
El domingo 9 de noviembre, la Iglesia celebra la Dedicación de la Basílica romana de s. Juan de Letrán. Por voluntad del recordado Papa Francisco, a partir de este año 2025, en esa fecha, las Iglesias particulares están llamadas a evocar la figura de los santos, beatos, venerables y siervos de Dios de su circunscripción, razón suficiente para que, en esa misma fecha, celebremos el Día de la Iglesia diocesana bajo el lema “Tú también puedes ser santo”
Esta celebración nos ofrece la ocasión para alabar a Dios, el solo Santo, por la santidad reflejada en tantos y tantos santos y santas que han peregrinado por tierras cordobesas desde los primeros tiempos del cristianismo hasta el día de hoy: los santos patronos s. Acisclo y sta. Victoria, s. Eulogio, s. Pelagio, s. Juan de Ávila, la beata Victoria Díez, etc. Todos ellos constituyen un ejemplo de amor a Dios y a la Iglesia, un testimonio de servicio y entrega a los demás y, por lo tanto, un estímulo en nuestro camino hacia la santidad.
Por el Bautismo, hemos sido hechos hijos de Dios y miembros de su Iglesia, una Iglesia cuyas piedras vivas somos nosotros mismos. Así lo afirma la Escritura: “También vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo” (1 Pe 2, 5). Por lo tanto, nadie debe considerarse un número, un peso muerto en el templo espiritual que es la Iglesia. Todos estamos llamados a dar gloria a Dios, reflejando su santidad en el servicio a los hermanos.
El Día de la Iglesia diocesana nos ofrece la ocasión de agradecer el trabajo silencioso de tantos bautizados, expresión de la santidad de la Iglesia: los sacerdotes que entregan su vida predicando el Evangelio, santificando a los fieles a través de los sacramentos, siendo puente de comunión, marchando al frente del Pueblo de Dios; los consagrados que sostienen con la oración y el compromiso la esperanza del nuevo cielo y la nueva tierra; los laicos que encarnan el evangelio en los distintos ámbitos de la familia, la escuela, el taller, la oficina… Ellos son los “santos de la puerta de al lado” de los que habla el Papa Francisco. Son motivo de sano orgullo y estímulo para unas vidas sencillas, pero transfiguradas en el encuentro diario con el Señor.
No debemos ignorar tampoco que esta celebración tiene lugar en el contexto del Año Jubilar de la Esperanza, ocasión propicia para intensificar nuestro espíritu de conversión. La santidad de nuestra Iglesia contrasta evidentemente con su condición de pecadora. La Iglesia es santa porque, por sus venas, corre la santidad divina; pero también es pecadora porque está constituida por personas frágiles y, en demasiadas ocasiones, atrapadas por el mal. Aprovechemos este año de gracia para abrirnos a la misericordia divina, para pedir perdón al Señor y para, fortalecidos con su gracia, caminar por sus caminos siguiendo la estela de los santos.
Finalmente, el Día de la Iglesia diocesana es un momento propicio para renovar nuestro compromiso con la Diócesis. Nuestra Iglesia particular necesita de vuestro apoyo espiritual, pastoral y material. Estamos iniciando una nueva etapa de profundización en la renovación espiritual y pastoral cuyos perfiles he señalado en mi carta pastoral “Bien sabía lo que iba a hacer” (Jn 6, 6). Aún estáis a tiempo de colaborar en el diseño de un nuevo Plan pastoral sumándoos a los numerosos grupos ya inscritos o conformando uno nuevo. Nos encomendamos al Señor, contando con la intercesión de los santos y beatos, para que, en nuestra Iglesia, brille cada vez más la santidad de Dios y para que, de este modo, llevemos fielmente a cabo la misión evangelizadora que nos tiene encomendada.
+ Jesús, Obispo de Córdoba
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