Inicio del centenario de la obra misionera del beato Tiburcio Arnaiz (Gibralgalia)

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Homilía pronunciada por Mons. Catalá en la Eucaristía celebrada en Gibralgalia con motivo del inicio del centenario de la obra misionera del beato Tiburcio Arnaiz

INICIO DEL CENTENARIO DE LA OBRA MISIONERA

DEL BEATO TIBURCIO ARNÁIZ

(Gibralgalia, 8 enero 2022)

Lecturas: 1 Jn 4, 7-10; Sal 71, 1-4.7-8; Mc 6, 34-44.

1.- Hoy es un hermoso día para dar gracias a Dios por la presencia durante cien años en nuestra Diócesis de las Misioneras de las Doctrinas Rurales; motivo también de alegría.

Las lecturas bíblicas de hoy nos ofrecen una reflexión que está sintetizada en la oración colecta, que hemos rezado, de la fiesta litúrgica del beato Tiburcio Arnáiz.

La primera lectura de la carta de san Juan nos habla del amor a Dios y a los hermanos. Y nos dice: «Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios» (1 Jn 4, 7).

Somos hijos de Dios por el bautismo. Y podemos ser hijos porque Cristo, el Hijo de Dios, se ha encarnado, se ha hecho hombre y ha asumido la naturaleza humana para divinizarla.

Quien ama conoce a Dios. «Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Unigénito, para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4, 8-9).

Demos gracias a Dios por ser amados y que nos capacita para amar, que nos capacita para hacer lo que el Señor nos pide en nuestra vida.

2.- San Marcos, el evangelista, nos ha narrado: «Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas» (Mc 6, 34).

Esta visión del Buen Pastor, Cristo, la asumió el P. Arnáiz viendo que había personas que necesitaban el pastoreo de Jesús, que necesitaban escuchar la Buena Noticia de Cristo. Y que también necesitaban ser formadas a un mayor nivel, aprovechando la inteligencia y las potencias que el Señor regala al ser humano. Esta gran la inició el beato Tiburcio Arnáiz con las Misioneras de las Doctrinas Rurales.

Decía el P. Arnáiz: «Cuando Dios quiere una cosa, todo se hace posible; manda las personas y los medios; si Él lo quiere, esto se hará cuando Él lo tenga dispuesto». Y el Señor lo quiso, porque el P. Arnáiz fue el pastor que hacía presente al Buen Pastor, Jesús, preocupado por las buenas ovejas que necesitaban ser alimentadas, ser formadas y escuchar la Buena Noticia de Cristo que nos ha salvado.

3.- Esa es la gran obra que empieza aquí en la Sierra de Gibralgalia. Después, el P. Copado, jesuita también, sucede al P. Arnáiz en la dirección de las Misioneras cuando éste muere en 1926.

María-Isabel González, la cofundadora decía: «Pero qué unión tan perfectísima nos dará el Señor en el cielo a los que en la tierra quiso unir por su bondad en el mismo apostolado y en su caridad!».

El Espíritu Santo ha creado una gran familia de Misioneras. El fundador, la cofundadora, las hijas, las misioneras, unidos todos en la misma tarea apostólica de pastoreo, de amor a los hermanos. Hoy celebramos el centenario de esta familia y el inicio de esa labor pastoral tan preciosa.

4.- La misión de las Misioneras de las Doctrinas Rurales está el servicio al pueblo de Dios. El pastoreo es un servicio, una tarea, una misión que el Buen Pastor le da a unas personas para que lo ejerzan en su nombre.

En el evangelio de Marcos hemos escuchado cómo el mismo Jesús, el Buen Pastor, «cuando se hizo tarde y se acercaron sus discípulos a decirle: Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer. Pero Él les replicó: Dadles vosotros de comer. Ellos le preguntaron: ¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?» (Mc 6, 35-37).

5.- Las posibilidades y los recursos no son siempre abundantes, más bien, flojean. ¿Cómo vamos nosotros a darle de comer si no tenemos recursos?

«Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Cuando lo averiguaron le dijeron: Cinco y dos peces» (Mc 6, 38). Pues con esos recursos hay que dar de comer.

No sois muy numerosas las Misioneras; pero con pocos recursos se pueden hacer muchas misiones y mucha evangelización en este mundo que cada vez es menos rural.

Fijaros cómo vuestros fundadores, el P. Arnáiz y María-Isabel González del Valle, dieron respuesta a las pobrezas de entonces. Los lugares eran sitios medio despoblados, lugares de la Sierra y de pueblos pequeños.

Hoy estamos en otro contexto. Desde hace décadas hay una tendencia a aglutinarse en las grandes ciudades, pero la necesidad es la misma. La gente de hoy necesita a Dios, necesita que se le hable de Cristo como Salvador, necesita ser pastoreada, necesita ser amada, necesita que se les sirva.

6.- Ahora me refiero, como os he anunciado al principio, a la oración colecta que hemos rezado y que sintetiza todo esto: «Oh, Dios, que constituiste al beato Tiburcio, presbítero, en apóstol de las insondables riquezas del Corazón de tu Hijo –apóstol del Corazón de Cristo que ama y hay que amar como el Padre (cf. 1 Jn), apóstoles que aman como Cristo amó–, concédenos –y pide dos cosas– que, enardecidos por su mismo espíritu, te amemos a ti sobre todas las cosas –pedimos a Dios que lo amemos sobre todas las cosas, como Él nos ama– y –segunda petición– te sirvamos incansablemente en nuestros hermanos».

La devoción al Corazón de Jesús, propia de los jesuitas y por tanto propia del P. Arnáiz, ha sido el centro de su vida espiritual. La fuerza expansiva del amor de Cristo era su motor. Como él decía: “El que vive vida de mucha unión con Dios participa de los afectos de su Corazón”.

Recordaban, quienes lo trataron, que hasta su manera de pronunciar el nombre de Jesús hacía bien al alma, y que no había más que observarlo cuando celebraba Misa: entonces parecía que se transformaba y veía a Jesús en la Eucaristía. El amor a Jesús es la primera de las peticiones en la oración colecta.

7.- La segunda petición se refiere al servicio a los hermanos. Se ha dicho en la monición de entrada lo que son “Las Doctrinas Rurales”. Las primeras veces que empecé a escuchar este nombre me recordó a otra congregación que se llaman “Doctrineras”. Conforme vamos conociendo vuestra obra se entiende mejor el nombre.

¿Qué es una Doctrina? No es un momento de catequesis o de educación a la fe. Una “Doctrina” es la presencia de unas personas en un lugar entre las gentes, para estar con ellos y servir a los hermanos con el amor de Dios.

Y, ¿a quién hay que agradecer la primera “Doctrina”? Al grupo de María-Isabel con algunas mujeres más, que vinieron a vivir aquí entre la gente para amarles y servirles. Eso es una “Doctrina”. ¿El tiempo? El que sea necesario: tres meses, seis meses, un año, dos años.

8.- Queridas Misioneras, en este Centenario celebramos que en el curso 1921-1922 vuestros fundadores hicieron tres “Doctrinas”: Gibralgalia, Alozaina y Las Mellizas (Málaga). Celebramos tres Doctrinas, tres comunidades de fe de Misioneras que vivían pastoreando, amando y sirviendo el tiempo que sea necesario.

En el mismo curso pastoral en el que se inician las tres Doctrinas se realizan también unas “Misiones”, que es algo distinto de la “Doctrina”. El P. Arnáiz realizó unas misiones populares, de corta duración, en el Hospital de Málaga, en Fuengirola (Málaga), en la parroquia de Santo Domingo (Málaga), en la zona de los Portales de Chacón (Málaga), El Chorro (Málaga), El Valle (Málaga) y dos en Jaén, en Úbeda y en Alcaudete.

Esa fue la fecundidad de vuestros fundadores y de vuestras primeras hermanas de las Misioneras de las Doctrinas Rurales.

9.- Hoy damos gracias a Dios por esta gracia, este carisma novedoso para la época, que el Espíritu regaló a su Iglesia y que se ha mantenido durante cien años. Eso es lo que hoy queremos celebrar y dar gracias a Dios.

También agradecemos la presencia de las Misioneras en la Diócesis y en la Iglesia universal, puesto que estáis también en otras iglesias particulares; pero en Málaga es donde tiene origen vuestra comunidad.

Deseo terminar con unas palabras de María-Isabel González: «Vivamos nada más que para Él, para sufrir y hacer redención con Él, para decir a todos el Padre que tenemos»; es el Padre que tenemos y que nos invita a amar.

Le pedimos a la Santísima Virgen María que siga bendiciendo esta hermosa obra apostólica de las Misioneras de las Doctrinas Rurales. Amén.

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