Admisión a las Sagradas Órdenes
Parroquia de San Pablo. Murcia 16 de noviembre de 2025
Vicario general y vicarios episcopales,
sacerdotes y párrocos de los candidatos; religiosos y religiosas;
rector del Seminario Mayor San Fulgencio, rector del Seminario misionero diocesano Redemptoris Mater y formadores; director del Centro de Estudios San Fulgencio; seminaristas;
familiares de los candidatos a Órdenes Sagradas; párroco y feligreses de la parroquia de San Pablo; hermanos y hermanas.
Queridos Jesús y Francisco Jesús,
A la vez que os saludo, os invito a mirar siempre vuestra vida a la luz de la fe, porque en toda ella está presente Dios como protagonista. No olvidéis que la iniciativa en vuestra vocación ha sido suya, especialmente cuando se acerca a nosotros y nos llama a la santidad. Esta es la gracia y la meta de todo creyente, conforme nos recuerda el Libro del Levítico: «Sed santos, porque yo, el Señor, Dios vuestro, soy santo» (Lv 19, 2). No busquéis otras razones que justifiquen vuestra vocación porque solo las encontraréis en el corazón de Dios y os ha llamado a ser testigos del amor como profetas que anunciáis la salvación. Resulta que mucha gente se queja de este mundo tan complejo, con tantas violencias y adicciones, con tanta soledad y desamor, sin embargo, el que estéis aquí esta tarde tiene sentido, porque vais a ser los que llevéis a la gente la luz de la esperanza, los que abriréis el camino para ir a la luz de Dios, estando cercanos, oyendo el clamor del pueblo de Dios y trabajando para que nadie se quede fuera.
Hoy estáis aquí, delante de la Iglesia, dando los primeros pasos para esta aventura y vuestra sola presencia, junto con la de vuestros compañeros seminaristas, es muy importante. Le habéis dicho al Señor que cuente con vosotros, que estás aquí para hacer su voluntad, pero esa maravillosa experiencia no estará ausente de sacrificio, lo sabéis. Recordad cómo fue la vocación de Pablo de Tarso y lo que cuenta él de ella, que tenía que agarrar la cruz de Cristo y lo que dijo Jesucristo de él: «Yo mismo le haré ver todo lo que tendrá que sufrir por mi nombre». La vocación, la llamada para seguir a Cristo, es siempre una llamada a unirse a su sacrificio, compartir su pasión para cooperar a la salvación del mundo. Pero no temáis, que Él ha vencido al mundo. Pablo se entregó totalmente a Cristo que entraba en su alma; se puso a vivir únicamente por Él: la fe y la caridad alcanzaron su más grande dimensión en la total consagración a su misión apostólica.
Comenzáis este camino con la admisión como candidatos a las Órdenes Sagradas. Esta es una pedagogía de la Iglesia que os va acercando a una total consagración para ser pastores y testigos. Esto significa que ya estáis comprometidos para ser oyentes de la Palabra, para ser íntimos de Jesús en la oración y hermanos de la vida de la Iglesia. La Palabra es comunicación, manifestación, revelación de lo que es Dios, de cuanto quiere decirnos Dios de sí mismo.
Jesús y Francisco Jesús, os felicito por la decisión, por haber respondido a la llamada del Señor, que ha trastornado los proyectos normales y seductores de vuestra vida; os ha arrancado de la compañía de vuestros seres queridos; os ha pedido incluso la renuncia al amor conyugal, para exaltar en vosotros una plenitud excepcional de amor por el reino de los cielos, por la fe, es decir, por la caridad hacia los hermanos.
Os advierto que no vais a tener un camino de rosas, que no será fácil, porque el demonio, «como león rugiente», como decía san Pedro, buscará separaros de vuestras responsabilidades. Os ruego que no flaqueéis, que seáis fuertes, manteneos con firmeza, oíd a vuestros directores espirituales, que la obediencia os sacará de apuros y el camino a la santidad os acercará a la intimidad con Dios; imitad siempre a Cristo pobre, casto, y humilde y aprended de Él a amar sin reserva a la gente que se os confíe, que en esto «consiste el amor a la Iglesia que es santa y nos quiere santos, porque tal es la misión que Cristo le ha confiado» (Papa san Juan Pablo II, en Pastores dabo vobis, 33). El mundo os necesita, aunque os critique.
No os desaniméis nunca, no olvides que sois hijos de la Iglesia y que tenéis, no la obligación, sino la necesidad de mirarla con los ojos de la fe y con los mismos sentimientos de Cristo; tenéis la necesidad de cuidarla en sus personas, de ser signos de luz por vuestro testimonio de vida y no olvidéis la necesidad de amarla incondicionalmente, con espíritu de donación, por ser prolongación de Cristo. La Iglesia no es lo que vosotros os imagináis, es la que es, es este pueblo de Dios al que os consagráis y al que un día seréis enviados a servir y sabréis interpretar que esa será la voluntad de Dios, no lo que vosotros queríais u os habíais imaginado, sino donde la Iglesia, por medio de vuestro obispo os envíe.
Que Dios os bendiga y os haga fuertes para seguir en fidelidad esta invitación de Dios y que os ayude con la protección de la Santísima Virgen María a quien nos dejó como Madre, al pie de la cruz y que nos ha dado ejemplo de saber hacer la voluntad del Padre siempre.
+ José Manuel Lorca Planes
Obispo de Cartagena

