Homilía de Mons. Javier Martínez en la Eucaristía celebrada en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva, en el marco de su visita pastoral el 4 de julio de 2014. La Eucaristía se celebró tras una intervención de nuestro Arzobispo sobre la comunidad cristiana.
Queridísima Iglesia del Señor,
muy queridos sacerdotes concelebrantes:
La verdad es que no hay que tener temor, después de lo que os he explicado de la Eucaristía, de que cualquier palabra (…) sobra y lo estropea. Sólo dos pensamientos que nos iluminan lo que estamos viviendo, lo que vivimos cada vez que acontece el don de Dios, que acontece esa irrupción de la vida divina en nuestra vida cotidiana, en nuestra vida real, llena de preocupaciones y de cosas.
La primera lectura -la del profeta Amós- es una de esas lecturas fuertes, donde pone delante de los ojos del pueblo las injusticias que hace que Dios no les escuche y las injusticias en las que viven. ¿De qué nos habla eso? A nosotros, hoy, cristianos, en un contexto distinto, nos habla también del modo como vivimos esta vida, como nos jugamos la relación con Dios: que la relación con Dios no es algo limitado a unos espacios, al ámbito del espacio de la Iglesia, o al ámbito del espacio del domingo, o de los actos de piedad que hacemos, sea en nuestra casa, sea en la Iglesia o en otro lugar, sino que el lugar donde se juega la presencia de Dios, la salvación, la novedad que Cristo nos da es en la vida real. Es allí donde, (…) en cosas muy sencillas, en el modo de mirarnos unos a otros, en el modo de acercarnos y de tratarnos unos a otros, en el modo en que todas las cosas de nuestra vida, cuando uno sube a un autobús y saluda al autobusero, puede mirarle a la cara o decirle buenos días con una sonrisa. Yo no he montado mucho en autobús, (…) pero recuerdo años enteros en los que todos los días cogía el metro y recuerdo que una vez uno de los del metro me dijo: «Es usted la única persona que me ha dado los buenos días por las mañanas, todo el mundo va tan corriendo (en Madrid), al metro»; dejabas allí la moneda y cogías el billete… O uno le nota ojeras a la vendedora del supermercado y le dices: «Hija mía, qué ojeras tienes, ¿estás cansada?, ¿cuántas horas llevas?». Mil detalles que hacen la vida humana más atractiva, más bella, que hacen nuestras relaciones humanas. Y yo sé que estamos en un mundo donde una persona puede tener un accidente en una ciudad (quizá no Granada, pero como Madrid) y estar 20 minutos pasando coches y no parar ninguno, porque uno tiene prisa, porque es un lío, porque entonces voy a tener que terminar yendo al juzgado, por mil razones, no entro.
Cómo en nuestra vida cotidiana podemos, Señor, Tú, que irrumpes en ella, con ese regalo tuyo, con ese don de tu amor sin límites; (…) seremos limitados, por eso tenemos que pedir perdón todas las noches y todos los días de nuestra vida, por eso acabamos de pedirle al Señor perdón, pero que, como tensión, como deseo, que en toda nuestra vida, en nuestras relaciones con el tendero, con el vecino, con el portero, con aquella persona que me mira mal, y a la que, sin embargo, puedo estarle sonriendo y saludando… Algún día el amor disolverá el hielo de ese mal, en esta vida o en la otra…
Y la otra frase que a mí me conmueve en las lecturas de hoy, cuando el Señor dice: «No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Pues gracias, Señor, por la parte que me toca. Es decir, gracias porque no hay nadie excluido de tu misericordia. Gracias porque eres nuestro médico. (…)
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
4 de julio de 2014
Parroquia de Santo Tomás de Villanueva