«¡Mi Seminario! ¡Dejadme soñar!»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Dentro de la gran riqueza que tiene la espiritualidad del ya pronto S. Manuel González, podemos señalar cuatro aspectos principales: Jesucristo-Eucaristía, los sacerdotes y la formación de los mismos, la catequesis y la cuestión social. En esta reflexión vamos a intentar destacar la importancia que él dio al fomento de las vocaciones sacerdotales y su formación en el Seminario.

Lo expresa bellamente en este pensamiento: «Mi único sueño pastoral: ¡formar y conservar muchos y cabales sacerdotes! ¡Tengo tan metido en lo más hondo de mi alma lo que puede un cura! ¡Creo y confío tanto en el poder del sacerdote que cree y confía en su sacerdocio!»

Para forjar y educar esos sacerdotes D. Manuel piensa en un Seminario sustancialmente eucarístico y bajo la figura del Buen Pastor. Dos signos nos lo explicitan en la Capilla que él diseña: el impresionante sagrario y la gran cruz en cuyo centro está la imagen del Buen Pastor, con la petición: Pastor Bone, fac nos bonos pastores, animas pro ovibus ponere promptos (Pastor bueno, haznos buenos pastores, dispuestos a dar la vida por la ovejas). Él escribe: «Mis seminaristas se van a criar viendo ese Pastorcito Eucarístico todos los días, y ¡haciéndole esa oración! Cuánto me halaga pensar que aquella Iglesia no va a ser sólo templo de Dios, sino también a la par taller de reproducciones vivientes del Pastorcito allí tan bellamente representado».

Sacerdotes cabales

Él sueña con un Seminario andaluz, que se parezca al pueblo de los que venían muchos de sus seminaristas, donde se busca lo que la sociedad necesita: sacerdotes cabales, de cuerpo y de alma de apóstoles. Un Seminario “por dentro” que conlleva siembra, cultivo y cosecha.

La siembra, nos la muestra un mosaico a la entrada de la capilla, que debe ser el cimiento de la formación, la semilla de la mejor calidad: «En este jardín cultivado por la piedad sacerdotal, la ciencia eclesiástica y el celo pastoral se siembran jóvenes de cabeza, corazón y padres buenos».

Tan buena siembra debe producir una hermosa cosecha, que también plasma en otro mosaico con estas palabras: «Promover a la santa Madre Iglesia de sacerdotes-hostias que consuelen al Corazón Eucarístico de Jesús, salven a las almas y hagan felices a los pueblos». Desea formar sacerdotes-hostias que den gloria a Dios y que estén por completo dedicados a la salvación de las almas y a la felicidad de los pueblos.
En un significativo gráfico de la pequeña galería de entrada de la llamada Granja del Buen Pastor, que era la portería del Seminario, D. Manuel hizo grabar unas palabras a primera vista bien claras para quien llegaba: «No ganapanes, sino ganaalmas». Así son quienes han de entrar en el Seminario.

Y como nunca se siembra y se pasa a la cosecha directamente, sino que se necesita una ardua, hermosa y paciente labor intermedia, que es el cultivo, D. Manuel tiene unos principios muy claros que han de tenerse en cuenta en la formación sacerdotal y que constituyen el alma del Seminario: la piedad sacerdotal, el celo pastoral, la ciencia eclesiástica y la disciplina familiar.

Una piedad bien formada, con el alimento sólido de una espiritualidad recia, con la lectura de los místicos san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús y también san Juan de Ávila y el santo Cura de Ars.
Una piedad litúrgica, bien formada y con una especial, sencilla y profunda devoción a la Virgen María: el rezo habitual del rosario, la novena y la fiesta de la Inmaculada, las canciones… estarán muy presente y con gran ternura en la vida ordinaria del Seminario. Él había escrito años antes, y lo inculca en toda ocasión: «Aquella frase de un santo “La Madre de Dios es mi Madre” nadie la puede decir con más razón y propiedad, ni tendrá más motivos para saborearla, que el sacerdote…»

Una piedad que lleve a sus seminaristas a vivir gozosamente las virtudes de la obediencia, la disponibilidad y la pobreza. En la amplia galería, paso obligado de los seminaristas por el que diariamente había que pisar muchas veces, mandó grabar de forma artística, con piedras negras sobre piedras blancas, los distintos grados de desobediencia, que había que «pisotear constantemente, hasta que los borráramos». Son éstos: -No (con el dibujo de la serpiente): lo primero que había que borrar. – Sí, pero…: segundo grado de desobediencia. – “1 Yo 1” : el yo primero, centro de la actitud desobediente. – Cuco: pájaro que llama la atención, pero no hace su trabajo, no obedece. – Cras (mañana): el adverbio que, sin decir no, difiere la buena respuesta.

Todo ello para formar “evangelios vivos con pies de cura” que cada día, en su oración piden con humildad: “Espíritu Santo, concédenos el gozo de servir a la Madre Iglesia de balde y con todo lo nuestro”.

Una obra sustancialmente Eucarística

D. Manuel pone el Sagrario como centro del edificio y, puede decirse que, alrededor de él se construye todo lo demás. El Seminario ha de ser un Seminario sustancialmente Eucarístico: «Yo no quiero un Seminario en el que la sagrada Eucaristía sea una de sus ‘cosas’, aunque la principal, sino que el Seminario aquel sea ‘una cosa de la Eucaristía’, y por consiguiente, en que todo de ella venga y a ella lleve y vaya, desde la roca de sus cimientos hasta la cruz de sus tejados». Los numerosos signos e inscripciones del bello Sagrario así lo atestiguan. Destacamos dos jaculatorias: “Madre Inmaculada, que en este Sagrario se trate a tu Jesús como tú lo tratabas”, “Maestro Único, enseña a tus seminaristas la gran lección de que sólo haciéndose hostias como tú serán sacerdotes cabales”.

Es más, la única puerta principal de entrada al Seminario era la Capilla del Buen Pastor. Es decir, para ser sacerdote hay que entrar por la iglesia del Buen Pastor, cuyo centro es el Sagrario. Justo en el arco por encima de la puerta, partiendo del Salmo 69 (68), graba a modo de escudo: La queja del sembrador: Sustinui qui consolaretur et non inveni (busqué quien me consolara y no lo encontré). Y el anhelo de su Seminario es: Sustinui qui consolaretur et ( .. ) inveni (busqué quien me consolara y lo encontré) tapando el non con una mano sacerdotal.

Francisco González. Rector del Seminario Diocesano de Málaga desde 2010 a 2016

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