
Los estudiantes de Bachillerato del Colegio Juan XXIII de Estepona, de la Fundación Victoria, peregrinaron a Málaga para vivir su jubileo particular. Más de 80 alumnos, junto a varios profesores, recorrieron diversos puntos de la diócesis para conocer qué está viviendo la Iglesia Universal en este Año Jubilar.
Esta idea surgió, según cuenta Alicia Pascual, profesora del centro, «para demostrar a los jóvenes de la diócesis de Málaga que se puede vivir el Jubileo, aunque no se pueda ir a Roma, ya que aquí nos ofrecen multitud de posibilidades para poder vivir una experiencia muy bonita».
Cada alumno llevaba consigo un Pasaporte del Peregrino con espacio para sellar en cada uno de los cuatros lugares clave de su ruta.
Primero visitaron el Cotolengo, donde compartieron tiempo con las personas acogidas. Miriam Parrado, alumna de primero de Bachillerato, señala la importancia de esta visita: «hemos visto una realidad que no es la que nosotros estamos acostumbrados a vivir normalmente».
De allí pusieron rumbo a la parroquia de los Santos Mártires, en la que hicieron un tiempo de oración.
Desde allí comenzó la peregrinación hasta la Catedral de Málaga, en la que hicieron un “escape room” por equipos. Este consistía en encontrar cada una de las letras de la palabra “jubileo”, siguiendo varias pistas proporcionadas por los docentes. El primer equipo que consiguiera completar la palabra, sería el ganador de la prueba.
La jornada jubilar concluyó en la Casa Diocesana en cuya capilla celebraron la Eucaristía, presidida por el sacerdote José Miguel Porras, delegado de Infancia y Juventud de la diócesis de Málaga. Los alumnos participaron activamente con la oración del jubileo, las lecturas, las peticiones y la acción de gracias.
«Para muchos jóvenes, la fe puede ser algo personal, pero vivirla en comunidad aporta una riqueza más especial», expresan algunos de los alumnos del Colegio Juan XXIII, tras su participación en el jubileo, destacando la importancia de compartir, a la vuelta, esta experiencia con sus compañeros.
«Hay personas que piensan que la fe se vive individualmente, pero para mí la fe se vive en comunidad. Cuando estás en contacto con otras personas, sus experiencias también te pueden ayudar, y ves que no estás solo, que hay muchísima más gente», comenta Miriam Parrado.
Paula Amado coincide con esta idea: «Estoy totalmente de acuerdo con mi compañera, el hecho de compartir experiencias con tus compañeros lo hace aún más enriquecedor».
Por su parte, Raúl Herrera añade que la convivencia en el instituto facilita este tipo de vivencias: «Es algo que hacemos día a día con nuestros compañeros, compartir costumbres y experiencias hace que todo sea más significativo».
También para los profesores que han organizado la peregrinación y los han acompañado ha sido una experiencia muy especial.
Alicia Pascual, afirma que «el docente aprende mucho más del alumnado que el alumnado lo hace del docente. Nosotros aportamos nuestro granito de arena, pero dentro de ellos vemos esas ganas de comerse el mundo y esas ganas de aprender que nos contagiamos. Se trata de llegar a ellos, saber cuáles son sus necesidades y sobre todo escuchar mucho. Desde mi punto de vista, el buen docente no tiene que ser un buen orador, sino un buen oyente. Hay que llegar al alumnado, hay que llegar a los jóvenes y hay que llegar adonde ellos perciban la esperanza».