“Cristo sale en nuestras calles para bendecir”

Homilía en el jueves de Corpus Christi de manos del arzobispo Mons. José María Gil Tamayo, celebrada en la S.A.I Catedral el 19 de junio de 2025.

Queridos sacerdotes concelebrantes,

Queridas autoridades nacionales, regionales, provinciales,

Querida Corporación del Ayuntamiento de Granada,

Queridas autoridades militares,

Queridos representantes de órdenes militares,

Queridos representantes de hermandades y cofradías de penitencia y de gloria de Granada,

Queridos hermanos y hermanas, queridos todos,

Queridos miembros de la vida consagrada,

Queridos seminaristas,

Queridos amigos,

Estamos en el día grande de las celebraciones del Corpus Christi, el día grande de Granada, el día del Señor.

Quiero ser muy breve y solo transmitiros tres ideas fundamentales. El amor a la Eucaristía, el amor a la presencia real de Cristo en medio de nosotros, a través de la presencia eucarística, donde Cristo está real y verdaderamente presente, con su Cuerpo, con su Sangre, con su alma y con su Divinidad. Esa presencia que nace de la Institución de la Eucaristía el Jueves Santo, que nos ha recordado el apóstol Pablo en esa carta primera a los Corintios, transmitiéndonos la tradición primera en que el Señor cambia y se queda, en el que en el pan con su cuerpo, con su sangre, con su alma y con su divinidad, y en el vino.

De tal manera que allí ya está Él verdadera y realmente presente, y se ha quedado con nosotros como alimento, se ha quedado como presencia, se ha quedado como el memorial de su muerte y resurrección. Y esa presencia de Cristo la ha recibido la Iglesia en Granada de una manera especial y marca su tradición y su historia religiosa.

Esa presencia y esa afirmación de amor a la Eucaristía está transmitiendo todo. Las manifestaciones religiosas de nuestro pueblo. Os invito a conservarla. Os invito, porque la Eucaristía es el centro y culmen de la vida cristiana. Os invito a vivir especialmente ese amor a la Eucaristía en la celebración dominical. No podemos vivir sin la Eucaristía. No podemos vivir sin el domingo, decían los primeros cristianos

El domingo, ese deseado descanso mandado también por el Señor, como el día dedicado a Él. No puede perder esa referencia religiosa que se centra en la conmemoración de la Resurrección del Señor en la celebración dominical. Os invito, queridos hermanos y amigos, a no perder esa… Iba a decir costumbre, esa realidad necesaria para una vivencia cristiana auténtica de participación en la Eucaristía dominical.

Tenemos multitud de horas en las que podemos participar a lo largo y ancho de nuestra geografía diocesana. No lo dejemos. El Señor nos espera y nos espera también en nuestros templos, en nuestros sagrarios, para hacernos compañía, para ser aquel que nos escucha, que nos ha dicho que está entre nosotros hasta el fin del mundo. Esa presencia amable de Cristo, queridos hermanos, no la podemos dejar.

Ese amor a la Eucaristía no se puede reducir en nuestro pueblo al Jueves Santo o al día del Corpus, especialmente en que Cristo sale en nuestras calles para bendecir, en nuestros hogares, nuestras tareas, para mostrarnos así que nos acompaña, que está realmente en medio de nosotros. Y a Él le rendimos nuestro cariño, nuestro homenaje.

La segunda idea que quería transmitir hoy es que con la Eucaristía y en este Año Jubilar en que el Papa Francisco nos invitaba a ser peregrinos de esperanza, pongamos en valor esa virtud cristiana, esa virtud de la esperanza.

No nos quedemos simplemente en un optimismo que nos salgan las cosas bien, no nos quedemos simplemente en tener cosas, en tener de tejas para abajo. No nos quedemos solo en valores materiales, sino que la esperanza cristiana nos invita a buscar los bienes de allá arriba, a luchar y esforzarnos por razones grandes por las que vivir. Aquello que nos hace grande a los seres humanos, que no solo buscamos medios de vida sino razones últimas.

Esas razones que dan sentido a la entrega, al sacrificio por los demás, esas razones con mayúscula, que, en definitiva, son una razón con mayúsculas, que es Dios mismo, la Vida eterna. Por tanto, no nos empequeñezcamos. No seamos gente superficial, no nos contentemos simplemente con tener más. Queridos hermanos, vivamos esos valores y transmitámoslos a los que nos suceden, a los más jóvenes en este mundo nuestro convulso, en este mundo nuestro, en que ya en los informativos no hay unos juegos de maquinitas electrónicas, sino que hay guerra, hay gente sufriendo, hay escenarios bélicos abiertos, hay armas que no sabemos. Qué capacidad para llegar en una escalada, en un mundo convulso y también en una sociedad convulsa como la nuestra y polarizado, donde olvidamos el bien común, olvidamos lo que nos une. Olvidamos, en definitiva, aquello que nos hace compartir la existencia con los demás en un esfuerzo común. Sabiendo… lo hemos aprendido, debiéramos haberlo aprendido de la pandemia, que no podemos ir solos, que el individualismo no puede seguir ganando terreno, en que los intereses particulares o partidistas no pueden primar en nuestra sociedad, sino que nos necesitamos unos a otros y no podemos dejar a nadie rezagado y a ninguna capa social, a ningún lugar en nuestra ciudad al margen. En una situación de precariedad en todos los sentidos. Que pierdan el tren de un desarrollo armónico e integral de las personas.

Queridos amigos, la Eucaristía nos lleva necesariamente a la caridad, nos lleva necesariamente al compromiso social, nos lleva necesariamente a vivir el mandamiento nuevo del amor que Jesús instituye precisamente cuando instituye la Eucaristía. No se puede amar a Dios sin amar a los demás, empezando por los más próximos, por el prójimo más cercano, empezando por la familia, que no puede ser un agregado con fecha de caducidad, sino por la familia donde se nos quiere por lo que somos, no por lo que tenemos y que es el verdadero colchón en todas las crisis.

No estropeemos la familia, miremos a la familia, cuidemos la familia, exijamos protección social. Protección de las administraciones para la familia, especialmente el derecho a una vivienda digna, que no sea un bien inaccesible, que hace imposible que los jóvenes puedan formar una familia estable. Pensemos en esto, un derecho humano como es el derecho a la vivienda, no puede ser objeto de especulación o de enriquecimiento de unos pocos, sino que todos, como sociedad estamos llamados a contribuir de una manera eficaz a ese bien.

Y esto no es política y sí es política, es de la buena. Esto es dimensión social, compromiso por los demás. Vivimos en una comunión, una comunión que arranca del cuerpo de Cristo, una comunión que nos lleva a mirar en los otros hermanos, como el Señor se puso a lavar los pies a sus discípulos. Nosotros también tenemos que poner la palabra servicio por encima de todo, a mirar a los otros.

Luego, el amor a la Eucaristía, el compromiso con el domingo como el día del Señor, el envío de hacer un mundo mejor entra de lleno en el cristianismo, que no es el opio del pueblo, que no es contentamiento para una devoción privada que nos exima del compromiso por los demás. Pero todo esto solo podemos hacerlo y hoy es más urgente que nunca en una sociedad quebrantada, en una sociedad fragmentada, en una sociedad de desconfianzas de unos y otros. Necesitamos recuperarlo.

Y ahí está el aporte cristiano, ahí está la fe hecha compromiso, ahí está la autentificación de nuestro culto a Dios, que no puede reducirse a un día o una procesión. Esta es la procesión más importante del año. El Señor, el Señor sale a nuestras calles, sale a nuestras casas. Metámoslo en nuestra vida y metámoslo en la vida de los demás con nuestro testimonio.

Que la Virgen, en este día, nos ayude a tener este sentido de pertenencia a Cristo y al mismo tiempo de servicio a los demás. Que Ella nos ayude. Que hoy pensemos especialmente en este Día de la Caridad, por el compromiso por los demás, que ayudemos a instituciones. Ahí está Cáritas, hoy es su día, ese servicio a los más necesitados de Granada, de nuestra diócesis, de España.

Y hay tantas necesidades, por desgracia. Ojalá no tuviera que existir instituciones porque la sociedad ya hubiese adquirido un nivel de madurez y de bienestar social en que todos estuvieran atendidos. Pero necesitamos. Jesús nos ha dicho que los pobres los vamos a tener siempre con nosotros, vamos a ayudar, vamos a sacar la fuerza de la Eucaristía, vamos a acompañar al Señor adorándolo en nuestros sagrarios, en nuestras iglesias. Vamos a participar de la Eucaristía dominical y a ser posible en familia.

Que la Virgen nos ayude, que Ella, que fue la primera custodia, el primer Sagrario, nos ayude a recibir a Cristo y a darlo a los demás.

Así sea.

+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada
19 de junio de 2025
S.A.I Catedral de Granada

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