Con este relato Marcos pasa de las palabras de Jesús, mediante parábolas, a la acción de Jesús, la praxis de su mensaje. El evangelista convierte un hecho histórico en una catequesis al transformar los elementos de lo que sucede en símbolos. La tempestad calmada se trata del primero de los cuatro signos o milagros de Jesús con los que se pone en evidencia el comienzo del final del mal, presente en el mundo, la creación y la humanidad.
El gran mensaje de esta perícopa consiste en enseñarnos que solo la fe nos llena de esperanza y nos ayuda a vencer los miedos, dicho de otra manera, sin fe somos vencidos por los miedos y las amenazas.
Navegar por el lago tenía sus riesgos y peligros cuando aparecían las tormentas, muy frecuentes en ese lugar geográfico. Las olas enfurecidas podían hundir la barca y ahogar a sus tripulantes. Esta escena simboliza las dificultades y los obstáculos a los que tienen que enfrentarse los discípulos de todos los tiempos cuando llevan a cabo la tarea evangelizadora y de anuncio del Reino de Dios desde la Iglesia, que en todas las épocas se ha sentido perseguida, incomprendida y rechazada.
Todos tenemos miedos, especialmente cuando sentimos perder nuestras seguridades y también nuestros privilegios. Y los miedos (a lo nuevo, a los cambios, a la muerte…, incluso a Dios) se agravan cuando además sentimos la soledad, la ausencia y el abandono del Señor, que parece que está dormido. Las situaciones de caos, de tormentos, de angustias, de peligro y soledad ante las que nos sentimos impotentes, solo Dios las transforma en calma, esperanza, paz y vida. Y Marcos nos indica que para que esto ocurra es imprescindible la fe. En definitiva: cuanta más fe en el Hijo de Dios, menores son los miedos y mayor es el amor a la vida.
Emilio J. Fernández, sacerdote
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