250 aniversario de la Fundación de la Congregación de la Divina Pastora de las Almas (Parroquia de la Divina Pastora-Málaga)

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Homilía de Mons. Jesús Catalá durante la Misa con motivo del 250 aniversario de la Fundación de la Congregación de la Divina Pastora de las Almas celebrada en la parroquia de la Divina Pastora de Málaga el 24 de abril de 2021.

250 ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA CONGREGACIÓN DE LA DIVINA PASTORA DE LAS ALMAS

(Parroquia de la Divina Pastora-Málaga, 24 abril 2021)

Lecturas: Hch 4, 8-12; Sal 117, 1.8-9.21.23.26.28-29; 1 Jn 3, 1-2; Jn 10, 11-18. (Domingo Pascua IV-B)

1.- Hoy celebra la Iglesia la fiesta litúrgica del domingo del Buen Pastor, Jesucristo. Por eso celebramos también la fiesta de la Divina Pastora de las Almas, la Madre del Buen Pastor.

El Buen Pastor se caracteriza, según hemos escuchado en el evangelio proclamado de san Juan, por tres actitudes respecto a su grey.

Primera actitud: El buen pastor da la vida por sus ovejas. Da la vida.

«Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Jn 10, 11).  Esa vida nadie se la quita ni se la arrebata. Jesús no fue condenado a muerte de manera obligada. Jesús fue libremente, porque podría haberse librado y no quiso. «Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla» (Jn 10, 18).

Esto lo puede hacer porque es el Hijo de Dios. Los demás, los asalariados, no tienen esa facultad para poder entregar libremente su vida. Nosotros hemos recibido ese don del Buen Pastor que ha entregado su vida por nosotros. Hemos de estar agradecidos por esa redención que nos ha traído, por la salvación que Él nos ha otorgado, ofreciendo su vida.

2.- La segunda actitud del Buen Pastor, que nos muestra el evangelista san Juan, es que conoce a sus ovejas. Conoce a las ovejas y ellas le conocen a Él: «Yo soy el Buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen» (Jn 10, 14), «igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre» (Jn 10, 15).

En san Juan las palabras conocer y amar van unidas; a veces, se identifican. Dice nuestro refrán español que «nadie ama a quien no conoce». Aquí hay una doble reciprocidad. El Buen Pastor nos conoce y nos ama. Nos conoce mucho mejor que nosotros mismos y, al conocernos, nos ama.

Nosotros, en correspondencia, deberíamos conocerle mejor a Él para amarle más, pero nos quedamos un poco cortos, porque no le conocemos suficientemente y, por eso, no le amamos más.

Hoy la Divina Pastora de las Almas y el Buen Pastor nos invitan a que conozcamos más a Jesús a través de los evangelios que narran su vida, a través del encuentro personal con Él y a través de la oración.

La Divina Pastora conocía bien a su Hijo, por eso le amaba.

3.- Y la tercera actitud del Buen Pastor es que busca a las ovejas. Da la vida, las conoce, las busca. «Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor» (Jn 10, 16).

Jesús nos busca donde estemos. Busca la descarriada, la que se marchó, la que se ha perdido, la que está enzarzada en unos espinos y en unas zarzas, la que está cogida por el enemigo el diablo, la que se alejó pensando que buscaba la felicidad y no la encontró… Jesús nos busca, no nos escondamos. Dejemos que nos encuentre, salgamos a su encuentro.

4.- En esta parroquia de la Divina Pastora celebramos hoy su fiesta, unida a la del Buen Pastor, con motivo del 250 Aniversario de la fundación de la «Congregación de la Divina Pastora de las almas» en 1771 por el beato fray Diego José de Cádiz, gran apóstol de la Divina Pastora, que promovió en Málaga esta devoción y creó esta Hermandad.

La sede canónica ha sido siempre el templo del primitivo convento de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos. De ahí la denominación de plaza de Capuchinos, barrio de Capuchinos, iglesia de Capuchinos, zona Capuchinos, carrera de Capuchinos. Aquí la palabra capuchino ha dado denominación a todo el ambiente. Eso también es una forma de agradecer la presencia de estos hermanos, naturalmente de fray Diego José, pero también de todos los hermanos capuchinos.

La imagen de la Divina Pastora de las Almas, titular de la Congregación, pertenece a la primera mitad del siglo xviii, atribuida al escultor sevillano José Montes de Oca (1668-1754). Su presencia en el convento capuchino malagueño está documentada desde 1741. Es una pieza que, gracias a Dios, se salvó de la quema del año 1931. Se perdió mucho patrimonio, pero podemos alegrarnos de que algunas piezas se salvaron, ésta es una de ellas.

5.- Los frailes capuchinos fueron obligados a abandonar el convento con la mal llamada desamortización a mediados del siglo xix; porque fue un robo legal y hay que llamar a las cosas por su nombre; pero la devoción a la Divina Pastora se mantuvo viva gracias a vuestros antepasados, gracias a la comunidad cristiana que celebraba aquí su fe, porque la figura de la Virgen, en este caso bajo la advocación de la Divina Pastora de las Almas, la presencia de María, de la Santísima Virgen María, es esencial a la fe cristiana, es básica, es fundamental,  no es una ornamentación de la piedad, forma parte de la fe, porque el Buen Pastor así lo ha querido. Cristo ha querido unir a su Madre a la obra redentora.

Antes me explicaban la composición de las imágenes que tenéis expuestas en la parroquia. La Virgen de la Divina Pastora está en el centro porque es su fiesta; está a su izquierda la imagen de san José, porque estamos en al año jubilar de san José, que el papa Francisco nos ha regalado; y, a la derecha de la Virgen está la figura del niño Jesús, a quien la Virgen cuidó desde el instante de su concepción. Atención, y no se deshizo de Él antes de nacer como muchas madres se deshacen.

A finales del siglo xix el beato Marcelo Spínola, entonces obispo de Málaga, promovió el resurgimiento del culto a la Divina Pastora de las Almas, cediendo el antiguo cenobio capuchino a la comunidad de monjas Clarisas, –aquí presentes– hijas de San Francisco y de Santa Clara de Asís, permaneciendo el carisma franciscano de los orígenes. No se ha perdido en Capuchinos la presencia franciscana, gracias a Dios.

Pasadas dos épocas difíciles, la Segunda República y la Guerra Civil española, a mediados del siglo xx, se retomó la procesión de la imagen de la Divina Pastora, Patrona del barrio de Capuchinos, y se reorganizó su Congregación con la colaboración de José Claros López, a quien me imagino, algunos de vosotros pudisteis conocer.

Posteriormente se convirtió el templo en iglesia parroquial (1950) y se celebraron las fiestas del barrio de Capuchinos en torno a la Divina Pastora de las Almas. Como sabéis, iniciamos el proceso para la Coronación canónica de la imagen, que nos debe ayudar a todos, de manera especial a los hermanos de la Congregación, a profundizar en la fe, a formarnos mejor como cristianos, para dar razón de nuestra esperanza, y a promover su devoción siendo testigos de Cristo resucitado.

6.- La celebración de hoy coincide con la Jornada mundial de Oración por las vocaciones que el Papa, desde hace ya muchos años, nos ha pedido. El lema de este año es: ¿Para quién soy yo? Aunque la Jornada está más bien pensada para las vocaciones a la vida consagrada, al sacerdocio, sirve para todos, porque todos estamos llamados por Dios a desempeñar una misión en la Iglesia, dentro, y fuera, en la sociedad, en el mundo.

El papa Francisco, en su mensaje con ocasión de esta Jornada, nos propone a san José como modelo de respuesta a la llamada de Dios a cada uno de nosotros.

7.- San José nos sugiere tres palabras claves para nuestra vocación, según comenta el papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones (Roma, 19.03.2021).

La pri­mera es sueño. A través del sueño el ángel clarificó a san José la situación de la Virgen; y él, a partir de ahí, acogió a María en su casa y aceptó los desposorios. Aceptó a Ella y al Hijo que llevaba en su seno, a Ella y a Jesús, al Hijo de Dios, convirtiéndose en el padre nutricio de Jesús.

Todos tenemos sueños en la vida. Todos queremos algo mejor. Cada uno tenemos nuestro sueño de felicidad. El sueño nos puede servir en la vida para hacer mejor nuestra acción en la misma vida. El sueño no nos debe apartar de la vida. Cuando dicen de alguien que es un “soñador” es porque no pisa los pies en el suelo, porque tiene sus sueños que no tienen nada que ver con la realidad.

Ese no es el sueño de José. A José el sueño le puso los pies en el suelo y aceptó la realidad, aunque le pareciera dura. Nuestros sueños tienen que ir acompañados de la Divina Pastora, de san José y de Jesús, para que sean sueños que hagan que pisemos el suelo, que seamos realistas, que transformemos la sociedad.

8.- La segunda palabra, que marca el itinerario de san José y de su vocación, es servicio. El sueño se hace realidad si servimos: cuando no me miro a mi mismo, cuando miro al otro, cuando me hago prójimo del otro, cuando me acerco, cuando veo una necesidad en la comunidad, en casa, en la familia, en las cofradías, en la hermandad, en el barrio y me entrego, me doy, sirvo. San José sirvió, la Virgen sirvió y ambos nos invitan a servir. Y no digamos ya de Jesús, que entregó su vida por nosotros como Buen Pastor.

«Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio (…). Cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose solo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración» (Papa Francisco, Patris corde, 7).

Si yo espero que el otro me haga feliz y me sirva puedo caer en la depresión, porque el otro, a veces, no hará lo que yo espero de él. Es al revés, soy yo el que tiene que buscar la felicidad del otro, el que tengo que servir al otro.

Los tres, Jesús, María y José, se sirvieron mutuamente, se donaron unos a otros. La felicidad está en donarse, en darse, si no la vida queda vacía, queridos hermanos. Nuestra sociedad no predica eso, predica lo contrario. Cree que la felicidad está en recibir y se busca la felicidad donde yo quiero recibir y tener. Sin embargo, la felicidad está en el dar. Eso nos lo han explicado con sus vidas la Divina Pastora de las Almas, su Hijo y su esposo José.

9.- Un tercer aspecto que atraviesa las vidas de san José, de la Virgen, de su Hijo y de la vocación cristiana, marcando el ritmo de lo cotidiano: la fidelidad. Lo que hemos dicho ha de ser continuo. No es suficiente que yo me dé un día y a las tres semanas espero a que me sirvan. El servicio ha de ser permanente, constante, para que yo viva enriqueciéndome al darme, porque si dejo de darme dejo de enriquecerme y de llenarme.

La fidelidad me pide que, desde el primer momento hasta el final, viva el sueño de la felicidad, sepa servir con fidelidad constante. Eso hizo la Divina Pastora: entregó su vida, su proyecto. Tuvo que cambiar su proyecto de vida, no esperaba lo que le vino. El ángel, en la Anunciación, le sorprendió. Pero, aceptando ese reto y ese plan de Dios en su vida, llegó a ser la Pastora de todos los hombres, no solamente la Madre de su Hijo, sino la Madre todos nosotros, la Madre de toda la humanidad. Fijaros si ganó la Virgen porque fue fiel.

10.- En esta fiesta los tres personajes nos enseñan que seamos realistas, que no hagamos caso a ciertas cosas que nos vienen de fuera de la sociedad del consumo, que escuchemos más al Señor, que le conozcamos para amarle y que pongamos en práctica lo que escuchamos.

Os deseo a todos estas actitudes, a las que el Papa nos invita, y esta actitud de la Divina Pastora que cuida con esmero a su grey, a sus hijos, a cada uno de nosotros. Ojalá todas las madres hicieran lo mismo que hizo la Divina Pastora de las Almas, ojalá. Ojalá todos los padres hicieran lo mismo. Ojalá las comunidades cristianas, las hermandades, las cofradías, los movimientos, los grupos, los partidos políticos, ojalá cuidaran mejor a aquellos para los que han sido puestos. Todos esos servicios no son para servirse, son para servir, no son para tomar, son para dar y darse.

Vamos a pedir a la Divina Pastora de las Almas que nos ayude a vivir como Ella lo vivió. Pedimos también la intercesión de san José; no podemos separar este matrimonio y menos en este Año Jubilar de san José. Viendo a los dos personajes nos puede ayudar a llenar el corazón de ilusión, de alegría, de vida, de buenos proyectos, de buenos sueños realistas.

¡Felicidades a los hermanos de la Congregación, a todos los presentes y a los que puedan participar a través de los medios, también felicidades por poder celebrar esta fiesta! ¡Que nos bendiga el Señor, su Madre Santísima y san José, su padre adoptivo! Que así sea.

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