
En alguna entrega anterior de esta sección de DIÓCESISMÁLAGA, hemos tratado del magnífico mausoleo con adornos platerescos levantado en honor del obispo fray Bernardo Manrique, que fue costeado por el Cabildo, agradecido a quien tanto contribuyó a la construcción de la actual Catedral.
Esta magnífica obra del siglo XVI, atribuida nada menos que al escultor borgoñón Felipe Bigarny, es un cúmulo de detalles y curiosidades. Reparemos en esta ocasión en los flancos del sepulcro, donde unos robustos angelotes blanden lanzas que nada tienen que ver con los instrumentos de la Pasión, sino con su especial cometido de custodios de la tumba donde descansan los restos del buen prelado.
Por si fuera poco tal defensa, en los chaflanes del sepulcro aparecen unos imponentes leones híbridos, reconocibles solo en sus testas y garras, como los que se describen en el salmo 21 de las Escrituras: … ávidos abren contra mí sus fauces que desgarran y rugen…
También ellos son guardianes del conjunto funerario y, a fe que han cumplido con eficacia su misión, porque este sepulcro es de las pocas piezas artísticas de la Catedral que no presenta el más mínimo deterioro, algo destacable teniendo en cuenta su antigüedad y los avatares por los que ha pasado el recinto donde se encuentra, la Capilla de la Encarnación, que tiene carácter sacramental al ser depositaria del sagrario donde constantemente está reservada la Eucaristía.