En la vida hay que hablar claro. Expresar con fundamento lo que se piensa y en lo que se cree. Flaco favor hacemos si silenciamos socialmente nuestra opinión como creyentes en Cristo Jesús.
Estamos llamados a ser mediadores entre Dios y la persona; participamos del sacerdocio común. Estamos convocados a hablar en nombre de Dios; por la fe ejercemos el don de la profecía. Estamos urgidos a implantar el reino de Dios en la tierra; heredamos un reinado, el de Cristo Rey. Los presupuestos paganos se filtran en nuestra vida. Basta comprobar la vida de algunos creyentes. Necesitamos revitalizar y formar las conciencias en las consecuencias de la consagración bautismal, en la llamada a la santidad, recibida en nuestro bautismo; una consagración que nos une a Cristo en la dimensión sacerdotal, profética y de realeza.