
Para Pepe Navarrete, Vicerrector del Seminario de Jaén, 28 segundos bastaron para dejar una huella profunda en su vida y en su vocación sacerdotal. Durante el encuentro internacional «Sacerdotes Felices – Los he llamado amigos» (Juan 15,15), celebrado en el Auditorio de la Conciliazione, muy cerca del Vaticano, Pepe tuvo un breve pero intenso diálogo con el Papa León XIV.
“Hola, Santo Padre, me alegro de saludarle…”, fueron sus primeras palabras, cargadas de emoción. A continuación, transmitió al Pontífice el saludo cercano y afectuoso de nuestro Obispo, Don Sebastián Chico Martínez, de sus hermanos sacerdotes y de los 19 seminaristas a los que acompaña en su formación. El Papa, con una sonrisa le respondió: “¡Muchas gracias!”. Y, al pedirle un consejo para ellos, León XIV fue directo, sencillo y profundo: “Que cuiden con fidelidad su SÍ. Un sí que es para el Señor y para toda la Iglesia, fiel hasta el final”.
Ese consejo, breve, pero lleno de luz, refleja el espíritu de todo el encuentro, que reunió a más de 1.700 sacerdotes, formadores y seminaristas de todo el mundo en el marco del Jubileo para seminaristas y sacerdotes, organizado por el Dicasterio para el Clero. Una verdadera fiesta vivida entre cantos, testimonios, oración y comunión.

En su discurso, el Papa subrayó que ser sacerdote es, ante todo, “ser amigo del Señor”. Esta amistad personal, alimentada por la Palabra, la oración y la Eucaristía, es “el fundamento del ministerio, el sentido del celibato y la fuerza del servicio eclesial”. También, el Santo Padre quiso insistir en que la formación sacerdotal no puede reducirse a una instrucción académica, sino que debe ser un camino relacional e integral, que abarque toda la persona y fomente una fraternidad verdadera entre sacerdotes y obispos.
Tampoco faltó su mirada sobre la crisis vocacional en muchas regiones del mundo. León XIV recordó que, aunque los tiempos cambien, “Dios sigue llamando y permanece fiel a sus promesas. Por eso, debemos crear espacios donde su voz pueda ser escuchada”.
Y, además, animó a los formadores a proponer caminos exigentes y liberadores, capaces de despertar en los jóvenes el valor de decir su propio “aquí estoy”.
El encuentro terminó con gestos espontáneos y llenos de cariño: saludos, abrazos, objetos bendecidos y la oración compartida. “Es bonito ser sacerdote”, dijo el Papa con gratitud. “Gracias por lo que son. Nos recuerdan que cada vocación es, ante todo, un llamado a la alegría”.

Los 28 segundos de Pepe no fueron solo un encuentro personal, sino una chispa de esperanza para el sacerdocio de hoy y de mañana. En pleno Jubileo de la Esperanza, su breve conversación con el Papa resuena como un impulso para quienes acompañan y rezan por las vocaciones. Porque cuando la llamada es verdadera, un “sí” fiel puede cambiarlo todo.
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