18 de marzo de 2023
Querida Comunidad: laicos, diáconos, sacerdotes y vida consagrada, queridos padres y familia de Manuel, querido MANUEL que hoy recibirás el Orden de los Diáconos. Sr. Deán y Cabildo de nuestra Apostólica Catedral de la Encarnación, Vicario General, D. Ignacio, nuestro rector D. Ramón Carlos y D. Jesús, rector del seminario de Murcia y sus formadores, comunidad parroquial de nuestra Señora del Carmen de El Alquián, y a su párroco. Comunidades de Laujar, Fuente Victoria, Alcolea, Benecid, Paterna, Bayarcal y Fondón (sus alcaldesas y alcaldes) parroquias donde Manuel está haciendo el año pastoral. Y a su párroco D. Federico que te ha acogido en su casa.
Queridos seminaristas de Almería y seminaristas de Murcia que con gran esfuerzo habéis venido a celebrar estos dos días de celebración diocesana. Gracias por vuestra presencia y por la acogida en vuestro seminario de nuestros seminaristas de Almería. Mi gratitud a vuestro obispo D. José Manuel Lorca. Un recuerdo y una oración por todas las personas que han acompañado y cuidado tu vocación, querido Manuel, hasta el día de hoy: párrocos, rectores, formadores, profesores y personal del servicio de nuestro seminario.
Las lecturas que acabamos de proclamar, y que tú has elegido, nos señalan el camino por donde podemos contemplar el gran misterio que encierra la ordenación de un Diácono. Damos gracias a Dios.
- La institución de los diáconos [Hch 6,1-6]
Querido MANUEL, como hemos proclamado en la segunda lectura, el ministerio de los diáconos en la Iglesia viene de los tiempos de los apóstoles, cuando apartan a siete varones justos. El texto señala que, debido al aumento del número de los discípulos, los creyentes de origen helenista se quejan contra los de origen judío, porque sus viudas no están bien atendidas en la distribución diaria de los alimentos. Ante semejante situación, los Apóstoles hacen notar las dificultades para abandonar el ministerio de anunciadores del Evangelio para dedicarse al servicio de la caridad; por lo que estiman pertinente escoger «siete hombres de buena fama», es decir, sin doblez, donde el ser y el actuar coincidan, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a los cuales encomiendan la asistencia de los necesitados.
Pero rápidamente vemos que los diáconos, una vez instituidos mediante la imposición de las manos, actúan también como predicadores, responsables y guías de un grupo cristiano, comenzando por llevar la Buena Noticia a los no judíos, siempre bajo la supervisión de los Apóstoles (Cfr. Hch 6, 8 ss). Así nos encontramos con Felipe, uno de los diáconos que componen el grupo de los siete, predicando y bautizando en Samaria (Cfr. Hch 8, 12-16).
San Pablo menciona a los diáconos al menos en dos lugares. Comienza saludándoles en la Carta a los filipenses “a todos los santos en Cristo, a sus Obispos y diáconos” (Flp 1, 1). En la Primera Carta a Timoteo, es donde describe las cualidades y virtudes de los diáconos poniendo en el centro: “que guarden el misterio de la fe con conciencia pura” (1Tm 3, 8).
Durante los primeros cuatro siglos de la Iglesia, el diaconado se concibe en Occidente como una institución permanente, de hecho, sólo se habla de los Obispos con sus diáconos, así lo vemos en las actas martiriales de algún Papa (Obispo de Roma) o varios Obispos martirizados con sus diáconos (San Lorenzo –que está en tantos de nuestros retablos– uno de los siete diáconos del Papa San Sixto, asesinado con cuatro de sus diáconos cuando celebraba la Eucaristía. En Tarragona: el obispo Fructuoso y sus dos diáconos Augurio y Eulogio fueron encarcelados y quemados en el anfiteatro. San Vicente en Valencia. Ellos y muchos más serán tus protectores.
- Jesús se entrega a sí mismo como ofrenda [Isaías 61,1-3ª]
Querido MANUEL, el diaconado no es solo una tarea más, sino que es donación de toda la persona, de sí mismo, como lo hemos proclamado en la primera lectura. Aquí se sintetizan todas las ideas respecto al servicio en toda la Historia de la Salvación.
Los adversarios de Jesús y los que no se decidían a creer en Él, le piden prodigios que sean capaces de mostrar su gloria; el rechaza este camino de poder y renueva su adhesión al plan divino, que entiende la Encarnación en la línea del despojo, de servicio, de sacrificio, de entrega total, de humilde abajamiento, kenosis. Y esto, querida comunidad, querido MANUEL, es el único medio por el que alcanzaremos la salvación, la vida eterna, que en definitiva es un estado glorioso en el que el siervo es servido. Superar en nuestra vida las tentaciones de Jesús en el desierto, es nuestro camino: ni gloria, ni poder, ni riqueza… si no, como podemos anunciar la salvación a los pobres, a los ciegos, a los encarcelados… solo desde abajo. Lo demás son tentaciones también del claricalismo.
- Cristo icono de la Iglesia que sirve [Jn 13,13-16]
La imagen de Jesús en el Evangelio lavando los pies a sus discípulos, un maestro en funciones de esclavo, es conmovedora y transgresora. Y es la que has elegido como icono en la tarjeta de tu ordenación. Somos diáconos para arrodillarnos y lavar los pies de todos, así nos lo enseñó el Señor aquel Jueves Santo, cuando se arrodilló ante los suyos como un esclavo, cuando partió el pan y oró por la unidad: ¡que todos sean uno, como tú y yo Padre, somos uno! Cuando nos dio el mandamiento nuevo del amor. La novedad, queridos hermanos radica en que Amar no tiene otro camino que el “como yo os he amado”, es decir, ser un servidor inclinado en el suelo, desvestido, con la toalla ceñida, antes de nada. De rodillas ante Cristo en la Eucaristía, ante la Palabra de Dios, ante la comunidad congregada, ante los humildes, pobres y necesitados. De rodillas como inútil servidor, como mediador del amor derramado de Dios “por nosotros y por nuestra salvación”.
Ante él, para adorar, ante los demás, para servir. Pero adorar y servir sólo se pueden sostener en una misma unidad, como los dos palos de la Cruz ¡Así todos somos Cuerpo de Cristo! Así seremos personas eucarísticas, contemplativas y orantes, entregados de lleno a la comunidad [la de dentro y la de fuera del redil], partiéndonos y repartiéndonos, como el mismo pan eucarístico, dándonos en alimento, hasta agotar la vida. El que quiera ser el primero que sea el esclavo de todos. Queda claro. También para los presbíteros que somos diáconos.
- Un desafío para la Iglesia
No estás como de paso en este ministerio diaconal, tan necesario para que inunde de servicio el día de mañana tu ministerio presbiteral.
Estamos en las puertas del día del seminario: “Levántate y ponte en camino” dice el lema de este año. A nuestra Iglesia de occidente nos queda una tarea. Podemos preguntarnos: ¿Qué frena a nuestras comunidades poder preparar el terreno para sembrar la semilla de las vocaciones al sacerdocio, al diaconado, a la vida consagrada, al laicado comprometido?
Donde haya una comunidad viva brotaran las vocaciones. Si nuestras comunidades envejecen sin ningún tipo de renuevos, muere el campo y se pudre la siembra. ¿Qué nos frena a hacer una propuesta clara, tanto a jóvenes, como a personas maduras, para que entreguen su vida a Cristo y a la Iglesia? Nos preocupan las vocaciones para el sacerdocio, y está bien, pero estas vocaciones surgen en su mayor parte de la tierra preparada de una parroquia. Allí aprendemos desde pequeños a construir comunidad. Y los sacerdotes debemos de sentirnos felices en nuestra misión. En Cristo todo adquiere sentido, si no ¿quién va a querer entregar su vida para la amargura y la indolencia? Felices los pies del mensajero que llevan la alegría de la fe y construye comunidad. Parroquia significa la casa de todos.
- Conclusión [Lc 1, 38.48]
Finalmente, hoy deseo poner tu diaconado a los pies de María, recuerda que Nuestra Señora, mujer de nuestro pueblo, se llama a sí misma en dos ocasiones “esclava del Señor” (Lc 1, 38.48) MANUEL, fíjate en ella, apóyate en ella. La grandeza de la fe de la Bienaventurada Virgen María radica en que se hizo esclava de la voluntad de Dios, para ella y también para su pueblo (dos dimensiones que nunca debemos separar).
Que ella te proteja y nos proteja, que ella nos aliente y te guarde en este servicio al que hoy has sido llamado hasta la vida eterna. Amén.
+ Antonio Gómez Cantero Obispo de Almería