Carta pastoral del Obispo de Cádiz y Ceuta con motivo de la Jornada del Enfermo. Mis queridos diocesanos:
El próximo día 27 de abril celebramos la Jornada del Enfermo. Dentro del tiempo pascual en que nos encontramos y en el que recordamos el tiempo de la Vida sobre la Muerte por la Resurrección del Señor, tiene una especial significación el dirigir nuestra atención y oración hacia el mundo del dolor y del sufrimiento, que es el de nuestros enfermos, y reflexionar sobre la pastoral sanitaria en nuestras instituciones hospitalarias y nuestras comunidades cristianas.
1. Ante el duelo
Este año el lema de este día no se refiere directamente a la enfermedad, sino al dolor de la separación por la muerte de nuestros seres queridos. Reza así: “Ante el duelo, abiertos a la esperanza”. El lema, pues, entraña un hondo significado, sobre todo, cuando nos aflige la pérdida de un ser querido.
Jesús de Nazaret se conmovió ante la muerte de su amigo Lázaro (cf. Jn 11,21) y se apiadó de la viuda que lloraba a su único hijo, y ambas situaciones fueron motivo de esperanza para los amigos de Betania y para la viuda de Naim. La muerte no es el final del camino y Jesús es nuestro compañero de camino en el dolor. El misterio de la Pascua del Señor, de su paso de la muerte a la vida, es el centro de nuestra fe cristiana y el fundamento de nuestra esperanza.
2. Abiertos a la esperanza
Jesús de Nazaret soportó nuestros sufrimientos y sobrellevó nuestros dolores. Probó el sabor amargo de la muerte, rebajándose hasta la ignominia de la muerte de cruz. Pero esta muerte de Jesús, ofrecida en obediencia al Padre y en amor a los hombres ha sido aceptada por Dios. Por eso, Dios lo ha aceptado y le ha dado un Nombre sobre todo nombre (cf. Fil 2, 6-11). La Resurrección de Jesús es una acción de Dios, del Dios vivo, del Dios creador y fuente de vida.
Es verdad que la resurrección de Cristo no anula el carácter dramático, casi trágico podríamos decir, de la existencia humana sobre la tierra. El mundo de nuestra experiencia humana no es un mundo en el que se perciban claramente los efectos de la resurrección de Cristo. Los hombres siguen sufriendo y muriendo. El pecado continúa padeciendo amargos frutos de deshumanización y alienación. Se siguen dando desigualdades, odios y violencias. Los poderosos oprimen a los pobres y débiles, la injusticia y el error triunfan a menudo sobre la justicia y la verdad.
Sin embargo, nosotros creemos que ya desde ahora actúa aquí, en nuestro mundo, una fuerza divina cuya fuente y manantial es Cristo Resucitado. Nosotros vivimos en la esperanza y damos razón de nuestra esperanza (cf. 1 Pe 3, 15): nuestra fe en que Dios ha resucitado a Cristo de la muerte. La muerte no es el final del camino.
3. Ocasión propicia
Esta Pascua del Enfermo es una ocasión propicia para reflexionar sobre el sentido del dolor y sobre el deber cristiano de salir al encuentro de cualquier circunstancia que se presente. Este año el lema trata del dolor y el sufrimiento que dejan en la familia y los amigos la pérdida de la separación de un ser querido.
4. He perdido a un ser querido y me duele
La pérdida de un ser querido nos deja a menudo muchas preguntas. La muerte de un ser querido nos interroga, nos interpela, nos duele. Necesitamos, entonces, el consuelo de una palabra, de un silencio respetuoso y solidario que nos ayude a encontrar motivos de vida y de esperanza. Procurar que la aflicción y el desconsuelo no se instalen en el corazón. Cada pérdida de un ser querido golpea y hiere nuestro corazón. Nada de lo que nos acontece nos es ajeno, sobre todo, cuando nos aflige la pérdida de un ser tan querido. El dolor, acogido con fe, se convierte en el misterio del sufrimiento redentor de Jesús.
5. Jesús, compañero de camino
La enfermedad y la muerte de un ser querido siempre nos lleva a entrar en situaciones en donde nunca hemos estado, nos introduce en un mundo sombrío. En esos momentos necesitamos vernos acompañados en el largo camino de la enfermedad y del duelo de la pérdida de un ser querido, sellada bajo la sombra de la cruz del dolor.
Tú, Señor, eres nuestro compañero de camino, y por eso eres motivo de nuestra esperanza. Recorres con nosotros el camino, calienta nuestro corazón con tus palabras divinas y humanas que nos abre a tu presencia, porque la muerte con sus evidencias amigas no puede triunfar sobre nuestra esperanza (cf. Lc 24, 13-24).
6. Invocación maternal de María
En esta Jornada del Enfermo os invito a invocar, de un modo especial, la protección maternal de María a los que se encuentran “probados por la enfermedad, a los agentes sanitarios y a los agentes de la pastoral sanitaria. Pienso de modo especial en los sacerdotes comprometidos en este campo, en las religiosas y en los religiosos, en los voluntarios y en todos los que con eficaz entrega sirven, en el cuerpo y en el alma, a los enfermos y a los necesitados” (Benedicto XVI, Mensaje de la Jornada Mundial del Enfermo 2008, n. 5).
Que María, salud de los enfermos y consuelo de los afligidos, nos acompañe siempre.
Reza por vosotros, os quiere y bendice,
+ Antonio Ceballos Atienza
Obispo de Cádiz y Ceuta