Hoy día 5, Miércoles de Ceniza, comenzamos un nuevo tiempo litúrgico, la Cuaresma, tiempo de conversión y preparación para la Pascua. Con este motivo, el papa Francisco publicó el pasado 6 de febrero su mensaje anual, en el que nos invita a “preparar nuestros corazones y a abrirnos a la gracia de Dios para poder celebrar con gran alegría el triunfo pascual de Cristo, el Señor, sobre el pecado y la muerte”.
El Santo Padre enmarca esta Cuaresma en el contexto del Jubileo, y ofrece unas reflexiones acerca del significado de “caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y comunitaria”.
El papa Francisco habla en primer lugar de caminar, y alude al lema del Jubileo –‘Peregrinos de esperanza’– para recordar el largo viaje del pueblo de Israel hacia la tierra prometida. En este contexto, el Santo Padre afirma que “no podemos recordar el éxodo bíblico sin pensar en tantos hermanos y hermanas que hoy huyen de situaciones de miseria y de violencia, buscando una vida mejor para ellos y sus seres queridos”. “Surge aquí una primera llamada a la conversión, porque todos somos peregrinos en la vida”, añade. A modo de consecuencia práctica, el Papa pide que nos confrontemos con “la realidad concreta de algún inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre”. “Este -añade- es un buen ‘examen’ para el viandante”.
Caminar juntos “en la esperanza de una promesa”
La segunda reflexión que hace en el mensaje de Cuaresma tiene que ver con la idea de “caminar juntos”. Al respecto afirma que “la vocación de la Iglesia es caminar juntos, ser sinodales (…) nunca como viajeros solitarios”. En este apartado, el papa nos pide que comprobemos si en nuestra vida, en nuestras familias, en los lugares donde trabajamos, en las comunidades parroquiales o religiosas, “somos capaces de caminar con los demás, de escuchar, de vencer la tentación de encerrarnos en nuestra autorreferencialidad, ocupándonos solamente de nuestras necesidades”. En suma, el Santo Padre presenta la “conversión a la sinodalidad”.
En tercer lugar, este camino se recorre “en la esperanza de una promesa, la esperanza que no defrauda”. Menciona aquí su tercera llamada a la conversión: “La de la esperanza, la de la confianza en Dios y en su gran promesa, la vida eterna”. De ello se deriva una pregunta que el Papa hace en el inicio de la Cuaresma: “¿Poseo la convicción de que Dios perdona mis pecados, o me comporto como si pudiera salvarme solo?”. “La esperanza es el ancla del alma”, concluye.
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