El gesto de la paz está sugerido por el propio Jesucristo: «Si antes de presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tienes algo contra tu hermano, ve y reconcíliate primero con él» (Mt 5, 23-24). El abrazo y beso de paz es un gesto de amistad usado en la liturgia eucarística desde los tiempos apostólicos. Por dificultades prácticas, el gesto se fue perdiendo, y fue sustituido por el beso al instrumentum pacis, osculatorium o portapaz[1].
Se generaliza el uso del portapaz después de la reforma del Missale Romanum, promulgado por San Pio V en 1570. El celebrante, después de recitar la oración por la paz, besa el instrumentum pacis, que le es presentado por un ministro, arrodillado. El preste dice: Pax tecum; y el ministro responde: Et cum spiritu tuo. A continuación, el ministro lo da a besar a los fieles. Se trata de una pequeña capillita o retablito, normalmente realizado en bronce dorado, aunque también se hacían de plata. En él se suele representar a Jesucristo, en su pasión o resurrección, o a la Virgen María con Jesús Niño. En su base se sitúa una cruz, que es besada por los fieles.
En la Ordenación General del Misal Romano de Pablo VI (1969), aplicando las orientaciones del Concilio Vaticano II, se restableció en la Misa el gesto del ósculo de paz, antes de la comunión, con lo que el portapaz cayó en desuso[2].
De los 14 portapaces renacentistas de la provincia de Huelva[3], mostramos dos que representan a Cristo resucitado.
Portapaz de la Resurrección (h. 1575)
Hernando de Ballesteros el Mozo[4]
Bronce fundido, dorado y cincelado. Alto 16 x ancho 9 cm.
Galaroza. Iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción
Portapaz renacentista, de bronce dorado, con figuras en bajo relieve[5]. Presenta la tipología de un pequeño retablo-tabernáculo de un solo cuerpo, sobre podio moldurado centrado por cartela con cruz patada griega, que sirve de osculatorio. La hornacina central de medio punto queda enmarcada por columnas lisas de orden compuesto, que se adelantan sobre el plano de fondo, provocando el mismo adelantamiento en el podio y en el entablamento. En las enjutas, sendos querubines. Se corona por un ático semicircular, en cuyo tímpano aparece el Padre Eterno bendiciendo con la derecha y sosteniendo el mundo abrazado por la cruz con la izquierda.
La hornacina avenerada cobija la escena de la Resurrección: del sepulcro abierto, en forma de sarcófago rectangular con la tapa removida, surge la figura de Cristo resucitado, semidesnudo, con el manto al vuelo y la banderola de la victoria sobre la muerte. Tres soldados dormidos rodean la tumba, dos delante, a izquierda del Señor, y uno detrás. Todos los fondos se recubren de punteado, que dibuja hederas, roleos y pámpanos.
Existe en Cumbres Mayores[6] un ejemplar idéntico, salvo en la cruz del osculatorio, que en vez de ser patada es de Santiago. El mismo marco arquitectónico se repite en el portapaz de la Flagelación, de Cortegana.
Portapaz del Noli me tángere (1575)
Hernando de Ballesteros el Mozo
Bronce dorado. 13 cm. de alto y 14,5 cm. de ancho
Paterna del Campo. Iglesia parroquial de San Bartolomé.
En la Visita pastoral de 1577, consta que en 1575 el mayordomo de la parroquia de Paterna del Campo “pagó catorçe ducados de dos portapaces de Henando de Vallesteros, platero, vna dorada de doze ducados y otra plateada en ocho ducados”[7].
Dispone de una base moldurada, en cuya parte central se sitúa la cruz que se da a besar, con sendas ménsulas en los extremos. El cuerpo central está flanqueado por dos columnas de orden dórico, con el tercio inferior acanalado y el superior decorado con una flor y unas cintas que penden de una anilla. A ambos lados se sitúan unas hojas de acanto a modo de asas. Un arco de medio punto sobre pilastras, cajeadas y decoradas con elementos circulares, centra la composición. El arco tiene la clave aderezada con una ménsula y las enjutas con círculos superpuestos. Rematando el conjunto debió de existir un frontón, como el de Manzanilla, que desgraciadamente se ha perdido.
El relieve central representa el Noli me tangere (Jn 20, 11-18). Vemos la figura de Cristo que se aparece a la Magdalena bajo la apariencia de un hortelano, con una azada en su derecha, y cubierto con sombrero. Gira su cuerpo, cruzando las piernas, para dirigirse a María Magdalena, que, arrodillada, reconoce la voz del Señor, que la ha llamado por su nombre, y quiere abrazar al Resucitado. La escena se completa con un paisaje que se desdibuja al fondo.
[1] RIGHETTI, Mario, Historia de la Liturgia, Madrid, BAC, 1956, t. I, págs. 351-353; t. II, págs. 433-436. SANZ SERRANO, María Jesús, «Aspectos tipológicos e iconográficos del portapaz renacentista», en Cuadernos de Arte e Iconografía, IV-8 (1991) 113-123.
[2] Institutio Generalis Missalis Romani, Pablo VI, 14-02-1969, n. 56 b, 112.
[3] CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, “Portapaces de Hernando de Ballesteros en Huelva”, en Boletín Oficial del Obispado de Huelva, 388 (julio-agosto 2007) 246-264.
[4] SANTOS MÁRQUEZ, Antonio Joaquín, “Nuevas noticias documentales sobre el platero sevillano Hernando de Ballesteros el Mozo”, en Laboratorio de Arte 16 (2003) 405-415. Id. Los Ballesteros, una familia de plateros en la Sevilla del quinientos, Diputación Provincial de Sevilla, 2007, p. 151. Id., “Addenda a la biografía de los Ballesteros: nuevas aportaciones documentales”, en Laboratorio de Arte 24 (2012), 171-185.
[5] HEREDIA MORENO, María del Carmen: La orfebrería en la provincia de Huelva, Huelva, Diputación Provincial, 1980, t. I, p. 346, fig. 76; t. II, p. 122.
[6] HEREDIA MORENO, ibid., t. I, p. 346, fig. 75; t. II; pág. 106.
[7] CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús, “Portapaces de Hernando de Ballesteros en Huelva”, ibid., p. 248.
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