Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la Eucaristía junto a los participantes del curso «Persona y Familia» celebrada en la Casa Diocesana de Málaga el 1 de agosto de 2021.
CURSO “PERSONA Y FAMILIA”
(Casa Diocesana-Málaga, 1 agosto 2021)
Lecturas: Ex 16, 2-4.12-15; Sal 77, 3-4.23-25.54; Ef 4, 17. 20-24; Jn 6, 24-35. (Domingo Ordinario XVIII-B)
1.- Murmuración del pueblo de Israel en el desierto
La comunidad de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto, añorando la olla de carne y el pan de Egipto (cf. Ex 16, 2-3).
El pueblo estaba acostumbrado a los trabajos, las privaciones y la esclavitud en Egipto. Y ahora les pesaba salir de la rutina y afrontar la libertad, el miedo a lo desconocido, la creatividad de lo nuevo, la alegría de una nueva vida.
Tal vez tengamos también nosotros la misma tentación: murmurar y quejarnos de la situación que nos toca vivir y nos hace salir de la rutina. Nos cuesta dejar los esquemas preconcebidos, las costumbres de siempre, para abrirnos a la novedad de lo desconocido; preferimos la esclavitud de las cosas antiguas a la libertad que nos depara el futuro.
El papa Francisco nos ha recordado muchas veces que el cristiano va contra-corriente; y eso cansa. Pero vosotros no os canséis de romper esquemas pasados y de abrir nuevos caminos.
2.- El pan del cielo
El Señor dijo a Moisés: «Mira, haré llover pan del cielo para vosotros» (Ex 16, 4). «Al atardecer comeréis carne, por la mañana os hartaréis de pan; para que sepáis que yo soy el Señor Dios vuestro» (Ex 16, 12).
Efectivamente, por la tarde una bandada de codornices cubrió todo el campamento; y por la mañana había una capa de rocío alrededor del campamento (cf. Ex 16, 13).
El Señor nos regala en cada Eucaristía su Pan del cielo: su Palabra iluminadora y su Cuerpo sacramentado. Ellos nos alimentan para seguir caminando hacia la patria celeste.
3.- Enseñar a las nuevas generaciones a vivir mirando a Dios
El Salmo interleccional nos ha invitado a ser testigos de la fe: «Lo que oímos y aprendimos, lo que nuestros padres nos contaron; no lo ocultaremos a sus hijos, lo contaremos a la futura generación: las alabanzas del Señor, su poder, las maravillas que realizó» (Sal 77, 3-4).
Alegraos, queridas familias, de la providencia amorosa de Dios y de las maravillas que ha obrado en vosotros. ¡Y contádselo a vuestros hijos!
Transmitid a vuestros hijos y a las nuevas generaciones la experiencia de la fe, contadles la historia de vuestro amor, entusiasmadles en la aventura de vivir como cristianos, gozando de la libertad de hijos de Dios.
4.- Lo necesario y lo superfluo en la vida
Según el Evangelio de hoy la gente buscaba a Jesús después de haber sido alimentada por él: «En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros» (Jn 6, 26).
Los signos que hacía Jesús trascienden el más allá y la otra vida; hacen referencia a realidades más altas que los bienes físicos y las cosas temporales.
El Señor les anima a buscar el alimento que no perece: «Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios» (Jn 6, 27).
Una pregunta: ¿Sabemos discernir entre lo que es necesario e importante en la vida y de lo que es superfluo?
Dios es quien da «el verdadero pan del cielo» (Jn 6, 32), que «da vida al mundo» (Jn 6, 33). Y Jesús es ese Pan: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás» (Jn 6, 35).
Podemos hacernos la pregunta: ¿Detrás de qué o de quién vamos? ¿Qué buscamos en la vida? ¿Qué es lo más importante para nosotros y para nuestras familias?
Hacer el curso de “Familia y Persona” es un modo hermoso de querer vivir como familia cristiana, que tiene como centro a Jesucristo, que quiere renovarse, que desea vivir en libertad respecto a tantas ataduras que nos esclavizan. ¡Felicidades por haber elegido este buen camino!
Pedimos al Señor que os ilumine en estos días y os llene de sus abundantes gracias.
¡Que la Santísima Virgen María os acompañe en esta hermosa aventura! Amen.