La Vigilia de la Tierra reunió anoche a más de 270 jóvenes de la diócesis en la Iglesia de Portaceli

Archidiócesis de Sevilla
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Sede metropolitana de la Iglesia Católica en España, y preside la provincia eclesiástica de Sevilla, con seis diócesis sufragáneas.

La II Vigilia de Oración para Universitarios organizada por el Servicio de Asistencia Religiosa de la Universidad de Sevilla (SARUS) tuvo como motivo central la alabanza de la creación bajo el lema ‘Alabado seas, mi Señor, por tus criaturas’.

Unos minutos antes de las nueve de la noche de ayer, numerosos grupos de jóvenes entraban en la Iglesia de Portaceli para orar juntos: salesianas, claretianos, seminaristas, universitarios del SARUS, de la Universidad Pablo de Olavide (UPO), la Loyola y la pastoral universitaria de Jerez, Equipos de Nuestra Señora, Hermanitas de la Asunción, Regnum Christi, Cursillos de Cristiandad, La Salle, Jesuitas, estudiantes de los colegios mayores La Luz, Alborán y Hernando Colón, grupos jóvenes de las parroquias Las Flores, Santa María Madre de Dios, San Vicente Mártir de Tocina y del Movimiento Cultural Cristiano. Al entrar, se les repartía a cada uno de ellos una vela y un trozo de barro cocido.

La vigilia, que se inició con la lectura del principio y fundamento de San Ignacio: «El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor, y mediante esto salvar su alma», y un fragmento de la encíclica Laudato si’ del Papa Francisco, tuvo como hilo conductor el relato del Génesis.

La primera lectura (Génesis 1,15), junto con la contemplación de La vocación de San Mateo de Caravaggio, propició la alabanza de la luz como el gran regalo que hace Dios a través de Jesucristo, pues llena la vida de sentido. Fue encendido el cirio pascual y con él todo el altar. Los miembros del coro de los jesuitas inundaron la iglesia con sus voces al cantar «Sé mi luz, enciende mi noche».

Por su parte, el trocito de barro cocido, signo de la obra más bella del amor de Dios permitió a cada joven reflexionar sobre la pequeñez, y a la vez, la grandeza de cada uno en manos del Alfarero. La lectura de Isaías 64,8 y El aguador de Sevilla de Velázquez llevaron a la alabanza de la vida que nos ha sido dada y soñada por Dios.

En la tercera parte de la vigilia se contempló Paraíso de Chagall como la representación del primer amor entre Adán y Eva. A colación, la audiencia se preguntó si sembramos amor o discordia.

Por último, la promesa de Dios a Abrahán de que tendría tantos hijos como estrellas el firmamento sirvió de pretexto para que, en silencio, los jóvenes meditaran sobre cuál es la promesa de Dios en sus vidas, y salieran de la iglesia a medida que iban encendiendo sus velas.

Tras la vigilia, los jóvenes compartieron un ágape fraterno en el Centro Arrupe cuyos donativos fueron destinados al Domund.


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