Carta pastoral del administrador diocesano con motivo del Adviento

Diócesis de Tenerife
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El Obispado de Tenerife está situado en San Cristobal de La Laguna. La jurisdicción de la diócesis comprende Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro.

Querida familia diocesana,

Algo nuevo está brotando, ¿no lo notáis? (Is 43, 18). Desde esta certeza compartida por el profeta, me gustaría que toda la comunidad diocesana se sintiera invitada a descubrir que, cuando Dios hace morada en cada uno de nosotros y nuestra realidad eclesial más cercana, hay cosas nuevas que empiezan a brotar. Así, en este tiempo de Adviento que comenzamos, debemos estar despiertos para que la novedad que viene de Dios pueda crecer y madurar en cada uno de nosotros.

Además, este próximo tiempo litúrgico se nos presenta como antesala del Jubileo. Por ello, en la venida del Hijo de Dios, podremos sumergirnos en la verdad de nuestro corazón y descubrir las múltiples gracias que Dios nos quiere regalar para bien de la Iglesia y de toda la humanidad. Necesitamos seguir labrando un buen discernimiento personal y comunitario; así como cultivar, en nuestra vida y en el corazón de estas cuatro islas, la virtud teologal de la esperanza que nos permita mirar la realidad de una manera nueva.

Y es que, como afirma el santo Padre en la bula de convocatoria del Jubileo, además de alcanzar la esperanza que nos da la gracia de Dios, también estamos llamados a redescubrirla en los signos de los tiempos que el Señor nos ofrece. Estos contienen el anhelo del corazón humano, necesitado de la presencia salvífica de Dios, y requieren ser transformados en signos de esperanza.

Dios quiere habitar entre nosotros. Por ello, en este próximo Adviento, me gustaría invitarte a mirar tu corazón, a contemplar nuestras fortalezas y debilidades diocesanas y descubrir las oportunidades de tu realidad eclesial más cercana; precisamente ahí nos jugamos el Adviento. En esos signos de los tiempos que a veces parecen desmoronar nuestros planes de pastoral debemos sembrar, con esperanza activa, la cercanía y el amor de Dios.

Somos misión de Dios y necesitamos que sobreabunde la esperanza (cf. Rm 15,13) para testimoniar de manera creíble y atrayente la fe y el amor que se nos ha regalado. Al igual que María que repetía su “sí” en lo cotidiano de su vida, nuestro testimonio creyente se convertirá en este mundo en levadura de genuina esperanza que hace nuevas todas las cosas.

Parafraseando la bula papal, sabemos que nuestra historia se orienta al encuentro con el Señor de la gloria. Vivamos por tanto en la espera de su venida y en la esperanza de vivir para siempre en Él. «¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22,20).

Por todo ello, en este nuevo tiempo de Adviento, acojamos la invitación de la Iglesia y recemos unos por otros para que todos los bautizados, cada uno con su propio carisma y ministerio, seamos corresponsables, para que por la multiplicidad de signos de esperanza testimoniemos la presencia de Dios en el mundo.

Vayan. Sin miedo. Con esperanza. Vayamos juntos.

Antonio M. Pérez Morales

Administrador diocesano

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