
La tarde del 5 de octubre fue especialmente significativa para la Diócesis de Almería. En Pechina se celebró la Peregrinación ecuménica e interreligiosa, organizada por el Secretariado Diocesano para las Migraciones, en el marco de la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, convocada por el Papa León XIV. Este año, como deseaba el Papa Francisco, la jornada coincidió con el Jubileo del Migrante y el Mundo Misionero, bajo el lema: “Migrantes, misioneros de esperanza”.
Participaron fieles y comunidades procedentes de diversos puntos de la diócesis —Berja, El Ejido, Roquetas, Vícar, Vélez Rubio, Campohermoso, San Isidro, Atochares, Almería capital y la propia localidad anfitriona, Pechina—. Con la acogida del alcalde, miembros del Ayuntamiento, el párroco, la Cáritas parroquial y numerosos vecinos, el punto de encuentro fue la explanada del Molino, donde se realizó la bienvenida y el reparto de pañoletas que simbolizaban la unidad de todos los peregrinos.
El primer momento de oración tuvo lugar en la ermita de San Indalecio, dirigido por el pastor Juan, de la Iglesia Adventista de Filadelfia. Se proclamó el pasaje de Jn 3,16: “Dios amó tanto al mundo que dio a su Hijo unigénito, Jesucristo, para que todo aquel que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna”. El coro acompañante ayudó a crear un clima de recogimiento y encuentro con Dios, fuente de amor y esperanza.
La peregrinación continuó hasta la Plaza de la Villa, donde tuvo lugar el segundo momento de oración, guiado por Abdelkrim Ourhou, voluntario del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) Almería. En su intervención, recordó que “la diversidad es un regalo, no una amenaza; conocerse unos a otros es parte del plan divino. Cada cultura, cada lengua, cada rostro distinto, es una manifestación de la belleza de Dios”.
Estos espacios de oración compartida fortalecieron el sentido de fraternidad entre los participantes, que culminaron su recorrido en la Iglesia Apostólica de San Indalecio. La oración católica, preparada por el Secretariado, incluyó la lectura del texto “Migrantes, misioneros de esperanza”, inspirado en el mensaje del Papa León XIV, y un gesto simbólico especialmente emotivo: unas botas rotas y unas sandalias, colocadas entre el desierto y el mar, evocaron los caminos de tantos migrantes que emprenden su viaje con dolor y esperanza, confiando en un Dios que nunca abandona.
Al caer la noche, el parque Bayyana se llenó de alegría y música. Tras un pequeño refrigerio, el coro de la Iglesia Evangélica y la comunidad de La Fuentecica animaron con canciones cargadas de mensaje y compromiso, culminando con la interpretación conjunta de “Color esperanza”.
El broche final lo puso el Coro Africano de las 200 Viviendas de Roquetas, que llenó el ambiente de ritmo y danza hasta la despedida.