Los días más importantes del año litúrgico

Archidiócesis de Sevilla
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Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

La Catedral de Sevilla se dispone un año más a albergar las celebraciones con motivo de las jornadas más importantes del año litúrgico. Y lo hace conciliando cultos, estaciones de penitencia y visita cultural, con el aval que da la experiencia y el esmero con el que el Cabildo prepara todos los cultos que se celebran en el primer templo de la Archidiócesis. Según destaca el canónigo Luis Rueda, todo está en función de las celebraciones religiosas, desde el Domingo de Resurrección hasta la Octava de Pascua.

La Semana Santa comienza el Domingo de Ramos, con una celebración que Rueda califica como «muy popular». Se inicia con la procesión de ramos por las gradas bajas, que conmemora la entrada de Jesús en Jerusalén, y continúa con la celebración de la Eucaristía en la que se proclama el Evangelio de la Pasión del Señor. Cada año siguiendo un ciclo, y en esta ocasión el ciclo C con la Pasión según San Lucas, que era médico y es el único que nos relata que el Señor llegó a sudar sangre.

Misa Crismal, «una celebración particularmente hermosa»

La Misa Crismal era en su origen una misa para bautizar que se celebraba la mañana del Jueves Santo. Con el paso de los años, y para facilitar la asistencia masiva del clero, se trasladó su celebración a otro día de la Semana Santa, en nuestro caso el Martes Santo. Luis Rueda reconoce que se trata de «una celebración algo desconocida, si bien es de las más bonitas, particularmente hermosa». Asiste la mayoría del clero de la diócesis, que se da cita en la Parroquia del Sagrario para la celebración de la penitencia. A continuación procesionan a la Catedral, donde tiene lugar la Misa Crismal. Durante el pontificado de Pablo VI adquirió un carácter sacerdotal que al comienzo no tenía, y los presbíteros renuevan sus promesas sacerdotales ante el Obispo. En el curso de esta misa se consagran los tres oleos que se usan en la liturgia durante todo el año: el óleo de los catecúmenos, el oleo de los enfermos y el sagrado crisma. Precisamente, a las parroquias se llevan los óleos que son bendecidos en esta misa, lo cual visibiliza la vinculación de los sacramentos no solo con una parroquia y un sacerdote sino con la diócesis y el Obispo.

«Unidad triduo pascual»

Los tres días del triduo se consideran como uno solo -se habla de «unidad triduo pascual»-, y en ellos se trata de imitar los últimos acontecimientos de la Pasión, Muerte y Resurrección del Señor comenzando con la institución de la Eucaristía. El Jueves Santo se recuperan todos los momentos de Jesucristo en la última cena. Uno especialmente significativo es el lavatorio. Hasta ahora había que contar con varones según la liturgia, y el Papa Francisco ha cambiado la fórmula señalando que se lava los pies a doce ‘personas’. En Sevilla se viene haciendo con doce seminaristas que representan a los doce apóstoles. Además, nos encontramos en el día del amor -«los amó hasta el extremo…»- y la colecta de esa misa se destina a Cáritas.

Se reserva solemnemente la Eucaristía «en el antiguamente llamado monumento» para la comunión del Viernes Santo, y en este día se ora, se está con el Señor, se le adora. En referencia al monumento, el delegado diocesano de Liturgia afirma que «se ha llegado a una mala concepción de esta reserva eucarística», y lo explica: «Dado que el viernes no hay consagración se consagraban el día anterior formas suficientes para Jueves y Viernes Santo. Se empezó a concebir como un ‘estar junto al señor que va a morir’, y de ahí a ‘estar junto al Señor muerto’. Por eso –añade- se llegó a la idea de hacer un gran monumento funerario a Jesús muerto». Esa práctica data de los siglos XVI y XVII, y en la reforma litúrgica de Pío XII (1955) se señala que la funcionalidad de la reserva eucarística no era tanto enterrar al Señor sino ‘acompañar y venerar el sacramento de la Eucaristía’. «No se trata de hacer un monumento al Señor porque se ha muerto, sino de adornarlo un poco más, según marcan los libros litúrgicos, para la adoración», matiza Luis Rueda.

Viernes Santo, la Pasión según San Juan

El carácter del Viernes Santo es la contemplación de la Pasión de Cristo, con una liturgia muy sencilla, que el prefecto de Liturgia considera «casi austera». El centro de toda la celebración es de nuevo la lectura de la Pasión, siempre según San Juan. La Pasión se canta ese día, y en la Catedral se hace en castellano con la melodía gregoriana. Para ello se cuenta con tres cantores, que hacen las veces de Jesús, el pueblo y el cronista. El segundo gran momento de este día es la adoración de la Santa Cruz. En la Catedral, dada la gran cantidad de gente que acude, no se hace con el beso de la cruz sino con la ostensión de esta por parte del Arzobispo hacia los ángulos cardinales y la adoración de los presentes por medio de la genuflexión y el silencio. «Es un momento casi sobrecogedor», subraya Luis Rueda. El tercer acto es la oración universal solemne, para finalizar con la comunión.

«La solemnidad de las solemnidades»

El domingo está dividido en dos celebraciones, ambas muy solemnes. La primera sucede la noche del sábado, la Vigilia Pascual. San Agustín la destacaba como «la solemnidad de las solemnidades, la madre de todas las vigilias». En la Iglesia hay dos vigilias solemnes, la de Navidad y la de Resurrección. Esta es la celebración más importante y solemne de todo el año litúrgico, y comienza con el lucernario, con el que se celebra el tránsito de las tinieblas a la luz, de la muerte de Cristo a la vida. En el caso de la Catedral, se hace en el atrio de la Puerta del Príncipe con el templo metropolitano apagado. Se bendice el cirio pascual y el Arzobispo lo enciende del fuego nuevo. Ese cirio representa a Cristo resucitado, y es portado en procesión hasta el interior de la Catedral, a medida que se van encendiendo poco a poco las velas que portan los fieles.

Posteriormente se procede a la liturgia de la Palabra. Es la más larga del año, con nueve lecturas en las que se hace un recorrido a través del Antiguo (siete lecturas) y el Nuevo Testamento, «una catequesis sobre lo que significó la Pascua para los judíos, en los tiempos de los profetas y qué significa para nosotros», apunta Rueda. La lectura del Nuevo Testamento comienza con el Gloria y se hace coincidir con el alumbrado total del templo. En ese momento se pasa del anuncio al cumplimiento de lo anunciado en las profecías, lo cual se acompaña del repique de unas campanas que permanecían en silencio desde el Jueves Santo, y el sonido atronador del órgano, «que casi simula un terremoto en la Catedral, como si la piedra del sepulcro se hubiera removido». Se canta el Aleluya, porque es un momento de gozo, de gloria, previamente al Evangelio, y la última parte es la liturgia bautismal. Para ello, se trasladan a la Capilla de san Antonio, se bendice el agua, se celebran bautizos, los presentes renuevan sus promesas bautismales y se asperge a la asamblea con agua recién bendecida. La vigilia termina con la misa.

La segunda parte del Domingo de Resurrección es la misa del día. El Cabildo va la mañana del domingo al Arzobispado para felicitar la Pascua al Arzobispo y le acompaña hasta la Catedral para que presida la Eucaristía.

Octava de Pascua

Las octavas se instituyeron como prolongación del día festivo, como si se celebrasen ocho días seguidos la misma fiesta. Ahora en la liturgia solo hay dos octavas, la de Navidad (del 25 de diciembre al 1 de enero) y la de Pascua (desde el domingo de Resurrección al siguiente, el de la Misericordia). Esos ocho días se celebra la misa del domingo de Pascua, y solo cambian las lecturas, permaneciendo invariables los formularios de misa. Luis Rueda apunta que el número ocho es signo de la plenitud, de la eternidad.

Estaciones de penitencia por la Catedral

El recorrido de las cofradías por el interior de la Catedral ha sido consensuado entre el Cabildo y el Consejo General de Hermandades y Cofradías. En la Capilla Real se instalará el monumento, y se han dispuesto unas 800 sillas en el interior de la Catedral para las personas que quieran contemplar la estación de penitencia. Son asientos gratuitos, y el acceso es libre hasta completar el aforo. En la Madrugada el acceso es con invitación del Cabildo.

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