Fiesta de la Señora. Consagración a la Virgen, Reina de los Corazones

Homilía del Obispo de Cartagena, Mons. José Manuel Lorca Planes, el 2 de mayo de 2015.

Rectores y formadores de los seminarios diocesanos: San Fulgencio, Redemptoris Mater y San José, y Seminario San Torcuato de Guadix,

Hermanos sacerdotes,

Religiosos y religiosas,

Hermanos y hermanas,

Mes de mayo, mes de la Santísima Virgen María. En el Seminario y para los sacerdotes tiene un sentido muy especial este día por la consagración a la Señora. Esta fiesta es como un anticipo del día sacerdotal de las bodas de oro y plata sacerdotales, un día de encuentro, de ilusiones renovadas y de hacernos nuevos planteamientos de vida entregada. Para los seminaristas que os consagráis os espera un futuro de esperanza, para los sacerdotes que renovamos las promesas es una llamada a la exigencia del compromiso y a la limpieza de la entrega a Dios y a su obra.

Para unos y otros, la figura de la Virgen María es nuestro modelo. María, la Virgen Madre de Jesús, se presenta como la mujer creyente que –cubierta por la sombra del Espíritu- se abre al don de la salvación definitiva, inaugurada por su Hijo; acoge la palabra del ángel enviado por Dios con una adhesión pronta y fiel. La Santísima Virgen María exalta la potencia salvífica de Dios, el santo y el misericordioso, y experimenta la acción poderosa de Dios. El Magníficat, síntesis de la historia de la salvación, es un canto de esperanza, de la que María se hace portavoz.

María, por ser la creyente que acoge y conserva en su corazón la Palabra de Dios, se erige en prototipo de los discípulos y de la Iglesia entera. ¡Cuántas veces hemos oído esto! Es evidente que se trata de un reto a un estilo, un camino a imitar, una forma de ser, pero ¿lo hemos intentado? Hoy es el día y tenemos la seguridad de que Ella escucha nuestras plegarias, atiende nuestras necesidades. Acordaos dónde recibió la Virgen su misión, la nueva tarea, fue al pie de la cruz donde nace la comunidad de los creyentes, representada por el discípulo y por la Madre de Jesús, allí fue donde se selló el pacto, junto con el dolor de su muerte y la sangre derramada. Ha nacido una nueva vida, en un nuevo parto, donde nosotros nacidos como nuevas criaturas, hijos de Dios e hijos de María, y en el horizonte la meta, la Vida, como un don, como un regalo. En este horizonte se sitúa también la visión del capítulo 12 del Apocalipsis, que presenta el destino final de la humanidad mediante la gran señal en el cielo, donde aparece una mujer vestida de sol que da a luz un hijo destinado a reinar como Mesías. Nosotros somos los hijos de la mujer, contra los que ahora combate el dragón. Pero no tengáis miedo, hay que seguir en la esperanza. María es la primicia y la imagen de la Iglesia que vive a la espera de la salvación final. En Ella, Dios ha hecho brillar ante su pueblo, peregrino en la tierra, «una señal de consuelo y de segura esperanza».

En el periódico La Verdad, en la sección de Opinión, ha aparecido un artículo de Los Espectadores con el título: «El párroco, un servidor universal». Naturalmente no es un tratado teológico sobre el ministerio sacerdotal, sino la visión de la gente basada en la experiencia de cada día y en lo que han percibido de la figura de un sacerdote. Este día es sacerdotal, sin duda, porque le pedimos a la Virgen que sepamos ser como su Hijo. Os ruego que leáis lo que aquí se dice de los sacerdotes, porque han logrado emocionarme, a la vez que sirve de examen de conciencia. El artículo dice que es «ejemplar a todos los efectos». Pero sigue: «una persona que no solo se ocupa de lo religioso, sino que se proyecta como amigo, consejero, mediador, incluso como refugio. Que sabemos que está ahí, vigilante, por si se le necesita… en la seguridad de que le encontraremos». Son palabras hermosas y me alegran, porque se les hace justicia a todos los sacerdotes que gastan sus vidas en el ejercicio del amor entregado. Sigue así: «se trata de un ser universal cuyo fin primario es la evangelización… la de pastor».

Más adelante, se centra en una realidad que es necesaria afrontar, la debilidad, y lo hace así: «Sin duda alguna, mantienen la autoridad de su magisterio, despiertan confianza y acumulan admiración. Es verdad que cuando ‘caen’, como los aviones, hacen un daño increíble, pero no por ello se puede generalizar, y menos para esconder la falta de integración o el rechazo de la Iglesia.

La idea de servicio es la que preside todas sus acciones que, unida a la humildad, es lo que se percibe por el ciudadano y es la que debemos subrayar en toda su extensión… su entrega es desinteresada… es una figura esencial en nuestras vidas. Tan es así, que no dudamos en contarles situaciones y problemas, y hasta la intimidad que protege la conducta y el pensamiento propio de cada uno…».

No se trata de la elección de un texto de un Santo Padre, sino del pensamiento de la gente de la calle que se nos hace exigencia a una preparación seria y profunda, a un reencuentro con nuestra esencia de pastores, a entregarnos más a lo que Dios nos encomienda con la docilidad del Buen Pastor.

Uno de los temas que es importante considerar es el que se ha publicado sobre la Iglesia, servidora de los pobres, de la Conferencia Episcopal Española. Os ruego que lo leáis, porque os ayudará a ir encajando el papel que debe cuidar un sacerdote hoy, cuando estamos rodeados de tantas necesidades y nosotros debemos ser un punto de luz para los hermanos, para que encuentren en sus vidas al Señor. Lo que pretendo decir está claro, que levantemos la vista hacia el cielo más veces, porque Dios tiene las soluciones, pero es necesario mirarle para inspirarnos, para ver la luz que nos ayude a ordenar las cuestiones sociales. Digo esto, no por el empeño de estar dando la ‘paliza’, sino porque estoy convencido de que los problemas sociales tienen causas más profundas que las puramente materiales. Muchas veces, los problemas surgen por la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos. Si olvidamos esto, no acudamos a Dios buscando solo nuestros intereses, porque el Dios en el que creemos es defensor de los pobres.

Que en el Magníficat aprendamos de la escuela de María.

+José Manuel Lorca Planes

Obispo de Cartagena

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