DOMINGO II DEL TIEMPO ORDINARIO

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Lecturas: Is 49,3.5-6. Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación. Sal 39. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. 1 Cor 1,1-3. A vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Jn1,29-34. Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Acabamos de concluir el ciclo de Navidad con la fiesta del Bautismo del Señor. Comenzamos una nueva fase litúrgica llamada Tiempo Ordinario que se extenderá hasta el Miércoles de Ceniza donde nos introduciremos en el tiempo de Cuaresma. Acabada la cincuentena Pascual lo retomaremos y no lo abandonaremos hasta finalizar el ciclo A. El Evangelio protagonista durante este tiempo es San Mateo. Se nos presenta una buena oportunidad para conocerlo mejor. No basta la lectura dominical, sino que sería beneficioso acercarnos a la introducción que toda Biblia ofrece sobre sus libros y conocer de primera mano el plan del Evangelio y sus características teológicas.  De igual modo una, o varias lecturas continuadas del Evangelio serían una forma extraordinaria de familiarizarnos con él.

El segundo poema del siervo de Yahveh que hoy se proclama en la primera lectura nos recuerda el papel de Israel en el plan de Dios. No sólo es el pueblo elegido, sino que tiene la misión de ser luz para todas las naciones, signo de salvación universal. Dios ha enviado a lo largo de la historia instrumentos de salvación.  La liturgia de la Palabra nos recuerda a tres de esos elegidos y enviados: Isaías, Pablo, apóstol de los gentiles y Juan el Bautista. En Jesús culminan todas las etapas del proyecto de Dios. Él es quien trae la salvación para todos. Es el cordero que se sacrifica para nuestra verdadera liberación. Las pesadas cadenas de la muerte y del pecado serán destruidas para siempre en su persona. Es el Hijo que cumple la antífona del salmo de hoy (ama y realiza la voluntad de Dios para salvar a la familia humana de todos los tiempos). En la celebración de la Eucaristía repetiremos una vez más la que puede parecernos una sencilla frase. La pronunciamos con frecuencia antes de comulgar: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Nos trae a la memoria los corderos que eran continuamente ofrecidos en el templo de Jerusalén como expiación por los pecados cometidos contra la Ley de Dios. Pero sólo Jesús puede quitar el “pecado del mundo”. Esta descomunal realidad es siempre un “atentado” contra el mandamiento nuevo que Jesús nos regaló: el AMOR.

Ramón Carlos Rodríguez García

Rector del Seminario

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