«Me siento un cura diocesano misionero»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Entrevista al sacerdote diocesano Gerado Martínez, nacido en 1969 y ordenado en el año 2000.

«Busco ser honesto conmigo mismo. Aunque no me creo en posesión de la verdad».
¿Qué te parece si empezamos con algo sencillito? ¿Para qué vivimos? ¿Por qué y para qué estamos aquí?

De sencillo nada, lo primero es que para responder, hay que pensar. Eso ya es difícil. Y creo que es lo más difícil de encontrar: personas que piensen y tengan su propio criterio. Después creo que todo el mundo querría estar alegre. Ahora, la pregunta sería ¿Existe la alegría en plenitud? Yo diría que sí. Es Jesús. Su vida, su amor hacia mí. No ha habido día más grande en mi vida que el día en que descubrí que él me quiere como soy. Vivo para transmitir ese amor que me llenó y creo que puede alegrar la vida de todas las personas.

¿Sabe alguien qué es la vida y qué sentido tiene?

Cada vez soy menos de respuestas absolutas. Creo personalmente que hay que ver a los hombres y mujeres de Dios, los santos. Para mí son las personas más completas, más maduras, más creativas y originales que he conocido. Ellos dieron su vida, como su maestro, para servir. Quien no vive para servir, no sirve para vivir. Llegué a esta conclusión hace pocos años, después escuché esta frase y la suscribí.

Hemos rezado que la vida es un valle de lágrimas. ¿Así es?

Creo que la oración de La Salve tuvo que hacerla un andaluz; es una comparación exagerada, nos habla de “destierro” y de “valle de lágrimas”. Esto es lo mismo que decir que donde está el jamón de pata negra, que se quite la mortadela. Aquí todo es “un merece la pena”: tenemos vivencias que nos hacen sufrir, pero en el cielo ya no hay dolor. Aunque hasta estas situaciones dolorosas nos pueden hacer crecer si las afrontamos y miramos cara a cara.

¿Estamos aquí para hacer méritos para la otra vida y para glorificar a Dios?

No sé, me recuerda un poco a la parábola del fariseo y del publicano. San Juan nos dice que sin Él nada podemos. Creo que como dice Arrupe más bien todo viene de un dejarse hacer, de dejar que la imagen de Jesús sobre mí me cambie. Creo lo de Santa Teresa de Lisieux: «La santidad no consiste en este o en aquel ejercicio, sino en una disposición del corazón que nos hace ser humildes y pequeños en los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados hasta la audacia en su bondad de Padre».

¿Qué aporta a tu vida el Evangelio?

Para mí el Evangelio es lo más grande que tenemos. Es el tesoro más grande de la humanidad. Y es el norte de mi vida. Es un pozo inagotable. Cada vez que rezo me sobrepasa y me traspasa. Me confronta y me hace descubrir a Jesús vivo.

¿Debe un hombre vivir para los demás o eso es un mito cristiano humanista que no tiene nada que ver con la ley natural?

Mira te invito a poner el himno de la caridad de S. Pablo del revés: “es impaciente, es odioso; es envidioso, obra con soberbia, se jacta, es ambiciosa, busca lo suyo, se irrita, toma en cuenta el mal, se alegra por la injusticia, se complace en la mentira; no aguanta nada, nada cree, nada espera, no soporta nada.” En mi pueblo se diría que es “un bicho malo”. ¿Ves? Ha perdido la humanidad. No es modelo para nada.

¿Quiénes son los enemigos de la vida?

La negatividad, la tristeza, el engaño; el interés personal, lo que nos encierra y no nos abre; lo que impide respirar, el mal espíritu, la falta de esperanza.

¿Qué es lo más inteligente que se puede hacer en esta vida?

Buscar cómo acertar con las preguntas que tú tienes y las que tiene la gente; para ello es bueno que nos conozcamos para poder discernir a la luz de Jesús y conocer la realidad y contemplarla desde el corazón de Dios. Esperando que Él te diga por dónde debes tirar contrastando con una persona que viva de Dios.

¿A vivir se aprende? ¿Y a ser sacerdote?

Sí, se aprende. Es muy saberse dependiente y no autosuficiente, que es distinto que autónomo. Me encanta descubrir los puntos de vista sobre la realidad que tienen los demás, sobre todo de las personas que buscan sus respuestas propias y no enlatadas. Se aprende mucho escuchando y observando, muchas veces más que en los libros.

Y a ser sacerdote también se aprende, sobre todo si vives lo que dice el papa Francisco en la Evangelium Gaudium: “el gozo espiritual de sentirse pueblo”; el descubrir como Jesús te toma del pueblo para ser cura y te introduce en el pueblo. A ser cura se aprende mirando los ojos de la gente, parándote con ellos a escuchar y pasando por tu vida sus palabras que nos hablan de sus alegrías y de sus penas. Podemos predicar de los peces de colores, pero esos no se comen, son sólo para decorar.

¿Crees que sabes vivir?

Estoy en camino, caminando. Parafraseando a Chambao: “No vale la pena andá, por andá, es mejor caminá, pa ir creciendo”; sé quién es el Camino.

¿Has sufrido alguna crisis vital? ¿En qué o en quién te apoyaste cuando la sufriste?

Por supuesto, quien no tiene crisis no está vivo. El camino se encuentra con bajadas, subidas y llanos. Me apoyo en Dios, en mis amigos espirituales y en mi acompañante espiritual.

En este momento de la vida en el que estás ¿crees que te ha queda algo por hacer?

Muchísimo. Por mí y por los demás. Dice el evangelio de Juan que el Padre y el trabajan todos los días. Esa es mi alegría principal y mi esperanza.

¿Cuál crees que es tu gran aportación a la Diócesis de Málaga?

La ilusión de que la gente, sobre todo los que están fuera, muy especialmente los jóvenes se dejen encontrar por Jesús y encuentren su vocación. Me siento un cura diocesano misionero.

¿Cuál es el mayor desafío al que se enfrenta nuestra iglesia local hoy?

En nuestra Diócesis hay gente que está trabajando mucho y dando la vida; por eso pienso que el mayor desafío es ir parando las fuerzas de las inercias que nos quedan de la pastoral de conservación e ir hacia una pastoral más misionera. Se nos proponen planes pero tendemos a quedarnos en lo anterior; así no terminamos de salir al encuentro de los que no están.

¿El peor pecado con el que has tenido que lidiar?

Pues aquel que más te gustaría cambiar y arrancar pero no puedes. Pero uno vive en la confianza de saber cómo San Pablo, que nos basta su gracia. Y en referencia a los demás, me da pena ver a la gente con escrúpulos y cómo sufren, salgo de las confesiones con dolor.

¿Cómo podemos escapar de las falsas necesidades?

Primero conociéndote y discerniendo que es lo que es verdad y lo que es falso. Somos “lobo hambriento” como dice Fito Páez. Tenemos un corazón que tiene un deseo infinito, y sólo lo infinito lo puede llenar Dios. Sólo Dios basta.

¿Qué cosas te importan de verdad y qué cosas no te importan nada?

Lo que me importa es que la gente pueda ser feliz. Y eso lo veo siempre en la proporción de que deje que Jesús sea el centro de sus vidas. Lo demás todo pasa, hasta nosotros. Y no hacer mal a nadie, ni por mi santidad. Dicen que todo santo tiene un mártir a un lado, y yo digo que no. La santidad es la plenitud de la caridad, como decía Benedicto XVI; un santo debe ser la persona con la que más a gusto se esté a su lado, porque es todo amor.

¿Quién es Jesucristo para ti?

Es mi todo. Sin Él todo perdería la chispa.

¿Te gusta complicarte la vida?

¡Mucho! Me encantan los retos, soy hombre de aventuras.

¿Cómo te gustaría morir?

En las manos de Dios.

¿Qué le dirías a quien se esté planteando si Dios lo llama para ser cura?

Le preguntaría si ha tenido experiencia de que Dios le quiere y después que lo discierna bien, que se tome tiempo, no toda la vida. Y si cree que lo llama busque serlo. El ser sacerdote te llena la vida, y no te quita nada. Ahora eso sí, tienes que vivir de Dios, sino estarás buscando otras cosas y entonces hará daño.

¿Podemos decir que hemos venido y estamos aquí para ser felices?

Hemos venido para amar y eso nos hará seres felices.

¿Qué es lo más complicado que vives como sacerdote?

El querer ser fiel a Dios en el momento presente; el poner el Evangelio al día y poner los medios para que la gente pueda encontrarse con Jesús; eso es también para mí lo más apasionante. También me duele la pobreza, mi incoherencia por no ser más pobre y ver la gente que vive en condiciones muy difíciles, de ver la gente que sufre sin sentido.

¿Qué le falta al presbiterio diocesano?

Lo mismo que me falta a mí, ser más de Dios.

¿La felicidad es una pasión inútil e imposible?

Si creemos que la felicidad son momentos de placer sí. En cambio, si bebemos y comemos de quien calma la sed y el hambre para siempre nuestra alegría será completa.

¿Dónde encuentras la felicidad?

En darme, en servir a Dios y a los demás

¿Eres un sacerdote dócil?

Me suena a gregario. No, no lo soy. Busco ser honesto conmigo mismo. Aunque no me creo en posesión de la verdad. Me gusta dialogar poniendo todas las cartas sobre la mesa.

Hay quien sugiere que la soledad del cura puede llegar a ser insoportable, ¿has vivido la soledad como un calvario alguna vez? Si es así ¿qué hiciste para abrazarlo?

No, no me he sentido así; alguna vez se te pasa por la cabeza, pero es algo que no es real.

¿Tienes algún hobbie que te rescate del hastío?

Eso del hastío ¿qué es? Si esta vida es pura pasión; y sí tengo hobbies como leer, el cine, el arte. Y me encanta disfrutar con los amigos.

A estas alturas del partido ¿volverías a ser sacerdote?

Sí, totalmente

Chaplin, como casi todos, empezó diciendo que la vida era maravillosa y acabó diciendo que no tenía ninguna gracia. ¿Qué le responderías?

A él le toco vivir unas circunstancias muy difíciles con la Segunda Guerra Mundial. Pero tenemos testimonios impresionantes de cómo la gracia de

Dios hizo a muchas personas, en los campos de concentración, viviendo dentro de lo más horrible, experimentar un sentido de vivir, una lucha y un amor increíbles.

Cuando nos preguntamos por el sentido de la vida nos solemos poner muy serios. ¿La trascendencia está reñida con el humor, o también el humor es una manera de afrontar las grandes preguntas?

No hay nada más transcendente que el humor, un santo triste es un triste santo.

Rafael J. Pérez Pallarés

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