La sede de la Fundación Cajasol acogió la tarde del miércoles, 2 de octubre, un homenaje al padre José María Javierre en el centenario de su nacimiento, “un gesto de agradecimiento en un momento en el que parece que todo se olvida rápidamente”, como subrayó el periodista Antonio Pelayo al inicio de su intervención. Pelayo, gran amigo de aquel aragonés que llegó a Sevilla en 1958 tras la estela de santidad del cardenal Spínola, explicó que Javierre tardó muy poco en hacerse uno más entre los sevillanos: “se metió aquí y metió a Sevilla en su corazón”, apuntó.
Una cuota nada desdeñable en esa rápida adaptación de Javierre a su nuevo entorno recae en la familia Fernández-Palacios, que lo acogió inicialmente para unos días sin saber que Ba, como se le llamaba en casa, formaría parte de la gran familia hasta sus últimos días. De ello dio fe Pablo Fernández-Palacios, con una galería de recuerdos presididos por la gratitud y el cariño. Ba no fue un cura al uso. Recuerda hasta qué punto “nos agrandó el mundo geográfico e ideológico en el que la familia vivía”, sin fomentar la división por tener ideas contrarias, llegando a adquirir una posición patriarcal dentro de la familia.
«Sevillano de mirada perspicaz y empática»
En una España con serias dificultades para el ejercicio del periodismo, el cura Javierre abrió ventanas a la libertad, el pluralismo y la verdad. Y lo hizo en todas sus aventuras mediáticas, las dos etapas que dirigió El Correo de Andalucía, en Televisión Española, los doce años que dirigió el programa ‘Testigos Hoy’ de Canal Sur Televisión, al frente de la Gran Enciclopedia de Andalucía… Monseñor Saiz Meneses subrayó la lucidez de Javierre al entender que los medios no son un fin en sí mismos, sino «un medio poderoso para llevar su mensaje a todos los rincones». El arzobispo esbozó un perfil del sacerdote Javierre muy reconocible por cuantos se dieron cita en la Fundación Cajasol: “Sevillano de mirada perspicaz y empática, que no se limitó a ser un observador externo de Sevilla, y que supo tejer lazos con la gente”. “Habría que ver cómo se habría manejado nuestro cura con las redes sociales”, se preguntó.
Nunca dejó de ser sacerdote. El arzobispo recordó que siempre tuvo claro que su misión era la de un pastor, “llevando el mensaje de Cristo a través de los medios, con un lenguaje claro y accesible” “Fue un evangelizador incansable, consciente de la necesidad de salir como Iglesia al encuentro del mundo. En el fondo era un hombre de Dios, y por eso un hombre del pueblo, que comprendía las realidades concretas de quienes le veían y leían”, concluyó. En una de sus intervenciones, Antonio Pelayo incidió en esta faceta del personaje, que resumió en una frase para el titular: “Un cura y un corazón inmensos, sin límite”.
“El Ba atesoraba una fe profunda”
Susana Herrera, coeditora del programa ‘Testigos Hoy’, condujo un acto que se desarrolló entre anécdotas y recuerdos presididos por un cariño inmenso, y el convencimiento de que se homenajeaba a alguien muy especial. Hay que reiterarlo: no fue un cura al uso, ni un periodista o un escritor cualquiera. En su casa de adopción lo tenían claro: “El Ba atesoraba una fe profunda”. Los periodistas que lo trataron en Andalucía no albergan dudas acerca de su valía, de su distinción entre quienes ejercían una profesión vocacional donde las haya. Carlos Navarro, subdirector de Diario de Sevilla, recordó varios hitos de una vida sin descanso, y se detuvo en la lucha por las libertades que resume su trayectoria mediática. “Y lo hizo en Sevilla, cuando Bueno Monreal era una suerte de Tarancón a la hispalense”. “Javierre recorrió el mundo con Sevilla como base, y en el fondo tenemos la impresión de que conoció Sevilla mejor que muchos sevillanos”, añadió.
Uno de sus más estrechos colaboradores en la aventura que supuso sacar adelante la Gran Enciclopedia de Andalucía fue Manuel Ángel Vázquez Medel, que arrancó su intervención recordando las primeras palabras del cardenal Amigo Vallejo en las exequias de José María Javierre, de las que se cumplen quince años: “Alabemos la memoria de los hombres de bien”. Su recuerdo fue el de un joven universitario a quien Javierre confió una tarea inmensa, la coordinación de aquella enciclopedia, un reto sin precedentes en una Andalucía que comenzaba a reivindicar su sitio en una España en transición a la democracia. “He oído a pocas personas hablar con tanto amor, con tanta pasión, de Andalucía”, reconoció.
Y en el fondo su sonrisa, “la sonrisa seductora de la Iglesia”, como la definió su biógrafo, Antonio Lorca. La misma con la que recorría los pasos de Cristo desde Tierra Santa, con la que reivindicaba el papel de los jóvenes en la sociedad, la importancia de la dedicación a la política, la fortaleza de los papas, con la que criticaba las miserias de nuestros barrios, pueblos y ciudades, y con la que contaba los pinos, fuentes y obeliscos de una Roma que conocía como pocos. El de ayer fue un acto de justicia, y quién sabe si el impulso de alguna iniciativa periodística y eclesial que deje el nombre del padre Javierre como lo que fue, un referente, un hombre adelantado a su tiempo, un amante de Andalucía, un testigo del Evangelio y un devoto de la verdad.
GALERÍA del acto.
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