
En la estancia catedralicia habilitada como patio cubierto y usada para la venta de recuerdos, se encuentra el gran lienzo con el pasaje evangélico de Jesús bendiciendo a los niños.
Esta obra fue donada por esa gran benefactora malagueña que fue Trinidad Grund (1821-1896) quien, tras sufrir el suicidio de su esposo, la pérdida de su primogénito y la muerte de sus dos hijas en un naufragio, experimentó una transformación espiritual que le impelió a dedicar su fortuna a los necesitados. A ella se debe, entre otras iniciativas, la fundación del Asilo de San Manuel y la Escuela Hogar instalada en el palacete que donó al pueblo de Carratraca.
La pintura que regaló a la Catedral estuvo presidiendo, desde 1883 hasta los primeros años de la posguerra, la actual capilla dedicada a san Sebastián. Doña Trinidad la encargó en origen para el oratorio de una de sus fincas, siendo su autor Ferdinando Romboni, artista al servicio del duque Leopoldo II de Toscana, que se basó para realizarla en un grabado del pintor romántico alemán Johann Friedrich Overbeck. La composición, con una impronta casi de estampa devocional, queda ennoblecida por un enmarque tallado de lo más ecléctico, porque contiene columnillas salomónicas, volutas barrocas y pináculos góticos, todo ello dorado por un artesano malagueño de la época llamado Juan Gutiérrez. En la parte inferior, muy estropeada, aparece la inscripción latina: SINITE PARVULOS VENIRE AD ME, es decir, las palabras que pronunció Cristo cuando le presentaron a unos pequeños para que les impusiera las manos: «Dejad que los niños vengan a mí» (Mt 19, 14).

