«La salud mental está de moda»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

«Antes, acudir al psicólogo era un tema tabú, pero hoy se ha normalizado», afirma el profesor de Psicología del Centro de Estudios Teológicos, Daniel Guerrero. En esta Pascua del Enfermo, reflexiona sobre la importancia de cuidar también la salud mental de los miembros de nuestras comunidades.

El Departamento de Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal afirma que hay una tendencia creciente en los últimos años a padecer problemas de ansiedad, depresión o dificultades para conciliar el sueño, que nos lleva a un aumento del consumo de antidepresivos, hipnóticos y sedantes. ¿A qué se debe?

Puede haber muchos factores, ya que cada persona es un mundo y cada una tiene una historia personal detrás, pero podemos fijarnos en dos claves: las fuentes externas e internas. Externas son las que están fuera de nosotros: Por ejemplo, el ritmo que nos marca hoy la sociedad, el trabajo, la carga familiar, los estudios o el desempleo. En definitiva, responsabilidades que asumimos y que no nos corresponden o no sabemos cómo gestionar. Hasta el ocio o el deporte mal gestionados se pueden convertir en fuentes de ansiedad y de depresión. En el ámbito religioso, la actividad pastoral que podamos desarrollar se puede convertir en un foco de estrés si no logramos los resultados que creemos que podríamos conseguir. En cuanto a los factores internos, son nuestras decisiones. A lo largo del día tomamos una gran cantidad de decisiones que nos van configurando como personas y que mal tomadas pueden desencadenar en un estado de ansiedad o depresión. Nuestro estado mental influye en nuestro propio cuerpo y viceversa. Ante un proceso de ansiedad o depresión, la pastilla tiene unos resultados más rápidos y económicos que una terapia psicológica. Pero no se afronta el foco que provoca el problema que padece la persona.

Ante esta realidad, la Iglesia dedica la Campaña del Enfermo a tomar conciencia de este sufrimiento. Como especialista ¿podría darnos unos consejos sobre cómo acompañar a las personas ante este sufrimiento psicológico?

La salud mental está de moda y eso es importante. Antes se trataba como un tema tabú, pero hoy se ha normalizado acudir al psicólogo cuando es necesario para potenciar algo o para ayudarte a gestionar algo que no sabes, incluso para ayudarte a tomar una serie de decisiones. Esto es muy importante. Un signo muy claro de esperanza dentro de la tristeza es algo muy sencillo que a veces se nos olvida y es el mero hecho de explicar al que está sufriendo qué es lo que le pasa, ya sea ansiedad, depresión… y cuáles son los factores que pueden estar condicionando esa situación, además de indicarle incluso cómo se puede salir de ahí. Lo primero que te dice esa persona es: «¡Ah, entonces no estoy loco!». Es un alivio sentirse comprendido y saber que simplemente estás pasando por un proceso depresivo o de ansiedad que tiene solución y que se puede trabajar. La palabra esperanza es un estado de ánimo realista, no es una ilusión que pueda llegar y que nunca llega, sino un estado en el que uno espera desde la realidad. Con tres claves en definitiva: primero, escucha activa y paciente: que la persona se sienta escuchada; segundo, empatía: que la persona se sienta importante, entendida y acogida en su situación; y, por último, desdramatizar: darle el valor justo que tiene la situación, sin hacer un drama, ofreciendo el sentido del humor como medio terapéutico. Todo esto se puede resumir en: paciencia, ternura y buen humor.

La Iglesia urge a “Dar esperanza en la tristeza”, como afirma el lema de la Campaña del Enfermo de este año, que comenzó el 11 de febrero, festividad de Nuestra Señora de Lourdes, y concluye este domingo con la Pascua del Enfermo. ¿Cómo se puede dar esperanza en la tristeza?

Hace un tiempo, acompañando a un familiar en el hospital, me fijé en un cartel que tenían en el puesto de enfermería y creo que resume también muy bien cómo se puede acompañar a una persona en un momento de sufrimiento. El cartel le decía: “si puedes curar, cura; si no puedes curar, por lo menos alivia; si no puedes aliviar, consuela; y si ni siquiera puedes consolar, simplemente acompaña”. El acompañamiento, ya de por sí, el estar al lado de otra persona, es muy sanador. Por ello, si tenemos un vecino, un familiar o un amigo que se encuentra enfermo, acompañémoslo. ¡Qué labor tan bonita hacen los equipos de Pastoral de la Salud de cada una de las parroquias! Para los enfermos, saber que alguien va a ir a visitarlos es fundamental.

Y ¿cómo podemos cuidarnos a nosotros mismos que también es muy importante?

Si queremos sentirnos un poquito mejor o cuidarnos, recomendaría unas pautas muy sencillas, pero fundamentales. La primera y principal es dedicarnos tiempo de calidad. Muchas veces no nos dedicamos tiempo a nosotros mismos, y lo debemos hacer en una triple dimensión. La primera, dedicando tiempo a nuestro cuerpo, empezando por un buen descanso y continuando por una buena alimentación. Muchas veces nos olvidamos de nuestro estómago y en nuestro sistema digestivo hay tal cantidad de neuronas que se le conoce como nuestro segundo cerebro, porque influye mucho en nuestro estado de ánimo. Tanto es así, que muchas veces estamos en una situación de ansiedad o de nerviosismo y decimos: “se me ha cogido un pellizco en el estómago”. Y es cierto que el estómago te está avisando, porque nuestro cuerpo nos habla. Hay que saber escucharlo. También es fundamental el ejercicio físico: andar, pasear media hora todos los días al aire libre es una fuente de energía y sanación para cada uno de nosotros. Un segundo punto importante es cuidar nuestra mente. Para ello, es fundamental tener momentos de silencio. Debemos dedicar tiempo al silencio, a la lectura, a pensar y a reflexionar sobre nosotros mismos. Y también hay que dedicarle tiempo a quererse uno mismo y centrar nuestra mente en nuestros sentimientos, nuestras emociones y nuestros afectos. La tercera clave, tras cuidar el cuerpo y la mente, es cuidar tu espíritu. Toda persona tiene una dimensión espiritual que debemos cuidar. Pararnos y pensar en las grandes cuestiones: ¿Qué sentido tiene mi vida? ¿Qué es lo que estoy haciendo con mi vida? ¿Qué quiero hacer con ella? Desde ahí tenemos esa capacidad de trascender, de salir de nosotros mismos para responder. Por supuesto, si eres creyente, además de reflexionar sobre todo eso, reza, que la oración es fuente también de salud y de bienestar. Y desde ahí, desde cuidar nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu, debemos cuidar también a la gente que tenemos alrededor, nuestras relaciones sociales porque somos seres sociales y mucho de nuestro bienestar redunda en esa red social que tenemos a nuestro alrededor. Cuidemos nuestra familia y nuestros amigos, dediquemos tiempo también al otro.

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