en los Estados Unidos, de los primeros en iniciar un curso parecido sobre este tema. Nosotros estuvimos trabajando 12 años en la subcomisión de familia, en la época de D. Ángel Suquía. Era un tema muy tabú, se hablaba muy poquito y la pastoral familiar estaba por hacer. Luego ya con Juan Pablo II se empezó a hablar muchísimo; el Evangelio de la vida, encíclicas como la Familiaris Consortio, y la responsabilidad. A toda esa literatura faltaba por ponerle un poco de carne, entonces empezamos en el año 92 y por este curso de Amor humano, que empezó propiamente en el año 93 de la mano de Alfonso López Quintás, han pasado ya más de 10.000 personas. Lo hemos dado en muchos puntos de España, en Italia, en Roma, en Puebla (México), en Chile… Es un curso que se ha impartido muchas veces y tiene mucho rodaje. Lo que realmente es el esqueleto del curso actual se va modificando, cada día vamos metiendo cosas dentro de esos 12 temas que componen el curso “Amor, Comunicación y Sexualidad humana”. La verdad es que ha habido muchas personas y mucha bendición, muchas veces que el curso le ha ayudado y le ha servido para sanar heridas. La verdad es que estamos muy contentos de esta necesaria labor.

¿Cuál es el efecto más positivo que han visto que ha causado este curso durante todo este tiempo?

Yo creo que el curso ayuda mucho primero en lo personal, pues en la primera parte tratamos lo que es la persona, el encuentro, la relación como algo constituyente al ser humano. Arrancamos un poco de Viktor Frankl, de lo que es el vacío existencial, y todo lo que supone conocerme, saber quién soy, todos los procesos de autoconocimiento, autoestima… De ahí, damos un salto a lo que es la comunicación, los distintos tipos de amor y etapas de la pareja. Entonces, sirve mucho para aclararse personalmente y para entenderme de dónde vengo, esto es, de una familia –nadie ha venido por esporas, ni es un marciano. Poder entender a mi familia, me case o no me case, me va a explicar mucho de mi personalidad, de cómo soy, de si mis relaciones son sanas o tóxicas, de si ando con celotipias. Me ayuda mucho a aclararme esta visión sistémica, de ver los sistemas de aprendizaje, sobre todo familia de origen. Y luego, para quien tiene pareja, ayuda muchísimo a discernir si es con la pareja con la que tengo que estar o qué es lo que ha pasado. Con respecto a los matrimonios, hacemos lo que podemos. Hay gente que puede sanar algunas heridas –en el noviazgo es muy preventivo, no cabe duda –, y sino además permite acompañar desde luego a muchas personas. El curso ayuda siempre a la formación de formadores. Este curso lo han hecho muchos seminaristas, formadores, lo han hecho muchos profesores, profesionales, lo hemos dado en empresas. Porque al final el curso es para mí, si tengo pareja para mi pareja, sino para poder acompañar a otros, poder educar a mis hijos, a mis amigos, etc.

Aprovechando su larga trayectoria y experiencia, ¿cuál es el mayor cambio que ha podido ver desde sus inicios hasta ahora en el hombre y la sociedad de hoy en día?

El curso siempre lo vamos adaptando, porque claro que la sociedad cambia y tenemos que estar pendientes. Por ejemplo, un gran cambio que no teníamos muy previsto hace años es toda la cuestión de las adicciones a las nuevas tecnologías. Las nuevas tecnologías están permitiendo una libertad de movimiento y de conocimiento espléndida, pero también muchas nuevas tecnologías están generando mucha adicción, se está dando mucha ludopatía. Yo me encuentro gente que está tres y cuatro horas jugando al Candy Crush, o gente que ya ni lee porque lo único que ve son vídeos de YouTube. Cuando eso empieza a ser compulsivo se puede producir un enganche grande y hoy hablamos de adicción a las nuevas tecnologías.

Otro cambio importante es lo que ha supuesto la pornografía online. La pornografía era antes una cuestión más o menos marginal, como pasaba con las drogas, pero ahora mismo la pornografía está en cualquier ordenador, a golpe de clic, y eso es un tema preocupante, pues está generando muchos estragos en los matrimonios y en mucha gente. Y lo que es más preocupante en el caso de chicos jóvenes es que hoy estamos en una media de edad de acceso a la pornografía, queriendo o sin querer, de 11 años. Eso es una media de edad; hay chicos de 7 u 8 años. Es lo que estamos llamando “pornoactivos”, chicos que están viendo pornografía antes de que lleguen las hormonas, antes de que se desarrolle una pubertad que comienza con 9 o 10 años. Entonces es preocupante porque si ya ellos han cosificado el cuerpo humano y la mujer-objeto u hombre-objeto, cuando realmente llegue ese momento de enamoramiento, pues la sexualidad estará cosificada. Es un tema que nos preocupa y somos conscientes de que sí que hay que modificarse y adecuarse a los tiempos.

Ignacio Álvarez
Delegación de Medios de Comunicación Social
Arzobispado de Granada

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