El Cristo crucificado de Zurbarán, de San Juan Bautista (Marchena)

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El Cristo crucificado de Zurbarán, de San Juan Bautista (Marchena)

Marchena, antigua capital del Ducado de Arcos, destacó durante varios siglos por su cultura, su economía y su producción artística. A partir de 1630, el título recayó en Don Rodrigo Ponce de León [IMAGEN 1] y Álvarez de Toledo, esposado con Ana Francisca de Aragón como IV duques de Arcos y IX señores de Marchena. Su gobierno estuvo marcado por concluir los grandes proyectos iniciados en años anteriores, además de realizar nuevas construcciones.

Algunos ejemplos son: la construcción del convento de la Inmaculada Concepción de las clarisas (1632), el convento de los Ángeles Custodios (1651) o el comienzo constructivo de la iglesia de San Agustín (1649-1675). Entre estas empresas se encuentra la serie pictórica para la ornamentación de la sacristía de la iglesia matriz de San Juan Bautista [IMAGEN 2].

Este Cristo Crucificado [IMAGEN 3] es una de las obras más destacadas de la mencionada serie, proveniente del taller zurbaranesco, datada entre 1635 y 1637, momentos más álgidos para el pintor extremeño. Pintura realizada en óleo sobre lienzo con unas dimensiones de 1,81×1,07m. El encargo de estas obras se encuentra en el Tomo IX de las Cuentas de Fábrica de la parroquia por orden de Don Cristóbal Méndez de Porras en 1633. En el Libro de Cuentas de Fábrica, en el Tomo X, en la página 351, aparece el encargo a Zurbarán en 1637, con su realización e instalación en las dependencias parroquiales. Los lienzos que componen la serie son: Cristo Crucificado, Inmaculada Concepción, San Juan Bautista, San Pedro, San Pablo, San Santiago el Mayor, San Juan Evangelista, San Bartolomé y San Andrés.

Numerosos autores y eruditos han destacado las obras de la Inmaculada, el San Juan y el Crucificado, argumentando la presencia de una mayor calidad en estas. Esto se hace palpable al observar la semejante factura de otros modelos llevados a cabo por el maestro de Fuente de Cantos en su producción, entre ellos destacan los crucificados del Museo de Bellas Artes de Sevilla (1635-40) [IMAGEN 4] o el crucificado del Museo de Bellas Artes de Asturias (1638-40) [IMAGEN 5].

Iconográficamente Zurbarán sigue un mismo modelo utilizado. El pintor estuvo varios años formándose en el taller de Francisco Pacheco, suegro de Velázquez. Allí pudo conocer el modelo de crucificado con cuatro clavos con suppedaneum. Pacheco posiblemente poseyó una copia del grabado del Calvario de Alberto Durero [IMAGEN 6], realizado hacia 1523, en el taller donde Zurbarán y Velázquez lo pudieron aprender.  Actualmente, este grabado se conserva en el Museo Británico de Londres. Esta escena responde al pasaje bíblico de la muerte de Jesucristo en la cruz, recogida en los evangelios: Mateo 27, 45-53; Marcos 15, 33-38; Lucas 23, 44-46 y Juan 19, 30.

“Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: Padre, en tus manos pongo mi espíritu. Y, dicho esto, expiró.”  Lucas 23, 44-46.

El estilo que se observa en este crucificado es el característico del pintor extremeño. Por un lado, el Barroco de Zurbarán se acerca al estilo del italiano Caravaggio y el conocido tenebrismo. Destaca por la iluminación en las composiciones, los fondos oscuros y el aspecto figurativo casi escultórico; es decir, el contraste de las luces y las sombras, junto con el juego de los pliegues de las vestimentas y la contundencia de las líneas provocan que la escena representada destaque creando un impacto visual.

Por otra parte, esto se une al auge de las artes plásticas durante la Contrarreforma y las directrices establecidas en el Concilio de Trento, cuando el arte católico se convirtió en expresiones artísticas más espirituales y cercanas a los fieles. Estos son rasgos propios de Francisco de Zurbarán. Asimismo, es capaz de expresar un realismo de forma sencilla, desechando complejas composiciones teatrales y perspectivas, en parte por su propia limitación al encarar estas problemáticas. Durante la segunda mitad de 1630s se muestra como un artista maduro y consolidado, dejando atrás la frialdad previa, apostando por el protagonismo de la luz. Esto se hace presente en Cristo iluminado por una luz irreal de eclipse lunar, esto destaca el cuerpo inerte clavado en la cruz sobre el fondo oscuro, lo cual provoca que el espectador centre su mirada en la figura del Salvador. Rehuye del dramatismo expresionista para adecuarse al tratamiento místico y espiritual propio de la escuela hispalense.

Finalmente, se debe destacar la participación de esta obra en varias exposiciones en los últimos tiempos. En 1964-1965 por el III centenario de la muerte del pintor en el Palacio del Buen Retiro de Madrid. En 1987-1988 en la exposición internacional sobre Zurbarán llevada a cabo en Nueva York, París y Madrid. En 1998 por el IV centenario del nacimiento del extremeño en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Y en 2014 por el 250 aniversario de la muerte del artista en la propia Marchena.

 

FÉLIX SEVILLANO MALDONADO, colaborador de la Delegación de Patrimonio de la Archidiócesis de Sevilla.

Fotografías: Vanessa Gómez, Guía didáctica “Zurbarán en Marchena”. Ayuntamiento de Marchena y Museo Británico de Londres.

BIBLIOGRAFÍA

AA.VV. (1996): Marchena. Sevilla Rural, La Campiña Monumental. Diputación de Sevilla, Sevilla.

AA.VV. (2015): Zurbarán en Marchena. Guía Didáctica. Ayuntamiento de Marchena, Marchena.

Alcaide Aguilar, José Fernando (2003): Marchena Histórica y Monumental. Diputación de Sevilla, Sevilla.

Ravé, Juan Luís/ Lobo García de Vinuesa, Enrique (2006): La Parroquia de San Juan Bautista de Marchena. Sevilla, Codexsa – Maratania.

Valdivieso, Enrique (1987): Historia de la pintura sevillana. Universidad de Sevilla, Sevilla.

Valdivieso, Enrique (1998): Zurbarán IV Centenario. Conserjería de Cultura, Junta de Andalucía, Sevilla.

 

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