La Navidad del Papa al hilo de los recuerdos

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«Espero que la Navidad caliente los corazones de los que sufren, y que abra y fortalezca los nuestros para que ardan en deseos de ayudar más a los necesitados». Los periódicos italianos, Repubblica y La Stampa entrevistan a Francisco: su infancia en Buenos Aires, sus tradiciones familiares y sus libros favoritos.

El Papa Francisco responde a las preguntas de Repubblica y La Stampa en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, en vísperas de las fiestas. El significado de la Navidad de hoy y la de su infancia en Buenos Aires, sus lecturas y deportes favoritos, los niños pobres, enfermos y maltratados, el futuro de la humanidad: de esto y más habla Francisco en la conversación con los periodistas Paolo Rodari y Domenico Agasso.

Navidad en familia con «cappelletti»

Sobre sus recuerdos de la Navidad en Argentina, el Santo Padre cuenta que su familia solía celebrarla la mañana del 25 de diciembre, siempre en casa de sus abuelos. Una vez, dice, «llegamos y su abuela seguía haciendo cappelletti, los hacía a mano. ¡Ella había hecho 400 de ellos! Nos quedamos asombrados. Toda nuestra familia estaba allí: tíos y primos también vinieron».

Hoy, para el Papa, la Navidad «es siempre una sorpresa. Es el Señor el que viene a visitarnos», una sorpresa para la que se prepara predisponiéndose al «encuentro con Dios». Dijo que le encantaban las canciones navideñas como «Noche de Paz» o «Bajas de las estrellas» que «transmiten paz, esperanza, crean un ambiente de alegría por el Hijo de Dios que nace en la tierra como nosotros, para nosotros».

En sus pensamientos están los pobres y los niños hospitalizados

En Navidad su pensamiento se dirige a los pobres, que como Jesús nacieron pobres, y luego «a todos los olvidados, los abandonados, los últimos, y en particular a los niños maltratados y esclavizados». «Me hace llorar y me enfada -dice- escuchar las historias de adultos y niños vulnerables que son explotados».

Los niños que van a pasar la Navidad en el hospital también encuentran un espacio en su corazón. Ante su sufrimiento no hay palabras, «sólo podemos aferrarnos a la fe», mientras que a los padres de los niños sanos el Papa les recomienda no olvidar «lo afortunados que son» y dedicarse más a ellos. El Papa Francisco dice que admira el trabajo del personal médico y sanitario de los hospitales. «A menudo -dice- no nos damos cuenta de la grandeza del trabajo diario de estos médicos, enfermeras y personal sanitario, y en cambio todos deberíamos estar agradecidos a cada uno de ellos».

Jugar al fútbol como portero, los libros favoritos

Recordando que hace unos días cumplió 85 años, una de las preguntas realizadas al Papa fue que cuente cómo celebraba su cumpleaños cuando era niño.

«Era una fiesta para toda la familia», responde Francisco. «Mi madre solía hacer chocolate para beber, muy espeso». En cuanto a los juegos de su infancia, el Papa habla del fútbol que jugaba en una plaza cercana a su casa con todos los chicos del barrio. La pelota solía estar hecha de trapos, la «pelota de trapo», que se convirtió en un símbolo cultural en la Argentina de la época. Pero hablando de sí mismo, el Santo Padre dice que no se le daba muy bien:

«Así que estaba en la portería, donde me las arreglaba. Ser portero fue una gran escuela de vida para mí. El portero tiene que estar preparado para responder a los peligros que pueden venir de todos lados…». El joven Jorge Mario Bergoglio también jugaba al baloncesto, y en la familia se consideraba la lectura como un tesoro. En particular, su padre era un ávido lector. El Papa menciona algunos de los libros que le ayudaron a formarse y crecer, como «Cuore» (corazón) de Edmondo De Amicis, las novelas de Jorge Luis Borges y Fëdor Dostoevskij, y los poemas de Friedrich Hölderlin. También leyó «Los novios», obra de Alessandro Manzoni, y luego «La Divina Comedia», de la que su padre recitaba pasajes de memoria.

«De él escuché por primera vez estos versos: Virgen madre, hija de tu hijo, humilde y elevada más que una criatura, término fijo del consejo eterno, tú eres la que ennobleció tanto la naturaleza humana que su factor no desdeñó hacerse su hechura». Y luego el tercer canto del infierno: «Abandonad toda esperanza, los que entréis aquí». Mamá les hablaba a sus hijos de las óperas en la radio y también los llevaba al teatro. La lectura, dice Francisco, «es un diálogo con el propio libro, es un momento de intimidad que ni la televisión ni los tablets pueden dar».

Algunos momentos de nostalgia, pero no de melancolía

La conversación continúa con una pregunta que nos remite al Papa Francisco de hoy: ¿Hay en usted un poco de nostalgia de la juventud? Algunas veces, admite el Papa, recordando las cosas buenas. Como cuando cumplió 16 años, como era la tradición en Argentina, y se puso sus primeros pantalones largos, de hombre -y fue como una entrada en sociedad- y la emoción de su abuela materna María al verlo así. La abuela Rosa, «era más reservada, hablaba poco pero lo entendía todo». Tengo nostalgia de los momentos que viví con ellos y con mis abuelos», dice, pero «la melancolía no me llega», y añade: «Quizá por mi trayectoria personal, no me lo permito. Y tal vez porque heredé el carácter de mi madre, que siempre miraba hacia adelante». Las personas que más echa de menos son sus tres hermanos, pero piensa en ellos con serenidad, imaginándolos «en paz».

Un día que comienza a las cuatro de la mañana

Preguntado por su actual estado de salud tras la operación en el Hospital Gemelli, el Papa respondió que se encuentra bien, tanto que ha podido realizar varios viajes «y haré otros viajes, si el Señor quiere, en 2022». Describe su jornada, cuyo ritmo no ha cambiado: «Siempre me levanto a las 4 de la mañana y me pongo a rezar inmediatamente. Luego sigo con mis compromisos y citas varias. Sólo me permito una breve siesta después del almuerzo.

Nuestro futuro depende de la solidaridad a todos los niveles 

La entrevista concluye con la mirada del Papa sobre el futuro de la humanidad afectada por la pandemia, por los conflictos y las divisiones. El futuro dependerá, dice, «de si se construye o se reconstruye juntos», porque sólo nos salvaremos si vivimos la fraternidad universal. Y añade: «Sin embargo, esto significa que la comunidad internacional, la Iglesia, empezando por el Papa, las instituciones, los responsables políticos y sociales, y también cada uno de los ciudadanos, especialmente en los países más ricos, no pueden ni deben olvidar a las regiones y a las personas más débiles, frágiles e indefensas, víctimas de la indiferencia y del egoísmo».

A esto va mi oración, dice el Papa Francisco, «pido que en esta Navidad Dios transmita en la Tierra más generosidad y solidaridad», en los hechos. «Espero -concluye- que la Navidad caliente los corazones de los que sufren, y abra y fortalezca los nuestros para que ardan en deseos de ayudar más a los necesitados».

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