Homilía en la Coronación Canónica de María Auxiliadora, de La Palma del Condado

Lecturas: 1 Re 2, 13-21; Sal 45, 10-18; Ap 12, 1-6; Lc 1, 39-45.

 

Saludos, hermanos y hermanas, amados por el Señor:

En esta hermosa tarde de otoño expresamos nuestro amor, fervor y devoción a la Santísima Virgen María con la coronación canónica de la bendita imagen de María Auxiliadora de La Palma del Condado. Hoy de nuestros corazones, de los devotos palmerinos, de toda la familia salesiana y de la misma diócesis de Huelva brotan con entusiasmo las palabras del himno:

Rendidos a tus plantas,

Reina y Señora,

los cristianos te aclaman

su Auxiliadora.

María es Reina siempre, por eso las imágenes de la Virgen están adornadas con una corona. Sin embargo, no todas se coronan canónicamente. Corresponde al Obispo de la Diócesis, acogiendo el sentir de la comunidad cristiana, juzgar sobre la oportunidad de coronar una determinada imagen de la Santísima Virgen; teniendo en cuenta que solo es oportuno coronar canónicamente aquellas imágenes que, por la gran devoción de los fieles, gocen de popularidad; de tal modo que la capilla o iglesia donde se veneran haya llegado a ser centro de un genuino culto litúrgico y de un apostolado cristiano activo.

No cabe duda de que estas condiciones concurren en la bendita imagen de María Auxiliadora de la Palma del Condado, que hoy coronamos.

En 1860 la Santísima Virgen se aparece a San Juan Bosco y le dice que quiere ser honrada con el título de “Auxiliadora”. Desde entonces la familia salesiana -sacerdotes, religiosas y religiosos y laicos con espíritu salesiano- extendieron por toda la Iglesia católica el amor y la devoción a la Auxiliadora de los Cristianos.

Como cabía esperar, el culto a María Auxiliadora en La Palma del Condado creció exponencialmente con la llegada de la comunidad salesiana a esta ciudad el 10 de noviembre de 1961. Previamente, ya existía en la localidad esta devoción, pues se celebraba anualmente en la parroquia un triduo anual a María Auxiliadora desde los primeros años del siglo pasado, aunque fue el Colegio salesiano-palmerino ‘Santo Domingo Savio’ quien dedicó su capilla al culto de María Auxiliadora, cuya imagen fue traída desde Utrera, de donde procedía la propia comunidad salesiana. Enseguida se constituye la Archicofradía local de María Auxiliadora, que inicia la organización de las capillas domiciliarias de María Auxiliadora. Llegó a poner en circulación unas cuarenta capillitas, de tal forma que unas 1.200 familias tenían cada mes en su casa la visita de la Virgen, lo que produjo un extraordinario arraigo de la devoción a María Auxiliadora en el pueblo, extendiéndose también a otras localidades vecinas. Nosotros, herederos y continuadores de esta historia de amor a María Auxiliadora, coronamos con emoción su bendita imagen, renovando con afecto filial nuestra entrega a Ella:

En cuerpo y alma

me ofrezco a Ti,

Virgen Santísima,

ruega por mí.

¿Cómo entender que María es Reina? Acudamos a la Palabra de Dios, que se acaba de proclamar.

Hemos oído en la primera lectura, tomada del primer Libro de los Reyes, como Salomón, sucesor del rey David, reina con su madre, Betsabé: “Betsabé entró donde estaba el rey Salomón para interceder en favor de Adonías. Y el rey se levantó a su encuentro, hizo una inclinación ante ella; y tomó asiento en su trono. Dispuso otro para la madre del rey; quien tomó asiento a su derecha” (1 Re 2, 19).

En el antiguo Oriente Medio, la mayoría de las naciones eran monarquías gobernadas por un rey, en culturas que generalmente practicaban la poligamia; era frecuente que el rey tuviera varias mujeres. ¿Cuál de ellas era honrada como reina? En la mayoría de los casos, la mujer que recibía ordinariamente los honores de reina no era la esposa del rey, sino la madre del rey.

En el breve pasaje leído, el rey Salomón muestra su mayor respeto a la reina madre, inclinándose ante ella y sentándola en el sitio de mayor honor, escuchando sus ruegos en favor de otra persona. El rey atiende su petición, no porque tenga una obligación de obediencia que le vincule legalmente, sino que por su amor filial está dispuesto a conceder los deseos de su madre. Así la reina madre ocupaba una posición única con relación al rey, y se la considera como intercesora y abogada.

Toda la historia ha consistido en preparar al mundo para el momento en que la Palabra se hizo carne, en que Dios se hizo una criatura humana en el seno de una joven virgen de Nazaret, en María. Así podemos entender personas, lugares, cosas, instituciones o acontecimientos históricos del Antiguo Testamento como una prefiguración de algo más grande. La historia previa a la Encarnación que leemos en el Antiguo Testamento revela su significado pleno y claro sólo después de su cumplimiento final en Jesucristo. San Agustín decía que el Nuevo Testamento está oculto en el Antiguo, y que el Antiguo está revelado en el Nuevo.

Como hemos escuchado en el santo Evangelio: “Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1, 45). Sí, la monarquía de Israel encuentra su perfecto cumplimiento en Jesucristo. Cuando el libro del Apocalipsis, que podemos considerar como el evangelio de la gloria del Resucitado, proclama: “Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras, porque has asumido tu gran poder para establecer tu reinado” (Ap 11, 17), junto al Rey de la gloria “apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza” (Ap 12, 1). Así Jesucristo, el esperado descendiente de David, el Rey eterno, reina con una mujer, la reina madre, abogada de su pueblo, una persona real e histórica que es María, nuestra Madre y nuestra Reina. Su condición de Reina Madre la hace estar siempre y en todo lugar atenta y cercana a las necesidades de los discípulos de su Hijo. Con cuanta verdad y confianza podemos decir:

Yo tus auxilios

vengo a pedir,

Virgen Santísima,

ruega por mí.

En la vida cristiana María no es un adorno. Para Don Bosco María Auxiliadora fue el fruto de una experiencia personal hecha a lo largo de toda su vida. Recibió la devoción y el amor a la Virgen María en su familia, la alimentó en su vida de sacerdote y la fortaleció en su misión educativa y evangelizadora con los jóvenes.

Sigamos su ejemplo. No nos contentemos solo con un sentimentalismo devocional en ocasiones puntuales. Esforcémonos para que nuestro amor a María Auxiliadora nos lleve a hacer de Ella, la inspiradora, la guía, la maestra, de tal modo que su compañía en el camino de la vida vaya configurando nuestro modo de pensar, de sentir y de hablar, y así con nuestras obras demos testimonio del Reino de los Cielos.

Sigamos caminando con María, la madre más bendita de la historia, hacia nuestro destino común, nuestra casa común, la Jerusalén del Cielo, en la que a la derecha del Rey de la Gloria esta la Reina Madre, intercediendo por nosotros.

Pidámosle con verdadero fervor:

En las horas de lucha

sé mi consuelo,

y al dejar esta vida

llévame al cielo.

Como sabéis, San Juan Bosco decía: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que son milagros”. En esta coronación canónica de la bendita imagen de María Auxiliadora de La Palma del Condado y siempre, hagamos lo que recomendaba Don Bosco: repetir muchas veces una pequeña oración, diciendo:

“María Auxiliadora, rogad por nosotros”.

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