El último cuerpo de la torre catedralicia, justamente situado bajo el cupulín que lo remata, está prácticamente lleno de grafitis datados desde fines del siglo XVIII en adelante, efectuados por todos aquellos que, por diferentes razones, pudieron subir a esta privilegiada atalaya.
Estudiar estas inscripciones daría para un interesante trabajo, porque son muchas las que contienen nombres y datos de interés. Como muestra traemos a las páginas de DIÓCESISMÁLAGA una efectuada por alguien, cuyo nombre resulta ilegible, pero no su razón de estancia en Málaga: … 26 de febrero de 1834, huyendo del cólera de Granada. Efectivamente, desde fines de 1833, esta epidemia, calificada como enfermedad de los pobres, asoló la ciudad hermana y otras poblaciones aledañas, llegándose a registrar más de cuarenta mil contagiados. Para combatirlo, ¡cosas de la época!, se tomaron medidas tan ingenuas como fumigar las calles con romero y tomillo, recomendar a las gentes comer una planta trepadora llamado guaco, de supuestos poderes curativos, y tomar el fresco por la noche.
Por supuesto, todo aquel con posibles huyó de Granada buscando ponerse a salvo en otros lugares, como es el caso de quien hizo la pintada en la piedra de nuestra Catedral. Como era preceptivo, también se demandó el auxilio divino. En la capital granadina se hicieron rogativas a la Virgen de las Angustias, patrona de la archidiócesis, y en la nuestra, que estaba en situación de sede vacante por la muerte del obispo Juan José Bonel, el Cabildo de la Catedral decidió que todo el clero celebrara misas pidiendo a Dios la remisión de la plaga pero, secretamente, para no causar alarma al pueblo.
