Los niños de Asia, América y África, que aparecen fotografiados en la campaña de Manos Unidas de este 2024, en el cuaderno de actividades para las familias y los niños y para las catequesis: Nandini, de la India, Marineli de Honduras y Etienne de la República Democrática del Congo, nos hablan de luz, agua y tierra. Mejor dicho, de falta de electricidad, de aguas contaminadas y de esclavitud infantil en las minas. Vaya panorama, todos marginados.
La segunda frase de la Biblia dice que “la tierra no tenía forma alguna, todo era un mar profundo, cubierto de oscuridad, y el espíritu de Dios se movía sobre las aguas”. Oscuridad, profundidad y aguas embarradas. Lo mismo que la vivencia de estos niños. Pero Dios se mueve, planea, contempla y da respuestas.
Y aquí estamos tu y yo, humanos de no se qué generación, que como al principio de nuestra historia, estamos dejando este planeta sin forma alguna, en un caos inhabitable. Y cuando parece que estamos tocando el cielo, nos está ocurriendo como a los de la Torre de Babel, que, en su orgullo, se hundieron en la confusión y en la dispersión.
El primer capítulo de la Biblia, el del Génesis, es de una perfección incomparable. Se esponja el corazón cuando lo lees. Todo es belleza y equilibrio, te hace caminar por el Paraíso. Lo que ocurre es que hemos confundido el “dominad” la tierra, del mandato divino, con “aniquilad” la tierra, fruto del orgullo, del odio, del enfrentamiento, de la división. La fraternidad activa, la mirada compasiva (con pasión) la cooperación, son las respuestas a tanto desastre.
Somos tontos de capirote, egoístas, que no pensamos en nuestras generaciones venideras, porque no estamos dispuestos a pequeños sacrificios, a una cierta austeridad, a compartir, por el bien de todos. La devastación, el desmoronamiento de nuestro perfecto y sublime rascacielos (el mismo nombre hace referencia a Babel) está ya profetizado, si no nos miramos al corazón y nos ponemos manos a la obra.
Manos Unidas nos ayudan si nosotros somos capaces de ayudar. Nos ayudan en ese intento de construir en horizontal (de lado a lado) y no en vertical (de superior a inferior). En ese tesón por el que sufre, ya tenga rostro de niño, adulto o anciano, ya sea de cualquier religión o país, de cualquier etnia, de cualquier enfermedad o impedimento… ellos nos socorren si nosotros socorremos.
¿Y si esos rostros fuesen de los nuestros: nuestros hijos, nuestros padres, nuestros amigos? Pues los son, son humanos. Está claro que somos la única especie capaz de cambiar el planeta.
¡Ánimo y adelante!
+ Antonio Gómez Cantero
Obispo de Almería