MALA HIERBA

Diócesis de Almería
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La diócesis de Almería es una sede episcopal sufragánea de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Almería.

Había una vez un niño Chino llamado Ping, que tenía muy buena mano con las flores. Todo lo que plantaba crecía como por encanto. Por aquel tiempo, el viejo emperador buscaba sucesor y pensó: “Que lo decidan las flores”. Convocó a todos los niños del reino, repartió semillas y publicó un edicto por el que anunciaba que quien trajera las mejores flores en el plazo de un año sería el elegido. Ping sembró, regó y nada. Cambió de macetero, echó tierra buena… y no creció NADA. Llegó el día de comparecer ante el emperador y Ping se presentó compungido y cabizbajo con las manos vacías. Alrededor de él, cientos de niños con unas flores preciosas. El emperador lo miró y dijo: “Al fin he encontrado a mi sucesor. Las semillas estaban trucadas, eran estériles y este niño es el único que ha venido con humildad y ha sido honesto”.

No hay nada más bonito en la vida que “ser verdad”. Cuando somos capaces de mostrar lo que somos sin imposturas ni adornos, sin maquillajes. Con HUMILDAD. Ser humildes no significa menoscabar nuestra autoestima, sino saber lo que somos y presentarnos, sin miedo, así al desnudo. Con nuestros talentos y nuestras miserias. Con nuestros maceteros vacíos, a pesar de haberlo intentado todo. Así soy y así me presento ante Dios y ante los demás.

La humildad es reconocer que no somos perfectos, reconociendo nuestras limitaciones. Es saber que siempre estamos en camino y ser capaces de ver al otro como MAESTRO. Un valor y una actitud que se hacen más necesarios en esta sociedad de petulantes en donde creemos saberlo todo y nunca nos equivocamos. Cuando ya vas pintando canas y te vas cansando de dar permanentemente “buena imagen”, descubres que no hay nada más saludable espiritualmente que reconocer lo que somos y que es Dios quien nos regala los talentos (y que pocas veces se lo agradecemos).

El pasado domingo leíamos en el evangelio esa frase tan conocida: “Siervos inútiles somos, hemos hecho lo que teníamos que hacer”. Y me parecía una invitación preciosa a descubrir el valor de la humildad. A ser como ese niño chino que hizo todo lo que pudo y se presentó humilde y valiente, reconociendo su verdad, sin pretender engañar a nadie, ni a sí mismo.

Así que ahora, Señor, me quito la coraza y me abro a Ti. Te pido aceptar mi limitación, queriéndome mucho al mismo tiempo. Hacer todo con agrado, dando lo que sé y lo que puedo y agradeciendo a Dios y a los demás que me echen una mano y me quieran como soy. Por cierto, alguien, quien ni con las mejores semillas del mundo, hubiera hecho crecer ni una mala hierba.

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

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