Violencia contra la mujer

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

Queridos diocesanos, hermanas y hermanos de Málaga y Melilla:

En una semana han sido asesinadas dos mujeres en la provincia de Málaga, víctimas de la violencia de género; seis en lo que va de año. Como Iglesia, no podemos permanecer indiferentes ante este drama.

San Juan Pablo II, en su Carta Apostólica Mulieris Dignitatem (1988), analiza los textos del libro del Génesis, que desgraciadamente se han utilizado para justificar la subordinación de la mujer al varón, y concluye: «la mujer no puede convertirse en objeto de dominio y de posesión masculina». Benedicto XVI denunció con claridad que «aún persiste una mentalidad machista, que ignora la novedad del cristianismo, el cual reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer con respecto al hombre». El papa Francisco señaló que «las distintas formas de malos tratos que sufren muchas mujeres son una cobardía y una degradación para toda la humanidad… No podemos mirar para otro lado». Y León XIV, en la homilía del pasado Pentecostés, se refirió «con mucho dolor» a «los numerosos y recientes casos de feminicidio».

Ante esta dura realidad y a la luz del Magisterio de los últimos papas, surge de manera espontánea la pregunta: ¿qué estamos haciendo y qué más podemos hacer? Los proyectos de casas de acogida de Cáritas, organizados en dos arciprestazgos de la diócesis, se han consolidado como un recurso esencial para mujeres embarazadas en situación de vulnerabilidad, algunas víctimas de violencia. Las religiosas Adoratrices en la ciudad de Málaga ofrecen un hogar de protección y atención educativa, socio-laboral, psicológica, jurídica y sanitaria a mujeres, también a las que han sufrido algún tipo de violencia, favoreciendo que puedan reconstruir sus vidas y, desde su experiencia, contribuir a la construcción de un mundo más justo. El Cotolengo y el Centro de Orientación Familiar, igualmente, han acogido a mujeres maltratadas y, en coordinación con los servicios sociales, se ha buscado una respuesta adecuada en centros especializados.

Debemos celebrar los avances innegables en el reconocimiento de la igual dignidad de hombres y mujeres, así como en la lucha contra la violencia machista. Sin embargo, aún queda un largo camino por recorrer, tanto en la sociedad como en la Iglesia.

Por ello, animo a nuestras parroquias, movimientos y comunidades a superar la tentación de silenciar este gravísimo problema; a acoger y acompañar a las víctimas; a promover programas de formación sobre la dignidad de la mujer y la igualdad en Cristo; a respaldar iniciativas que protejan a las mujeres en situación de riesgo; a promover, en suma, el Evangelio de la vida.

Invito también a la sociedad en su conjunto a evaluar y mejorar las estrategias necesarias para erradicar con eficacia esta lacra, y a promover la formación humana que reciben nuestros jóvenes, de modo que los fortalezca interiormente para reconocer, prevenir y enfrentar la violencia contra la mujer.

Recibid un saludo muy cordial en el Señor.

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