Un comienzo esperanzador, con María

Carta Pastoral del Obispo de Córdoba, Mons. Demetrio Fernández González.

Hemos vivido un verano lleno de acontecimientos. Algunos muy dolorosos, como los ataques del llamado Estado Islámico a las poblaciones de Siria e Irak, produciendo millones de desplazamientos en campos de refugiados. Las imágenes que se nos han ofrecido son impresionantes y no pueden dejarnos indiferentes. Detrás de esas miles de tiendas, que cobijan provisionalmente a millones de personas, está una multitud de niños, de adultos, de ancianos, que han quedado erradicados de sus casas y no tienen nada. Y junto a estos desplazamientos, la matanza por degollación de tantos varones «infieles» (al islam), la degradación de tantas mujeres tomadas como esclavas. Ha sido un verano de horror, que todavía no ha terminado. Necesitamos reaccionar con amor ante tanta violencia y ponernos manos a la obra para atender a tantos desplazados por la guerra. Cáritas diocesana es un cauce adecuado.

Hemos vivido pendientes del Hno. Miguel Pajares, sacerdote de la Orden de San Juan de Dios, que contrajo el virus del ébola en Liberia atendiendo a los enfermos y, evacuado por las autoridades españolas a su patria, ha muerto en Madrid (12 agosto). Nos ha recordado a tantos miles de misioneros católicos, más mujeres que hombres, que se juegan la vida a diario para estar junto a los pobres de la tierra. Los misioneros católicos (más de quinientos mil en todo el mundo) siguen siendo un monumento espectacular y silencioso, que salta a la información mundial en estas ocasiones, pero que constituyen día a día una expresión del más puro amor, el que brota del corazón de Cristo y llega a los más necesitados, sin buscar ninguna recompensa propia. El corazón humano está hecho para amar y ejemplos de estos nos estimulan a todos en el camino de la vida.

Hemos vivido de lejos (acercándonos por la TV e internet) la VI Jornada de los jóvenes asiáticos en torno al Papa Francisco en Corea del Sur (13 al 18 de agosto). Asia, el continente del futuro, ha recibido entusiasmada el testimonio evangélico del Papa. Los jóvenes asiáticos han recibido el testimonio impactante de sencillez, de cercanía, de humildad por parte del Vicario de Cristo, que les ha mostrado una felicidad que los avances tecnológicos no pueden proporcionar, llamándolos a la unidad y a la concordia entre los pueblos divididos. Se trata de una semilla que dará fruto abundante en su momento y que acompañamos con nuestra oración.

El nuevo curso se abre con la fiesta de la Virgen, en su natividad (8 de septiembre), tan celebrada en tantos lugares. Con María todo se hace nuevo. En ella empieza la renovación de la humanidad. Mirándola a ella entendemos lo que Dios quiere hacer en cada uno de nosotros y en todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Cómo descansa la vista y el corazón mirándola con amor. Una humanidad como la nuestra, que necesita amor ante tanta violencia, ante tanto desamor, encuentra en María la novedad de un amor y una esperanza inagotables.

En Córdoba, Ntra. Sra. de la Fuensanta, cuya imagen va este año hasta la Catedral para el 775 aniversario. Y con ella, nos uniremos a la oración por la paz en Siria (y en todos los países en guerra) en comunión con el Papa Francisco en la tarde del domingo 7. Ella es la Reina de la paz, y puede alcanzarnos de Dios la paz que tanto necesitamos. Se lo pedimos con fe, al tiempo que nos sentimos solidarios de tantos hermanos que sufren por causa de la guerra o de tantas pobrezas en el mundo.

En Cabra, Ntra. Sra. de la Sierra, con un año jubilar que abrimos el 6 de septiembre para conmemorar el descubrimiento de su imagen en el año 714 (XIII siglos!), su aparición milagrosa en 1240, y los diez años de su coronación canónica en 2005 como Patrona celeste y perpetua de Cabra. Toda la diócesis, y particularmente la Campiña cordobesa encontrarán en María Santísima de la Sierra a la Madre de Dios que vigila amorosamente desde su alto santuario a todos sus hijos e hijas.

Con María santísima, comenzamos el nuevo curso llenos de esperanza.

Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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