En el camino del Adviento emerge como rayo de esperanza María Inmaculada. La solemnidad de la Concepción Inmaculada de María Santísima coincide este año con el segundo Domingo de Adviento. La liturgia de la Nochebuena nos ayudará a comprender el significado de lo vivido en la preparación del Adviento y, antes de proclamar el evangelio de la Natividad, nos hará oír, de forma siempre nueva, el anuncio profético de Isaías: El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande (Is 9, 1). Es la luz del Salvador, el Verbo encarnado, el Hijo de Dios hecho hombre para que el hombre llegue a ser hijo de Dios. Y esta luz nos ha llegado por la Virgen María.
En la Solemnidad de la Inmaculada la Iglesia nos traslada al momento central de la historia, la encarnación del Verbo, y nos propone el relato de la anunciación. A las puertas de la Navidad, ante la expectación del parto, la liturgia nos propondrá de nuevo el mismo relato. Ahora la mirada la ponemos en María, la llena de gracia, la toda santa, la concebida sin mancha de pecado. Entonces la pondremos en la expectación ante el que viene a salvarnos. El camino del Adviento se recorre desde el sí de María hasta el nacimiento del Salvador. Es el camino del triunfo de la Gracia.
María es la primera redimida, la preservada del pecado original para acoger y dar a luz al único que puede redimirnos de la esclavitud del pecado. En Ella resplandece la luz del Hijo; fijándonos en su vida descubrimos lo que no debe faltar en la nuestra para no perder la luz que orienta nuestros pasos en las tinieblas de este mundo. En Ella descubrimos que la verdadera alegría brota cuando nos sabemos agraciados, es decir, llamados y elegidos por el Señor: alégrate llena de gracia. En Ella sorprende la humildad que engrandece el corazón humano. En Ella sabemos que el Señor nos ha hecho capaces de entrar en diálogo con Él. En Ella se desvelan que las dificultades humanas son siempre menores que el poder infinito del amor de Dios. En Ella aprendemos que la libertad se ensancha abrazando la voluntad divina. En Ella se nos propone el camino de la fe.
En el camino del Adviento nos llega el destello del Mesías futuro en el rostro, lleno de purísima belleza, de la Virgen que se llama María. El Adviento, porque es preparación, nos llama a la conversión. Llegaremos a la Navidad con el corazón bien dispuesto si, depuesto todo pecado, experimentamos el perdón de Dios y el triunfo de la Gracia. Aprendamos de nuestra Madre a decir sí a Dios sin condiciones. El Señor está cerca… con la Virgen Inmaculada respondamos confiados: Hágase en mí según tu Palabra.
+ José Rico Pavés
Obispo de Asidonia-Jerez