
«Misioneros de esperanza entre los pueblos»
Jornada Mundial de las Misiones–DOMUND 2025
Queridos hermanos y hermanas:
Celebramos en este domingo XXIX del tiempo ordinario, la Jornada Mundial de las Misiones, el Domund. En el corazón del Año jubilar de la Esperanza, el lema que nos convoca e interpela, “Misioneros de esperanza entre los pueblos”, es una llamada profunda a redescubrir nuestra identidad misionera como bautizados, como discípulos enviados que caminan en la historia siendo mensajeros y constructores de la esperanza, siguiendo las huellas de Cristo.
La esperanza, como nos recuerda la bula Spes non confundit, no defrauda; no es una ilusión pasajera ni una emoción superficial. Es una certeza que brota del encuentro con Cristo resucitado, que nos ha regenerado «para una esperanza viva» (1 Pe 1,3-4). Esta esperanza es el motor de la misión, el fuego que nos impulsa a salir de nosotros mismos, a cruzar fronteras, a tender puentes, a anunciar que Dios no ha abandonado al mundo ni al hombre en sus heridas, que su amor sigue actuando en medio de las sombras.
En un mundo marcado por la incertidumbre, la guerra, la pobreza, la soledad y la indiferencia, ser misioneros de esperanza es más urgente que nunca. No se trata solo de ir a tierras lejanas, sino de ser misioneros, presencia viva del Evangelio, allí donde estamos: en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestras comunidades, en nuestros ambientes cotidianos. Cada cristiano está llamado a sembrar esperanza, a ser luz en la oscuridad, consuelo en el sufrimiento, palabra de vida en medio de tanta muerte y agresividad.
La esperanza, que está en el origen y el final de la misión, sostiene la vida cristiana y mueve nuestro corazón, nos saca de sí mismos y nos pone en camino siempre para mirar a los hermanos; nos invita a mirar el mundo con los ojos del buen samaritano, a no pasar de largo ante el dolor ajeno, a comprometernos con la fraternidad universal. La misión hoy exige cercanía, compasión, escucha, diálogo. No es proselitismo, sino testimonio. No es imposición, sino propuesta. No es conquista, sino servicio.
Como nos ha dicho el papa León XIV en su primera exhortación apostólica, Dilexi te, “el amor cristiano supera cualquier barrera, acerca a los lejanos, reúne a los extraños, familiariza a los enemigos, atraviesa abismos humanamente insuperables, penetra en los rincones más ocultos de la sociedad. Por su naturaleza, el amor cristiano es profético, hace milagros, no tiene límites: es para lo imposible. El amor es ante todo un modo de concebir la vida, un modo de vivirla. Pues bien, una Iglesia que no pone límites al amor, que no conoce enemigos a los que combatir, sino sólo hombres y mujeres a los que amar, es la Iglesia que el mundo necesita hoy”. (DT 120)
Queridos hermanos, dejémonos guiar por el Espíritu Santo, que es el alma de la misión, el Amor en nuestra alma. Que arda en nosotros el santo celo de los apóstoles, de los mártires, de tantos misioneros y misioneras que han entregado su vida por el Evangelio. Que la Iglesia, aquí en nuestra Diócesis de Guadix y en cada rincón del mundo, se renueve en su ardor evangelizador, en su pasión por anunciar a Cristo.
Que esta Jornada del Domund sea un tiempo de gracia, de conversión, de compromiso. Oremos, ofrezcamos sacrificios, colaboremos económicamente con nuestros misioneros, para que puedan seguir sembrando esperanza, en nuestro nombre, en los 1,132 territorios de misión – más de una tercera parte de la Iglesia-. Apoyemos su labor y, sobre todo, asumamos nuestra responsabilidad bautismal en esta gran tarea. Todos, sin excepción, estamos llamados a ser misioneros.
Que María, la primera misionera de la Esperanza, nos acompañe en este camino de compromiso personal.
Con mi afecto y bendición.
+Francisco Jesús Orozco Mengíbar
Obispo de Guadix