Sor Inmaculada López Miró, OP, del Monasterio Santa Mª de Gracia, Córdoba, ayuda a profundizar en el Evangelio de hoy, miércoles de la Octava de Pascua, (Lc 24, 13-35).
El Evangelio de los discípulos de Emaús es un texto riquísimo en imágenes, que no podemos dejar pasar de largo; por eso hoy es un día para meditar tranquilamente en cada frase, en cada palabra y sacar las consecuencias para nuestro propio camino de Emaús.
Dos discípulos, uno se llama Cleofás, ¿y el otro? El otro discípulo eres tú, Juan, María, Pepe, Marta, Antonio, Dolores… Se hacían preguntas, estaban ofuscados y no eran capaces de reconocer la realidad. Así vivimos muchas veces, ofuscados con nuestras cosas, sin parar de darle vueltas a las cosas, perdiendo la distancia necesaria para ser objetivos y darnos cuenta de que los caminos de Dios no son nuestros caminos.
Los dos hablan en pasado, “esperábamos, no encontraron, decían que está vivo, no lo vieron”. La desesperanza ha entrado de lleno en su corazón y por eso se vuelven a su vida de antes, ya no les interesa este Jesús libertador de Israel que les ha fallado. ¡Qué bien refleja nuestra poca fe y torpeza para comprender la historia de salvación que Dios hace con cada uno de nosotros! En cuanto las cosas no salen como queremos, abandonamos y nos volvemos a enfrascar en nuestros pequeños proyectos humanos.
Y nuevamente dos realidades nos devuelven al centro: la Palabra y la Eucaristía. La Palabra de Jesús que explica, que hace arder, que devuelve la esperanza; y la Eucaristía, pan compartido que abre los ojos del alma para reconocer lo que ya estaba presente.
El camino de vuelta no se hace pesado, en aquel mismo instante se pusieron de camino y regresaron a la comunidad, de donde nunca tenían que haber salido. Cuando una comunidad pone en el centro a Dios, presente en las Escrituras y la Eucaristía, puede hacer la experiencia del Señor Resucitado que está siempre presente donde se reúnen los hermanos. No abandonemos nunca la comunidad, no dejemos de escuchar y meditar la Palabra de Dios y nunca dejemos de participar en la fracción del pan.
¿Conoces tus parálisis interiores y a qué actitudes te llevan? ¿Pasas la vida pidiendo limosnas? ¿Qué actitud interior adoptas ante eso que te paraliza?
¿Abandonas la comunidad cuando las cosas no salen como a ti te gustan, cuando los planes de Dios son diferentes de los tuyos?
¿Tienes la lectio divina como eje de tu vida de fe y la Eucaristía como el centro de tu vida?